Muchas veces me pregunto si las personas, determinadas personas, son capaces de alcanzar a comprender el significado de las propias palabras que pronuncian más allá de su intencionalidad al pronunciarlas Me ocurre con frecuencia al escuchar o leer esas sentidas intervenciones de determinados personajes públicos, casi siempre políticos, en los homenajes y panegíricos a personas cuya importancia excepcional desconocen más allá de la inconsistencia de las cuatro notas tomadas con desgano y con las que se pretende construir un sonoro discurso.
Y en este sentido, llevo ya bastante tiempo reflexionando sobre unas palabras de un prócer sobre una persona excepcional, y las transcribo: «La figura de María Zambrano, su pensamiento y su obra tiene una gran vigencia en la actualidad, y es por ello que desde su tierra natal vamos a trabajar para seguir promocionando y poniendo en valor el legado artístico y filosófico que ha dejado a la humanidad».
Ciertamente resulta fascinante como se puede decir algo así sin darse cuenta del profundo significado contenido en tal aseveración, que, por otra parte, alcanza el objetivo laudatorio y propagandístico pretendido por quien las expreso.
María Zambrano ha sido homenajeada merecidamente siempre, aunque en algunos casos de una forma intrínsecamente extravagante, como es el hecho de darle su nombre a una estación de ferrocarril, la de Málaga, o a un barco de salvamento Marítimo seguramente sin que nadie cayera en la cuenta de que la pensadora dijera : nos presentamos hoy con técnicas, razones técnicas, también análisis igualmente técnicos del alma reducida a psique, a máquinas.
La pensadora, nacida en Vélez Málaga, enterrada en la misma ciudad, vivió en la misma escasamente un año. Sus padres eran maestros y se trasladaron allí al obtener plaza en 1.901, si bien, como debería ser conocido, ni D. Blas ni D.ª Araceli se sintieron entusiasmados en esa localidad malagueña y no ocultaban su interés por salir de allí. Con un año o poco más, María abandonó Vélez Málaga, instalándose la familia en Madrid, pasando poco después a Segovia, donde paso diecinueve años de su vida, estudió el bachillerato, tuvo sus primeros amores, entre ellos uno que resultaría truncado por la familia como resultó su relación con su primo Miguel, que fue resuelta al modo más tradicional, con el envío del pariente, tras casi cuatro años de noviazgo, como profesor de español a un lugar lo suficientemente lejano: a la Universidad de Osaka, en Japón.
En 1.924 la familia se vuelve a instalar en Madrid y allí, haciendo gala de una voluntad y un tesón férreos, María inicia sus estudios universitarios como alumna en régimen libre, pues su salud fue su punto débil. Ella fue uno de esos típicos ejemplos de mala salud de hierro, en los que los achaques y males no abandonan desde la infancia, aunque se alcance una edad avanzada. ¡Murió con 87 años!. Y desde el inicio de sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras hasta una avanzada edad, su actividad fue incesante.
Fue profesora auxiliar en el departamento de Metafísica de la Universidad de Madrid que dirigía Zubiri y de todos resulta conocido su vinculación discipular con Ortega y Gasset. En marzo de 1.932, influida por Ortega, quien se quedó en la sombra, María se embarcó en un proyecto de escaso recorrido pero muy perjudicial para ella: Se trataba de la fundación de un partido político para lo que se lanzó un manifiesto y una especie de gestora que se llamó Frente Español y al que se trató de incorporar José Antonio Primo de Rivera, sin que llegase a lograrlo. La pensadora intuyó la inoportunidad del proyecto y lo disolvió, pero pronto surgiría con las mismas siglas Falange Española, y no fue en absoluto agradable aquella coincidencia para ella.
Su actividad durante la República y hasta el exilio también es de sobra conocida, siendo políticamente independiente, entregada a su labor docente y a la actividad cultural. Se casaría en septiembre de 1.936 con otro discípulo de Ortega, Alfonso Rodríguez Aldave, diplomático de carrera, el matrimonio que no cuajó y tras la Guerra Civil y los vaivenes del exilio quedaría definitivamente roto en 1.948, aunque el divorcio no se consumaría hasta 1.957. María vivía desde hacía tiempo separada de él, y conviviría con su hermana Araceli hasta la muerte de ésta.
