Siempre fui muy crítico con mi gremio, y así me ha lucido el pelo, gozando de fama de maldito sencillamente por mi forma de entender las cosas. Y arrastré mi estigma desde mi Sevilla natal porque tuve la suerte, aunque ahora, cuarenta y cinco años después, no diría yo que fuese suerte el hecho de que en mi casa, familia tradicionalmente de militares, hubiera gran amistad (aunque este tema es preciso aclararlo) con Magistrados de las Audiencias que apoyaron a mi padre, quien no quería que siguiese la carrera de las armas por un motivo obvio: Eran los últimos tiempos del Régimen de Franco y había incertidumbre sobre el futuro, aunque por supuesto y se diga lo que se diga, aquella incertidumbre era mínima comparada con el panorama de la España de hoy, o lo que de ella queda.
Al final acabé estudiando Derecho y colegiándome como Abogado en unos tiempos distintos ahora, en los que había en todo, incluido en la Justicia cierto orden. Aquellos Magistrados me aleccionaron sobre lo que se podía y no se podía hacer en muchos sentidos en el ejercicio de la profesión, donde ya empezaban a dar disgustos algunos Letrados díscolos. Y se tenía por tales a algunos que para captar clientes no solo desprestigiaban a sus colegas sino que se arrogaban amistades e influencias en los tribunales que puedo asegurar que no tenían. A mi se me había insistido y reiterado, por otra parte, y por aquellos digamos, impulsores de mi humilde persona al mundo de la toga, que si se me ocurría tutearlos por los corredores y salas de los edificios judiciales o se enteraban de que decía en algún lugar que era amigo de ellos corría el peligro de rodar por las solemnes escaleras del edificio grande desde la quinta planta, se entendía que en sentido figurado aunque uno de ellos hubiera sido capaz de hacerlo por lo riguroso que era.
Y sin embargo los rumores o la comidilla de que se contrataba a D. Fulano o D. Mengano por su influencia en los Juzgados empezaron a circular con más frecuencia y alguno compañeros míos que eran jueces y después magistrados no le daban importancia al asunto, alguno, que fue Ministro años después, hasta lo promovía con un tuteo y un compadreo impropio. Y empecé a protestar, y empezaron los saetazos, y me convencieron de desistir de mis quijotescas batallas. Lo único que pude hacer es mantener mis principios y hoy por hoy nadie podrá decir que me ha encontrado tuteándome o compadreando con un juez, nadie podrás decir que tenía amistad personal con ningún juez o magistrado, y que usé ese ardiz en beneficio propio.
¿Puede tener amistad un abogado con un Juez o Magistrado? ¡Por supuesto que sí, y muy íntima, directa y estrecha! Lo que no se puede es hacer alarde de esa circunstancia, incluso ni reconocerlo, como es mi caso. Puedo manifestar soy amigo de Magistrados que fueron compañeros de bachillerato o de la Facultad y que durante estos años de ejercicio profesional hice buenos amigos también entre ellos, pero eso ha sido cuestión de las vidas privadas de cada uno. Entendí y entiendo que con determinados niveles de autoridad pública, por ejemplo, Reyes o Jefes de Estado no se puede tener amistad, no se debe tener amistad al punto que trascienda puesto que lo contrario, y lo hemos estado viendo en los últimos años de modo alarmante, invita a abusos y compromete a las instituciones, algunos han llegado a sospechar que puede que tenga un servidor algún amigo de esos niveles pero nadie habrá podido obtener de mi como respuesta a la pregunta directa, que he conocido a esa persona y que,, por supuesto, mi relación no ha pasado de un simple y cumplido saludo. Con los Jueces y Magistrados es lo mismo aunque parece que ya no está de moda, pero para mí, ejerciendo como Abogado, supone una falta de respeto y un atropello a las formas el no cargar con la suficiente prudencia y responsabilidad la amistad con un Magistrado o Juez, porque serán Pepe, Juan o Josefa en una comida privada, en una reunión o jugando una partida de póker, pero además ostentan una función que debe de respetarse en todos sus extremos y precisamente por lealtad a esa amistad hay que evitar que se vea comprometida.
