Desde mi estatuto de reclusión forzada no quería escribir más en estos días, consciente de lo abrumadas que están las cabezas con los problemas que acarrea este sin vivir diario en el que desde las noticias, a veces contradictorias, a las comunicaciones por redes sociales, todo se vuelve una invasión tendente a radicalizar el miedo, la inquietud, la zozobra del ánimo de los ciudadanos.
Pero hay cosas que hieren y se han de lamentar, y sobre las cuales no puedo por menos que opinar con todas sus consecuencias. Una de ella aparece en el Boletín Oficial del Estado de modo inocuo, el sábado 21 de marzo, conteniendo una resolución del viernes 20 adoptada por el Ministerio de Justicia, amparándose en los Reales Decretos de 14 y 17 de marzo. La resolución acuerda: “Reanudar por razones de interés general todos los procedimientos para solicitar y conceder la gracia del indulto que estuvieran en tramitación con fecha 14 de marzo de 2020 o que se hayan iniciado o vayan a iniciarse con posterioridad a dicha fecha”.
¡Qué mal suena eso! De qué modo los poderes excepcionales del estado de alarma pueden derivar aprovechando la crisis sanitaria. Y ya lo ha visto la sociedad española que, confinada de sus casas, ha visto como los líderes que encabezan el Gobierno del Estado, a pesar de tener obligación de guardar cuarentena, quiebran sus propias normas para poder ejercer un mando indisimuladamente bicéfalo y en mitad de un seísmo indisimulado, una lucha de facciones para ver quien se impone a quien.
¿Interés general la cuestión de los indultos?. ¡Si un indulto es un trámite que se eterniza en la burocracia del Ministerio de Justicia desde tiempos inmemoriales ¡ ¿Acaso no será que hay urgencia en tramitar ciertos indultos comprometidos pos el Gobierno para sacar adelante una legislatura muerta, un aborto inviable que ahora, en estas horas puede dar rienda suelta a las ambiciones de sus facciones con el Parlamento paralizado y privado de su función de control? ¿Cuál es la urgencia de esta resolución para que prime sobre cualquier otro tipo de medidas?
En días de angustias como estos se han de escuchar cosas tales como las manifestaciones de un ministro, D. Pedro Conde Duque, que en rueda de prensa del viernes manifestó, como han recogido algunos medios que: «Los investigadores españoles empezaron a trabajar de forma intensa en cuanto se conoció esta enfermedad durante el mes de enero. Ya el 2 de febrero tuvimos una reunión con los profesores Enjuanes y García Sastre, este último trabaja en Nueva York, para asegurar que tengan las máximas facilidades, así como todos los medios necesarios.. Ese día, ya liberamos medios e iniciamos cambios legales para reducir plazos, culminados en el real decreto ley de estado de alarma donde hemos puesto todas las medidas en funcionamiento…», todo un reconocimiento de que desde el día 2 de febrero se tomaron decisiones en cuanto a medios y cambios legislativos por parte del Gobierno de España, que actuó el día 14. Ahora es urgente el tema de los indultos, seguramente para darle otra patada en el culo a la Justicia, por aquello de no judicializar la política, claro está, todo en la línea de la frase que tanto cito y que tanto he de citar si el futuro me lo permite, que aquel inefable Manuel Azaña pronunciase en sede parlamentaria en otros días de gloria frentepopulistas: “¿Qué es eso del Poder judicial?…¡Yo no conozco tal Poder”.
Efectivamente, no judicializar la política es no reconocer tal “Poder Judicial”. ¿eso qué es?. Eso es dar valor y reconocer autoridades que no tienen ese carácter por estar en permanente comisión de delito, en lo que técnicamente se denominaría delito continuado, eso es decir, o que ha dicho el ministro de Ciencia (y ficción) D. Pedro Conde Duque que consiste en reconocer que desde el día 2 de marzo se tenía plenamente conocimiento de una grave situación sanitaria, se trabajó de hecho en ese escenario, haciendo previsiones de medios y tomando medidas de cara a legislar pero no se actuó hasta doce jornadas después. El Código Penal español castiga los delitos que se cometen por acción o por omisión, y una inacción reconocida de este calibre por lo visto, no debería llevarse ante la Justicia. Tampoco los delitos contra la Jefatura del Estado, ni, en definitiva, las actuaciones que implican el arraigo de la desigualdad entre españoles, fundamentadas bajo el manto de un falso interés general. El interés no es general, no, es particular e ideológico, es un giro más hacia en cesarismo.
