Las circunstancias precipitan los acontecimientos y la confusión crece en este país. El nerviosismo se ha apoderado de la sociedad y el Poder se muestra cada día más agresivo, imponiendo a fuerza de decretos una voluntad de naturaleza dictatorial y con medidas esquizofrénicas. ¡Todos los sectores han sido tocados y todos los terrenos han sido zarandeados al son del populismo!
La hecatombe económica que ya ha empezado a manifestarse, aunque se argumente que es cosa de futuro, inmediato pero futuro al fin y al cabo, y que se toman medidas para paliar la crisis. Los sectores productivos ha sido tocados de tal manera que han sonado todas las alarmas, con el cierre de empresas, con pérdidas irreparables de puestos de trabajo y con la perspectiva de una desinversión que se incrementa con las amenazas, los “avisos”, de medidas económicas y fiscales que ahuyentan todo interés de inversión. La recuperación del sector turístico está en entredicho y prueba de ello son las desacertadas previsiones triunfalistas, con todo un aparataje de propaganda en el que se fijan las perspectivas en el turismo interior, cuando a las fechas que estamos no hay libertad de movimiento en el territorio nacional, ni tampoco hay medios, no hay dinero en el bolsillo de los españoles para hacer turismo, para dedicar al ocio, y para colmo el temor que se ha generado con el plan piloto de Baleares y su experimento de admitir viajeros procedente de una Alemania en la que rebrota la epidemia. ¡El sector turístico ha sido torpedeado sin piedad desde el Poder!
La sanidad vive un momento en el cual se ha de prever una irremediable explosión de los sectores profesionales, que han hecho mucho más de lo previsible en un estado de escasez de medios y de precariedad en el empleo y en su remuneración, entregada a los vaivenes de un debate forzado en el que se desprecia el sector privado, queriéndolo eliminar promoviendo la exclusividad lo público… Ciertamente, la pretensión de abolir los recursos sanitarios privados es un deseo que desean hacer realidad la izquierda gobernante, aunque entre en contradicción con su propia praxis, pues cuando precisan servicios médicos, el Poder acude a los hospitales y centros sanitarios privado.
También queda en evidencia la forma de dinamitar la educación. Este sector es de los más desgraciados en su tratamiento desde tiempos seculares en esta España, siendo sometido a cambios radicales desde las ideologías en el Poder. La educación ha sido un arma ideológica que ha servido para dinamitar la sociedad española desde el Estado de las Autonomías, poniéndola en manos de los diferentes reinos de taifa de una manera absolutamente negligente y suicida. ¡Ya se podría haber imitado en su día las disposiciones contenidas en los artículos 48, 49 y 50 de la Constitución de la II República, que garantizaba el control de la educación y la cultura desde el Poder central, dejando muy poco margen de iniciativa a las autonomías que ya en 1.931 se preveían! Romper la unidad en materia educativa y cultural fue la llave de la desmembración del Estado, y fue expresamente acordado en la famosa transición para favorecer a unas minorías que hoy imperan y desintegran la unidad de España. Y la Ley en materia educativa aprobada en estos días de anormalidad institucional ya supera todos los límites de lo admisible y tolerable, con una regulación de carácter soviético al gusto de los socios de gobierno del Partido Socialista para poder amordazar aún más, para domesticar y condicionar ideológicamente a las futuras generaciones, no conformes con haber sembrado la ignorancia y el desconocimiento hasta llegar a un nivel menos que mediocre hasta el momento.
La manipulación en las llamadas “políticas de igualdad”, la discriminación del género masculino y su represión cada día más notoria en la vida social es algo que causa pavor. La degeneración ha llegado a tal nivel que se prima tanto a la mujer y a sus pretendidos derechos resultantes de una ilusoria y pretendida opresión machista que la primacía femenina en el mundo laboral y en la vida pública es abusiva y también, y no me duelen prendas decirlo, resulta injustificada, y a la vista está. La discriminación positiva en favor de la mujer impone llevar a muchas de ellas, demasiadas, a ocupar cargos sin justificación por méritos y en detrimento de los hombres. La llamada a la aniquilación, al odio a lo masculino, con medidas desigualitarias y aberrantes, ha conseguido aplastar y diluir la propia estima del hombre, y en muchos casos, crear un sentimiento de culpa ilegítimo, falso y antinatural.
Las mismas políticas llevan a la indefensión cuando se trata del tema racial, sobre el que está vetado hablar si no es para asumir unos parámetros, unos dogmas absolutamente falsos. ¡Hay que tener complejo de racista, xenófobo y hasta esclavista para acompasar el paso con la visión revisionista, absurda, fanática y cargada de ignorancia que impone la Historia en versión del Poder oficial, frentepopulista y canceroso de España! Tal ignorancia impone la claudicación ante minorías que constituyen peligro, alarma social en la ciudadanía y el fomento de sometimiento que vivimos. La ignorancia y el interés ideológico nos imponen silencio y acomplejamiento.
¡La incertidumbre nos desborda!
Y las perspectivas nos llevan por el camino de la confrontación, digan lo que digan desde los estamentos públicos y manifiesten lo que manifiesten los dirigentes políticos de uno u otro color, porque al cabo lo que hoy se padece es fruto el ayer y se pudo haber evitado, y no me refiero, obviamente, a la epidemia, a ese virus que tanto ha servido al Poder presente para poder retorcer las instituciones y avanzar hacia el totalitarismo. Naturalmente, nadie debería desear esa situación peligrosa, pero la realidad nos enfrenta a que se está promoviendo y se quiere llevar la sociedad al límite.
Así, a través de las redes sociales o de las informaciones mediáticas, empezamos a conocer situaciones de amenazas y de verdadera incitación a la violencia sobre las que no tengo más remedio que preguntarme si responden o no a una relación causal. Y mi respuesta es, necesariamente, afirmativa, puesto que estas posiciones extremas tienen su razón de ser en una vida política ajena a la ejemplaridad, a unos abusos de poder que a algunos los pone frente a las cuerdas, a unas manifestaciones públicas, y lo que es peor, expresadas desde la sede del Parlamento, en las que el insulto, la descalificación, la mentira y la incitación al odio son el pan de cada día.
La radicalización es fructífera, deseable, para poder instalarse en la dinámica de los buenos y los malos, y esa radicalización causará sus efectos pronto, muy pronto, paralelamente al desarrollo y la progresión ruinosa de la economía. Hay quienes buscan la explosión, pues sería un modo eficaz de justificar perpetuarse en el poder absoluto y reprimir aún más las libertades, pero no es culpa exclusiva de unos este estado de cosas, pues los otros también son culpables de haber permitido, por acción u omisión, y desde hace más de cuarenta años, que se llegase a estos extremos.
Manuel Alba
19 de junio de 2020