Pero vivimos en los tiempos del despiporre y para mí sería muy fácil redactar una guía de barbaridades y de comportamientos intolerables cotidianos, que ocuparía miles de páginas, y los comportamientos alcanzan no solo a mi gremio sino a la propia carrera Judicial, y el testo del circo: políticos, `prensa, redes sociales, la influencia de los juicios paralelos que por ejemplo llega a convertir los juicios penales en plebiscitos donde todos opinan y así confeccionaríamos una larguísima relación de elementos que causan parte del caos de la Justicia. Y por supuesto, lo de las amistades e influencias que sigue vendiendo mucho.
Pocas veces veremos protestar al colectivo de Abogados representados por los diversos Colegios de Abogados territoriales, agrupados en un Consejo General de la Abogacía, de este tipo de cosas, bueno o de casi ninguna, salvo que el clamor llegue al Cielo, cosa que se procura siempre evitar. El acceso a la profesión de Abogado es ahora más riguroso que antaño y requiere, además del título universitario correspondiente una preparación de uno a dos años y superar una prueba o examen y en definitiva todo lo requerido por el Estatuto de la Abogacía en su artículo 8, pero esto es muy reciente. En tiempos anteriores se podía ser abogado prácticamente con la colegiación en un Colegio Territorial de cualquier licenciado en Derecho, lo cual supuso en España el acceso a la Abogacía de personajes excluidos, expulsados de la Judicatura por condenas penales firmes que pronto triunfarían y a nivel económico resultarían cotizadísimos porque precisamente la clave de su éxito estaba en haber sido anteriormente jueces de conocido renombre. Fueron tiempos en los que había que confrontarse con colegas de los que mucho ya ni siquiera se saben dónde están y aparecieron un buen elenco de personajes que aterrizaron por aquí ante el júbilo de su potencial clientela, que en muchos casos quedó bastante frustrada, aunque nunca he sabido si hubo actuación del Colegio de Abogados contra ellos o no, y la situación sigue, y se avecinan tiempos más difíciles.
En estos tiempos de turbulencias siguen proliferando Abogados milagrosos o las maniobras que hicieron algunos para hacerse de renombre internacional, aunque nadie les hiciese caso, ofreciéndose para defender causas perdidas en lugares insólitos, o a llevar acusaciones en países extranjeros contra personajes políticos, todo para que los medios hablasen de ellos y su cotización se alzase. También aquí aparecían personajes Abogados americanos, rusos y de otras procedencias a los que nadie les pregunto quienes eran y aunque no pisaban los Tribunales si se dedicaban a asesorar actividades comerciales, inmobiliarias y financieras, mientras que el Colegio de Abogados iba, como sigue yendo a su aire, convertido en una especie de club social con su coro, su grupo de teatro, sus actividades de senderismo y últimamente con incursiones en la gastronomía con cursos de comida argentina y mejicana.
Recuerdo ahora como el Sr. Boye, ese hombre bajito y calvo que es abogado de Carlos Puigdemont se aproximaba a un despacho familiar de ambiciones incontenidas, ofreciendo asociación e influencias para países sudamericanos, empezando por su Chile natal, o aquel que decía ser Abogado de la jet y las artistas con el que un día tuve que llegar a las manos y que desde hace tres años nadie sabe si está vivo o muerto. ¡Dios mío, que circo! Recuerdo tantas cosas que no quiero recordar pero que cualquier día de estos daré a conocer para vergüenza colectiva.
Pero por hoy basta, pues con el ridículo del célebre asunto del joven matador y acuchillador de Tailandia, con su sentencia ya anunciada hace un año por los que saben del tema, es decir los abogados tailandeses, con tanto flujo y reflujo mediático, ya tenemos bastante. Este es un ridículo que alcanza a toda la abogacía española pues nadie ignora las reglas de competencia territorial, nadie ignora que un asunto así se juzga bajo las disposiciones del Código Penal del lugar donde los hechos ocurren y bajo las reglas que en dicho lugar rijan los procedimientos. Durante un año se han estado escuchando pamplinas y ninguno de nosotros, que yo sepa, aun sin conocimiento del fondo del asunto, hemos salido a decir que se estaba dando una falsa información. Pero la cosa sigue y anuncian nuevos “triunfos”…
¡Bendita Justicia! Aquella que cuando le preguntaron por ella en Las Cortes al Presidente de la República D. Manuel Azaña llamándola Poder Judicial, él respondió que no conocía ese Poder, cosa en lo que estoy plenamente de acuerdo….
Manuel Alba
Abogado en ejercicio
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