En este tiempo de confusión y de caos se están viviendo todas las posibilidades que la degeneración de lo político puede ofrecer… ¡Un escándalo cada día, una mentira a cada rato y una ambición de poder que impide pensar ni tan siquiera en un cambio. Y se entiende que todo vale para mantenerse en esa situación que permite dominar a la sociedad, a la masa.
Se cansa uno de escuchar hasta tal punto que resulta tedioso estar pendiente de las noticias y la gente más consciente se indigna, pero la cosa no pasa de ahí, esperando que un alguien indeterminado, difuminado, etéreo e impreciso, reaccione, sea de modo individual o colectivo.
Todos los días se podría hacer una nueva relación de atropellos y barbaridades mientras la sociedad calla y se somete borreguilmente a que en unos ignorados técnicos, tan anónimos como impronunciables, dictaminen, supuestamente, con sus informes la ascensión en una escala de fases, 1, 2, 3…cuando van recuperándose las libertades aplastadas y administradas dosificadamente según los intereses del poder. Todos los días la población recibe mensajes triunfalistas sobre supuestos progresos… ¿Qué progresos?. Se dice que es un éxito que la bolsa haya subido, pero no se explica, por ejemplo, y en el caso de esta cuestión concreta, ese alza se debe a la especulación y la compra de valores a precio de saldo. ¡Pero la gente se cree todo o está interesada en creerlo!
Frente el caos y el desgobierno a todos los niveles se propagan noticias sobre una hipotética recuperación, por ejemplo, la del sector turístico. Sobre el turismo, despreciado por un Ministro insensato, con un Ministerio vacío de contenido, nadie explica que no hay en el mundo interés de acudir a un lugar en el que reina un estado de cosas infumable, y por mucho que se quiera confundir, los países cuyos ciudadanos formaban la clientela masiva del sector previenen y prácticamente proscriben España como destino y el miedo a verse atrapados en la vorágine del desconcierto ahuyenta la apetencia de venir. Por otra parte, no se cuenta, premeditadamente, que esos ciudadanos extranjeros de clases medias que acudían masivamente a nuestro país han visto también mermados sus ingresos, que han sufrido deterioros considerables en sus economías y no pueden permitirse viajar.
Y aquellos que por cuarentena se mantienen aquí, y eso es necesario sondearlo en vivo y en directo, están deseando de regresar a sus países y no sería extraño que fuesen regresos sin retorno…incluidos de aquellos que residen permanentemente y se plantean deshacerse de sus propiedades, impulsados por la inseguridad jurídica y la incertidumbre que supone la tensión permanente en la vida política y la amenaza de políticas fiscales por parte de la coalición gubernamental.
El turismo está seriamente tocado por la actuación de los políticos, y es posible que la recuperación sea, además de lenta, poco segura, y la situación internacional no acompaña, como tampoco lo hace el cierre de fronteras o las alarmantes noticias que publican los medios de comunicación más notables del mundo. Todo se conjura en contra, pero desde la propaganda oficial del régimen se minimiza la situación, a pesar de que incluso en la progresión impuesta de las célebres fases es palpable en la calle la falta de concurrencia de la ciudadanía a bares, restaurantes y comercios por miedo, por duda o también porque la capacidad adquisitiva de los españoles ha disminuido considerablemente, porque el fantasma del paro y el miedo a las previsiones de futuro hacen que se administre en cada hogar hasta el último céntimo y se mire por evitar el gasto en lo que, al fin y al cabo, es secundario. Y la contemplación de la realidad diaria en lugares como en los que vivo propicia poder hacer estas afirmaciones.