París, Puerto Rico, Méjico, Cuba, Roma . Un peregrinar de ambas hermanas lleno de experiencias y anécdotas, como las forzadas salidas de Italia, una por no serle renovados los documentos de residencia en 1.950 y otra, ya en los años sesenta, debida al acoso que sobre ellas ejercía un vecino y parlamentario que logró que se las expulsase de Roma a causa de los gatos de Araceli, un buen número de felinos que las acompañaban allá donde se trasladaban. A finales del verano de 1.964, las hermanas Zambrano, calificadas por las autoridades italianas como personas peligrosas, y sus gatos marchaban para la región del Jura francés, limítrofe con Suiza.
Las relaciones amorosas de María Zambrano que llegaron a trascender, aparte de aquel juvenil noviazgo con su primo Miguel, o su matrimonio con Rodríguez Aldave, serían siempre infecundas, como la que mantuvo con Gustavo Pittaluga, un médico e investigador florentino, nacionalizado español, que fue Diputado en las cortes Constituyentes de 1.931 por la Derecha Liberal Republicana, partido de Niceto Alcalá Zamora. Treinta años mayor que ella, Pittaluga se exilio en Cuba y parece que esta relación y su ruptura fue la causa de la permanencia de la pensadora en la Habana desde 1.948 hasta 1.953. Se especulo también con una posible relación amorosa entre María Zambrano y el pintor Ramón Gaya, pero lo que consta es una profunda amistad entre ambos plasmada en el intercambio de correspondencia y los encuentros mantenidos entre ambos en Roma.
Tras el exilio, precedido de amargos tiempos en los que la muerte de Araceli fue seguida de un agravamiento de su salud, vivió en el entorno de Ginebra hasta su regreso a España. Ese regreso se fue aplazando a causa de los achaques y, finalmente, gracias a la intervención directa del Profesor Jesús Moreno Sanz, el indiscutido gran conocedor de la obra de María Zambrano, quien fue a buscarla y acompañarla. Se estableció en Madrid, donde siguió con su frenética actividad aunque sin salir prácticamente de la ciudad y de su casa Murió el 6 de febrero de 1.991, no habiendo vuelto en vida a la ciudad donde nació y donde fue sepultada.
Las palabras que me llamaron tanto la atención y reproduje al principio las pronunció el Alcalde de Vélez Málaga con ocasión del último aniversario de la muerte de la pensadora, y su contenido implica un compromiso que jamás podrá cumplir un político, ni un partido, ni ningún tipo de corporación. María Zambrano no es comprensible sino desde la perspectiva metafísica de su obra que se distancia mucho más que mucho de un mundo tecnificado hasta la deshumanización, entregado a un materialismo lo suficientemente letal como para matar cualquier conexión del hombre con su propio espíritu, evidenciando, usando sus propias palabras que la primera realidad que al hombre se le oculta es él mismo.
¿Se puede promocionar y extender desde el plano político, en la llamada civilización Occidental del siglo XXI, el pensamiento metafísico de María Zambrano expresado en el conjunto de su obra magistral?. La respuesta ha de ser negativa por lo incompatible que resultan los intereses que mueven a un mundo decrépito y decadente con las ideas de la pensadora. Nótese la preocupación por la vida espiritual tan ajena al presente que contienen palabras tales como. Hoy, leyendo a Louis Massignon, he comprendido que Occidente avanza hacia su suicidio. Ese Louis Massignon fue un gran islamólogo francés que influyo comprensión de la pensadora de todo el valor ético y cultural de la gran tradición musulmana, no siendo él la única fuente en la que buscó repuestas a los problemas fundamentales de su pensamiento que no son sino la relación del hombre con la divinidad.
¿Puede pretenderse desde el terreno sociopolítico promocionar la obra en la que se recogen los diálogos de María Zambrano con Henry Corbin, con el exotérico René Guenón, o el sufí Frithjof Schuon?. ¿Es compatible el pensamiento de esta fascinante mujer, que considera que la máxima expresión de la tragedia humana consiste en que el ser humano contemporáneo se plantee su presente y su futuro sin contar con la divinidad y que acusa a Hegel de haber llevado al límite extremo tal planteamiento?.
No parece que la autora haya sido tenida en consideración más allá del interés político que se deriva de la explotación de las figuras que un día se vieron obligadas a sufrir el exilio, que quienes hacen discursos laudatorios y promesas vacías al aire se hayan leído, por ejemplo El Hombre y lo divino, o las obras completas de la autora, en concreto esos textos exotéricos del volumen cuarto: Historia y Revelación, La palabra Desde luego que el pensamiento y la obra de María Zambrano tiene una gran vigencia en la actualidad, pero esa frescura, ese valor de presente no puede ser reivindicado ni potenciado por y desde las estructuras de un sistema político que se mueve muy lejos de los perfiles de su visión, y para muestra sirva La agonía de Europa, obra publicada en 1.945 recopilando los cuatro artículos escritos durante la Guerra Mundial desde 1,940 a 1944: La agonía de Europa, La violencia europea, La esperanza europea, y La destrucción de las formas, respectivamente.