Las instituciones de un Estado sobredimensionado en el que han de cuidarse los intereses de esa enorme cantidad personas apesebradas en torno al poder populista del modo en que ya nos lo venía previendo la historia que nunca miente, la historia de verdad, no esa historiografía artificiosa y contradictoria, están colapsadas por su crecimiento, y para muestra solo hay que observar ese Gobierno multiplicado para darle sillas a todos los que apoyan a Pedro el Grande, que lo apoyan hasta que vean la forma de suplantarlo. España está colapsada por un virus, si, por una epidemia, pero también, y no se debe olvidar, hay otro virus que es el de la ambición omnímoda de poder de unos pocos que harán lo que puedan y más para mantenerse. Y los españoles, en muchos casos, ahora, en su reclusión, empiezan a darse cuenta de que están sentados en un polvorín y que los otros grandes problemas del país, siendo el prioritario, por supuesto, la salud de la población, siguen su marcha con menos transparencia que nunca, que las concesiones a los independentistas y la rendición ante Cataluña marcha de tal modo que ni las sangrantes declaraciones del indeseable personaje Sr. Torra a la BBC de Londres se tienen en cuenta ni se responden, siguiendo hablándose de conversaciones, mesa de trabajo, entendimiento.
Los españoles se dan cuenta que la economía se va a resentir mucho de este trance y que su bienestar no va a poder garantizarse, pero viendo ahora que partíamos ya de falsas promesas, cálculos engañosos y mucha mentira… Las proclamas de un Jefe de Gobierno que responde a las preguntas que le hacen los medios con consignas ideológicas, igual que su vicepresidente forzoso, Sr. Iglesias, empiezan a no convencer como tampoco convencen los contrarios, porque al cabo, esta epidemia pone en guardia sobre el fracaso de todo un sistema, que se sostiene con débiles apoyos y en el marco de un conjunto de naciones que juegan a aparentar una unidad absolutamente fracasada. Sánchez asume toda la responsabilidad de lo que pasa, dice en rueda de prensa, pero, ¿sabe lo que pasa?. El coronavirus es como la lucha por el poder, expansivo y contagioso, solo que él primero no es más que un virus, algo que llega, se instala y enferma a las personas, pero con mayor o menor esfuerzo, sembrando dolor y desolación, causando muertes y daños irreparables, acabará siendo vencido, como lo fueron tantos otros males de esta categoría. La ambición de poder, la lucha por alcanzar ese pódium y permanecer en él a costa de lo que sea no tiene cura.
Tenemos que llegar al final de la próxima semana fuertes, nos ha dicho hoy ese Pedro Sánchez de fácil palabra, y la gente tratará de hacerlo, la mayoría en sus casas, admirablemente, como en el edificio en el que habito, un complejo de apartamentos en el que viven gentes de las más diversas procedencias y costumbres, normalmente en superficies pequeñas, donde abundan los niños y que está siendo un modelo de solidaridad y convivencia, donde cada cual hace lo que puede por el vecino. La ciudadanía responde y es fuerte a pesar de estar adormecida aún por los falsos profetas y empieza a despertar de su letargo, desencantada, pero responde no solo por mero instinto de supervivencia sino por solidaridad, y se mantiene en sus casas, confinada, con sus hijos preguntándose por el futuro y empezando a dudar, a cuestionarse si el después debe ser igual o habrá que pensar en cambiar rumbos.