Sectores también primarios y esenciales se resquebrajan, por ejemplo, la industria automovilística que ha empezado su propia “desescalada”- (¡Vaya palabro!) – con la salida de la primera multinacional. La bajada del mercado internacional, las dudas sobre el futuro de España y factores de costos y estrategias de mercado amenazan ese sector en un clima en el que no existe ni una marca española y en el que se depende de que los grandes del sector asignen o no producción a sus sucursales en nuestro territorio, según les resulte, en definitiva, que les salen las cuentas. ¡Pero todo está perfecto, cada día mejor!. Incluso hasta esa Comisión de Reconstrucción que nos presenta una deplorable imagen de gallinero revuelto, o esas Cámaras convertidas en guirigay de colegiales donde se practica la dialéctica de niños acusándose de malos, o de peores.
En medio del tumulto, las puertas giran más que nunca y el enchufismo dedocrático brilla en una etapa de esplendor como nunca hubo en España. ¡Con Franco por lo menos se disimulaba!. Las direcciones generales de los diversos Ministerios nunca fueron tan descaradamente otorgadas por compinchería como en nuestro presente, y, a pesar de la crisis total, la nómina del núcleo gubernativo nunca se vio tan aumentada, trasponiendo la Ley, además, puesto que para ser director general de un Ministerio puesto que según regula la Ley 40/ 2015 se requiere ser funcionario salvo cuando una dirección general en concreto sea excepcional por sus características y requiera a una persona concreta o determinada en razón de esa excepcionalidad, aunque no tenga la cualidad de funcionario público. Sin embargo, mírense los expedientes de los directores generales del gobierno de frente popular y juzguen, muy especialmente en el último caso de nepotismo en el que se ha creado una dirección general a medida del amigo personal de Pedro Sánchez en un área en la que las competencias están en manos de las Comunidades Autónomas. ¡Estas cosas se saben!
Tumulto, algarabía, descontrol absoluto, muertos cuyas cifras varían ostensiblemente de lo oficial a lo real porque se nos trata de convencer que una diferencia de 15.000 muertos se puede deber a causas diferentes al COVID 19. ¿Acaso son defunciones por una epidemia masiva de “otras causas”?
Y si este país esta descuartizado y dividido por el gobierno frentepopulista, justo es decir que los otros partidos no van a la zaga en incompetencia e irresponsabilidad, porque en el sistema, en la pretendida democracia parlamentaria, se va a la caza del poder sin más miramientos, aunque unos sean más disimulados y prudentes que otros, y los intereses del votante no importan para nada a ningún partido, a ninguna secta política.
Las coaliciones, aunque sean contra natura, se mantienen aunque de hecho estén rotas, gobiernan en cierto modo las minorías, y en determinados lugares de la España de taifas que nunca debió de existir, los miembros de las coaliciones se traicionan y apuñalan ante el regocijo mediático. En el propio gobierno hay división manifiesta, pública y notoria pero todos dan la vida por el sillón y aceptan lo que sea por estar en la mesa del Consejo de Ministros…
Mañana nos veremos cara a cara con otro escándalo, otra filtración, otra barbarie, y pasado igual… aunque, ¡eso sí!, se nos promete un nuevo amanecer, una nueva etapa que le han dado por llamar “nueva normalidad”. Me pregunto que será eso, porque entiendo, y creo que todos deberíamos de entender, que la normalidad es eso, normalidad, que no hay normalidades viejas ni nuevas… Anunciar la “nueva normalidad” es un despropósito, es una falacia, es una desvergüenza que no se debe aceptar porque consiste en la perpetuación del intervencionismo del poder Ejecutivo en la vida ciudadana, la consolidación de un régimen totalitario de restricción de libertades y la elusión de tener que rendir cuentas por el mal causado al pueblo español. ¡Que “nueva normalidad” ni que ocho cuartos!. La normalidad es solo una y es esa la que hay que recuperar para, a partir de ahí, hacer resurgir, con esfuerzo y un alto grado de sacrificio la vida de siempre.
Es indignante que nos acostumbremos, que admitamos la “nueva normalidad”, que supone la implantación de la anormalidad y la entrega de su conducción a unos personajes siniestros, esquizoides y extremadamente peligrosos y hay que reaccionar contra ella y no admitir más imperativos categóricos ni más monsergas.
Manuel Alba
6 de junio de 2020