Una de las características de la condición humana siempre ha sido la incertidumbre. Con ella ha evolucionado el mundo durante millones de años, pero nuestro actual mundo ha hecho todo lo posible para eliminarla, y para ello ha creado infinidad de sistemas de control y aseguramiento que diera respuesta a cualquier incertidumbre, cuando desde siempre han existido muy pocas certezas en la vida de los humanos y eso nunca hemos querido verlo.
Nuestros imberbes han crecido con la convicción de que “lo normal” era esa seguridad de lo previsible, y en eso basaban su confortable existencia. Estábamos seguros de todas las previsiones: del tiempo que haría dentro de unos meses, de la evolución de la economía a nivel local y mundial, de la evolución del empleo, de la evolución y control de las enfermedades, de la planificación de las vacaciones, etc.etc. y así hasta el infinito… pero nos olvidamos de lo desconocido, de lo imprevisto.
Pero ahora llega el coronavirus y el castillo de naipes de nuestras seguridades se viene abajo al tener que convivir en una constante situación de riesgo que nos negamos a asumir, que nos tiene descolocados y que nuestro desgobierno nombra con el eufemismo de “nueva normalidad”. ¿de verdad las cosas van a ser como antes? Yo creo que la única certeza que hemos de barajar actualmente es el día a día, el momento presente, porque no podemos saber lo que nos depara el futuro inmediato, cuanto menos el futuro a medio o largo plazo. La economía, que es la reina de nuestra sociedad, no sabemos como va a comportarse en los próximos meses, y las relaciones humanas han cambiado radicalmente durante esta pandemia, sin que sepamos exactamente como comportarnos con los demás y sin que podamos prever cómo serán en el futuro.
Hemos de tirar para adelante, de acuerdo, pero lo haremos con mas incertidumbre que nunca, dejando de pensar que las rarezas, los accidentes, los imprevistos y los imponderables son poco frecuentes, cuando, en realidad, son parte fundamental de nuestra existencia y que hasta la fecha no los habíamos tenido en cuenta, como si no pudieran existir y, por ende, nunca pensábamos seriamente sobre ello.
Las cosas acostumbran a pasar por algo, qué duda cabe, y quizá sea hora de que el ser humano se pregunte y se entere de qué es ese algo y se convenza de que no se puede saber en cada instante el alcance de todo cuanto sucede a nuestro alrededor, tirando de “San Google”
Es la incertidumbre, queridos lectores, y ésta nos abruma en cuanto las cosas dan un giro inesperado y cambian, como está pasando actualmente. Deberíamos, estamos obligados, a aprender a convivir con esa característica de la condición humana que digo y que se llama Incertidumbre, y deberemos seguir viviendo nuestro día a día acompañaos de tal premisa.
Antonio Poyatos Galián