Hoy me decían que este maldito virus ha traído algo bueno: ¡el despertar de la solidaridad!, no pude reprimir mi rechazo a tal afirmación porque esta epidemia no ha traído nada bueno, y ni eso se le puede reconocer. La solidaridad, el buen hacer, son sentimientos del alma humana que siempre están ahí, deseando asomar, y a esta epidemia, a este coronavirus no se le puede reconocer más que lo que es: una tragedia, una maldición que nada tiene de bueno. ¡Ningún drama de esta índole tiene nada bueno, salvo su desaparición!. Lo cierto es que ayuda, eso sí, ayuda a despertar, a ver las cosas desde todos los prismas que permite verlas el largo confinamiento, el cese de la actividad cotidiana, del estrés del día a día, y puede contribuir, y mucho, a construir una sociedad más crítica y menos amorfa, menos masa.
Es momento de ir anotando, porque habrá que ir pensando en pasar factura de todo, no de los amargos días del presente, sino de todo ese conjunto de situaciones que se han aceptado, de destrozos que se han admitido, de cosas que se han ido dejando pasar, de mentiras, promesas incumplidas, falsedades, provocaciones, inquietudes, miedos… Habrá que ir pensando si no está llegando el día de un nuevo amanecer, no solo para esta maltrecha España, sino para una humanidad decadente que ha acabado sucumbiendo en la decadencia más feroz a fuerza de ir dejando pasar, ir dejando hacer, delegar tal vez demasiado, sin parar a reparar en las consecuencias. Esta es la tierra de las citas, donde siempre gusta recordar de Ortega aquel “Yo soy yo y mi circunstancia”, siempre aplicándola sin querer recordarla en su integridad: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” y esa es la verdad del cuento, si no salvo mi circunstancia, yo no me salvo…esa circunstancia que llevaba a afirmar al pensador madrileño en el horizonte lejano de 1.922, hace ya casi cien años, que “dondequiera asistimos al deprimente espectáculo de que los peores, que son los más, se revuelven frenéticamente contra los mejores”, hoy ya no se distingue en la mediocridad esa línea que pueda separar los mejores de los peores y hay que empezar a marcarla.
¡Hay la historia, la historia y su memoria! ¡Ese maldito tener razón de Ortega!. Leerlo ahora, cien años después hace saltar del asiento, y ese socialismo español debatiéndose en la permanente contradicción para tocar y mantenerse en el poder. Hasta han de llamarme mentiroso quienes lean que unos de los mayores beneficiados de la Dictadura de Primo de Rivera fue el PSOE, al que no le importó en aquellos días que se produjera una fractura en su seno. ¿No lo saben, les resulta novedoso? Pues fue así: La maquinaria, la burocracia del PSOE en manos de Largo Caballero, el llamado Lenin español, y Julián Besteiro se pusieron al servicio de aquella dictadura que tenía, según las crónicas de la época, inspiración mussoliniana, para extirpar la corrupción política y el problema catalán, porque entonces, entonces y hasta el Estado de las Autonomías, hasta anteayer, el PSOE era lo que ahora llaman españolista.
Los dirigentes sacaron tajada, y Francisco Largo Caballero, era nombrado consejero de Estado, sin importarle pactar con aquel régimen nada democrático, muy por el contrario u a través de, Besteiro acordaba con el general Primo de Rivera un sistema de alternancia bipartidista, en la que la Unión Patriótica, partido del Dictador, y el PSOE, la izquierda, oficializarían una pretendida democracia, aunque nunca llegó a ponerse en práctica aquel pacto. Después se querría desvincular pactando con los partidos republicanos burgueses, el famoso Pacto de San Sebastián, pero la verdad es esa, que estuvo a favor de aquella dictadura por considerarla “regeneracionista”, aunque luego se justificase que el motivo era el permitir trabajara la UGT en libertad. Ahora ya no es el independentismo la bestia negra, aquella contra la que el propio Azaña arremetiera en sus “Diarios” o en “La velada en Benicarló”, ahora facilita poder al nuevo Largo Caballero.
Hoy la gente debe saber y aprender, despertar y vigilar… Quien pueda que se repase “La España invertebrada” de Ortega y Gasset, o que escudriñen las hemerotecas o los diarios de sesiones de aquella época que no se quiere que tenga ni memoria ni historia….