Con el paso del tiempo dicen que se acaba uno acostumbrando a todo. También dicen que resignarse ante los acontecimientos y las situaciones que a uno le afectan es la manera más conveniente, el comportamiento más sensato, para evitar sufrimientos inevitables La aceptación de lo malo conocido en previsión de que no sea mejor lo venidero por conocer es una actitud también recomendada en la vida social, y si a ello le agregamos aquello de que detrás vendrá quien bueno te hará llegamos a la expresión más egregia de lo que debe hacer un ciudadano como es debido cuando se muestra crítico con el curso de los acontecimientos. Estos postulados son la causa inicial, la premisa que se plantea para que comience esta historia:
Quienes aún percatándose de que el grado de escora de la nave sobrepasaba los límites, y que el peligro de vuelco de la embarcación era extremo, prefirieron dejarse convencer que navegar en aguas mansas y calmas del mar del conformismo y la apatía garantizaban que, por mucho que se escorase el buque, la travesía era segura e iban a llegar a puerto si utilizaban, ¡claro está!, esas reglas de conducta, esas normas, antes apuntadas en lugar de mover la carga y buscar el punto de equilibrio, arrimando entre todos el hombro.
Entre la acción, asumiendo un comportamiento que al menos suponga un intento de evitar la tragedia, y la pasiva resignación de los otros, los demás, la informe masa, los que ven el riesgo inminente y saben que el barco está abocado al naufragio, los más conscientes de la realidad se agregaron al coro de los ignorantes, al tropel de los insensatos, por ser lo más políticamente correcto.
No se habían ido a pique aún, evidentemente era así, pero quienes sabían de navegación o tenían dos dedos de luces no podía negar que más bien pronto que tarde la suerte abandonaría a los navegantes y habría que buscar el modo de salvarse, y hasta para eso habría sus más y sus menos.
Lo primero que se haría sería mantener todo el tiempo posible la afirmación rotunda y convincente sobre la falsedad de la situación de peligro que se rumoreaba, convencer a los pasajeros de que a pesar de parecía que empezaba a volcarse el buque, todo estaba controlado por el capitán, los oficiales y la tripulación y que la impresión de que era inevitable la tragedia no era cierta sino un espejismo, una falsa alarma surgida de voces derrotistas, de una minoría nada representativa del pasaje movida por intereses personales y con afanes revanchistas.
Poco a poco iba entrando agua, pero antes de plantearse el modo de salir de una trampa mortal como aquella habrá que tomar decisiones fundamentales, tales como celebrar reuniones, establecer unos diálogos fluidos entre las distintas opiniones sobre el modo de efectuar la evacuación, nombrando representantes de cada uno de los grupos a fin de que negocien con el capitán y su tripulación los modos de emprender la operación de salvamento .
El agua entraba a la vez que, lentamente, la banda de estribor en su curso inexorable empezaba a sumergirse, pero habría que esperar a la toma de un acuerdo, una vez establecido, previamente, como debe ser, la necesidad perentoria de exigir responsabilidad al capitán y al resto de los tripulantes bajo su mando, de modo proporcional a sus grados, para lo que se debería tomar la pertinente resolución y definir sus parámetros.
Unos cuantos insolidarios, extremistas y movidos por sentimientos de odio, gente de marcado cariz totalitario, despreciaron las normas estatuidas y no esperaron haciéndose a la mar a bordo de la mayor parte de los botes salvavidas, alejándose a la vista de todos . El agua se apropiaba de la embarcación, la gente se tiraba al agua, abandonando a sus representantes, que quedaban, bien sujetos en zonas aun no inundadas del casco, manteniendo que la situación se superaría con nuevas iniciativas y anunciando la toma de medidas
Entre la gente que quedaba en el barco se entablaría una dura batalla por conquistar los tres botes salvavidas que quedaban disponibles y que no albergarían ni a la cuarta parte de quienes se afanaban por salvarse Golpes, patadas, puñetazos, mordiscos, ¡todo sirvió en la batalla por sobre vivir entre quienes hacía un rato estaban confiados en lo que les decían y se burlaban del peligro!. La lucha encarnizada siguió para ver quien logra salvarse en una de las dos embarcaciones salvavidas.. ¿Dos?… ¿No eran tres hace un momento?.. En efecto, eran tres pero uno ya había salido porque mientras que aquella cruel batalla, injusta, generada, seguramente por elementos disidentes que no pudieron subir a los primeros botes, el capitán, el primer y el segundo oficial y los representantes de las distintas opciones propuestas para evacuar la nave tomaron la decisión dura, heroica, dolorosa pero absolutamente necesaria, de ponerse a salvo para dar testimonio ante la Historia de tan trágico naufragio, testimonio que, naturalmente, será discrepante ya que el cumplimiento del mandato recibido de sus representados impondrá que cada dirigente culpe al capitán y a los representantes de las otras opciones de no haber sido capaces de controlar la situación. El capitán culpará a los oficiales y a la cadena de mando por haber obedecido las órdenes de los representantes de los infortunados pasajeros en vez de la suya, el primer oficial señalará que intentó una coalición con uno de los grupos para tomar el mando . Alguien, mientras tanto, se ocupará de rescatar a los supervivientes, seguramente ya irán en camino los rescatadores.
Los ocupantes de las primeras barcazas salvavidas, si fuesen capaces de llegar primero, acusarán a los dirigentes, tripulantes y representantes legítimamente elegidos, de haber provocado el desastre y se erigirán en victimas milagrosamente salvadas por un guía, un pasajero que tuvo el valor de tomar decisiones acertadas en plena tragedia mientras los demás andaban reunidos en plenarios, comisiones y asambleas .
Del resto de los que iban a bordo rescatarán con vida a lo sumo a un puñado que, una vez salvados, se alinearan con sus representantes para emprender las reivindicaciones y pelear contra los demás
Podría ser una pincelada, un bosquejo de un guión de cine ¿verdad?
El barco de la película se llamará España.
Manuel Alba