Desde la pregunta ¿Qué ha sido de Europa? , configura los pilares sobre los que esta se cimenta que le resultan ser una idea sobe Dios, una divinidad dinámica y creadora; en concurso con una idea común de la filosofía, la historia, la existencia y la religión que se forja de la divinidad, para tratar a partir de ahí y desde el nacimiento de la vida europea, la causa de la violencia. Trata de buscar un camino hacia la esperanza, pero este se ve obstaculizado por le costumbre europea de vivir en el fracaso por lo que pocas son las esperanzas.
Veía Zambrano, que resultaba «Imposible que un europeo hable hoy sobre Europa, o quizás sobre nada, sin que resulte una especie de confesión y hasta un llanto. Confesión, queja y llanto tienen algo de estallido del corazón y avergüenzan siempre un poco. Pero que estalle el propio corazón, cuando parece estallar el corazón del mundo, no resulta excesivo», describiendo así una situación plenamente vigente hoy, cuando como en los años que escribiera esos artículos, todo es color de imperio, de comercial imposición. ¿Se puede defender desde la partitocracia esta singular y efectiva, real y actual posición contra el sistema de articular Europa?
Me resulta absolutamente contradictorio y absurdo que por circunstancias de conveniencia política e ideológica se prometan ese tipo de imposible. ¿Cómo van a poder defender unos políticos, unas instituciones ideas fundamentadas en, precisamente y en gran medida, la necesidad de volver a la tradición, a los valores espirituales para que el orden sea restablecido, proponiendo el rencuentro con la Divinidad, la búsqueda, al modo de los iniciáticos, de la palabra perdida? Como puede entenderse el pensamiento de María Zambrano y su propuesta de superar la modernidad y sus conflictos y contradicciones constantes y crecientes a través de la recuperación del sentimiento íntimo, entrañado de Dios. Aseverando que hay que hacer el esfuerzo por recuperar a ese Dios cristiano del amor, a ese Dios cordial que nos transporta al sentimiento de copertenencia al mundo.
No es, desengañémonos, el pensamiento de María Zambrano lo que se pretende potenciar, ni el fomento del conocimiento de su obra con toda su carga mística, esotérica, metafísica y religiosa, plenamente vigente para quienes vemos la inminente caída de la maltrecha y corrupta Civilización Occidental por el concurso de su propia podredumbre y determinados factores externos. ¡Lo de menos es esa obra, ese pensamiento supremo, genial y visionario! Lo importante es la politización interesada de su figura, la imagen de la anciana octogenaria regresada del exilio a la misma España de buenos y malos que abandonó, monopolizada y polarizada en torno a un lugar, una ciudad donde nació por accidente pero que ha creado un mito y una leyenda en forma de relación y sentimiento artificial de pertinencia. Es lo propio de las Españas, de las dos o tres Españas que siguen siendo. La María Zambrano anciana y enferma que regresa tras 45 años de exilio para encerrarse en un piso de Madrid es la que conviene por ser la políticamente correcta la pensadora profunda, creyente cristiana a su modo peculiar pero reivindicadora de la vuelta a la antigua tradición como premisa primordial para la salvación de Occidente, distante de las ideologías ante las que no claudicó incluso rechazando en su juventud la militancia y el escaño ofrecido por los socialistas, esa María Zambrano no interesa a quienes practican exactamente lo contrario de lo que ella predica.
Pero así se escriben estos momentos de caos Un alcalde dice en su pueblo natal y ante su tumba aquello de que «La figura de María Zambrano, su pensamiento y su obra tiene una gran vigencia en la actualidad, y es por ello que desde su tierra natal vamos a trabajar para seguir promocionando y poniendo en valor el legado artístico y filosófico que ha dejado a la humanidad». Palabras vacías pero resonantes en el ámbito de la monopolización partidista de la cultura y el pensamiento pronunciadas en el lugar adecuado: ante una tumba que recoge los restos de María, de su hermana Araceli que no llegó a nacer en Vélez Málaga, y de de su madre, Dª Araceli condenada eternamente a permanecer en aquel lugar de donde ella y don D. Blas, su marido no deseaban más que salir lo antes posible.
Patético me resulta todo esto, pero en esta España vale todo.
Manuel Alba