Siguiendo el hilo de mi anterior artículo qué nos está pasando, quiero poner énfasis en las cosas que, desde mi punto de vista, nos están pasando desde hace dos o tres décadas, producto de esa falta de referencias que decía, y que el nihilismo pasivo y el relativismo cultural ha instalado en nuestras sociedades occidentales en decadencia, sin que nosotros acertemos a hacer algo, por activa o por pasiva, para evitarlo.
La realidad, queridos lectores, es que estamos inmersos en una deconstrucción social masiva. Todo valor se está poniendo en duda porque se han cargado la FAMILIA y la EDUCACION que sembraba el pensamiento
y nada está quedando en pie. Todo se está desmoronando a nuestro alrededor y, lo que es más grave, todo se está desmoronando en nuestro interior. La actual psicología de las emociones, que potencia el individualismo, se está llevando por delante costumbres, creencias, tradiciones, ideologías
mientras se proyecta subrepticiamente en el subconsciente de los más débiles mentalmente, conductas miserables y decadentes a las que les atribuyen valores o virtudes modernistas. En estos tiempos, a cualquier necedad o despropósito le llaman valor, dentro, claro está, de una especie de espacio crepuscular sujeto a todo tipo de apaños mentales, de interesados silencios cómplices y de disfraces innombrables llámese pogresismo-. Lo estamos viendo en nuestra clase política, en nuestra clase financiera y en la totalidad de nuestras autoridades democráticamente instaladas en mullidos sillones, que no hay día que pase que no se les ocurra una barbaridad mayor a la del día anterior. Y todo ello es así, porque actualmente también desde las escuelas- se aceptan las opiniones de un determinado grupo social o de cualquier descerebrado personajillo como verdades incuestionables, y eso ha mutilado la capacidad del individuo para pensar por su cuenta, renunciando tácitamente a un pensamiento propio y, peor aún, a un pensamiento crítico, no sea que lo vayan a expulsar de la manada.
Y
a sé que no es tarea fácil volver a retomar con fuerza los valores que tan alegremente hemos dejado que se fueran por el sumidero de nuestra desidia. Pero hay que volver al esfuerzo, al trabajo, a ganar el pan con el sudor de nuestra frente, a la familia, a la religión tan denostada ella, a la lectura, a la filosofía, que la han erradicado de las aulas, a la perseverancia, y a la honestidad, para poder generar el pensamiento propio
y dirigirnos con esperanza y con ilusión hacia esos faros de referencia que decía. No hay otra.
Antonio Poyatos Galián