Nuestra querida España está ardiendo. Ardiendo en todos los sentidos y en todas las direcciones. Y me refiero a que no solamente se nos están quemando los bosques, sino que también la democracia nuestra está en llamas, vía decretos leyes, y quizá acabe derrumbándose.
El país está ardiendo en la bolsa, en los bolsillos de las Administraciones y en los bolsillos de casi todos los españoles. Hay manifestaciones de todo tipo, por cualquier causa, por nimia que sea, pero con una virulencia que no habíamos visto en las últimas décadas. Puro fuego.
Tenemos -yo al menos-, la sensación de que la mecha se ha ido quemando, acercándose peligrosamente hacia el polvorín y ya no nos queda más mecha, por lo que, o alguien echa agua en cantidad o el polvorín estallará sin preverse las consecuencias.
Ahora, cuando ya casi no queda remedio para nada, surgen lamentos por todas partes acerca del tiempo perdido en el pasado, acerca del derroche a manos llenas (que, por cierto, se sigue produciendo) y acerca de la falta de previsión de los problemas.
Ahora, cuando el barco se está hundiendo, vemos que no teníamos un mínimo de botes salvavidas, porque los habíamos tirado por la borda pensando que el suministro más barato de otros países, era la solución.
Ahora constatamos que, como siempre a través de nuestra historia, llegamos demasiado tarde a todo, incluso a rectificar… y visto el desolador panorama, yo no me atrevo a vaticinar nada sobre el futuro que nos espera, dada la magnitud de la tragedia presente.
De este incendio -pienso- solo cabe esperar que se apague solo porque llegue agua en cantidad del cielo, ya que nosotros bregamos con una clase política asustada, mal preparada, dependiente del capital, mirando sólo a sus personales intereses, con unas deudas que sabemos impagables, se mire como se mire… así que nuestros modestos cubos de agua no podrán con esas llamas que nos achicharran.
La angustiada pregunta está en la calle, en la mente de todos, sin que nos llegue una esperanzadora respuesta ¿Hay alguien que nos pueda sacar de ésta? ¿No hay una sola persona que pueda reconducir esto con rigor y sentido común? ¿Nadie puede poner coto al neoliberalismo salvaje que nos pastorea?
No hay nadie, queridos lectores, ya que, objetivamente, la situación es irreversible a medio plazo. No hay nadie dispuesto a intentarlo de verdad, y mucho menos, nadie capacitado para conseguirlo… vistos los mimbres de que disponemos.
Perdonen mi sinceridad y mi pesimismo de hoy.
Antonio Poyatos Galián.