Como todos sabemos, son tiempos de escasez de lluvias, (a pesar de las caídas en los últimos días) y, por tanto, de escasez de aguas en los pantanos que utilizamos para nuestro consumo en sus diferentes modos. La escasez de lluvias ya es una enfermedad endémica comparada con las de hace 2 décadas y parece que la cosa irá a peor, ya que, aunque estos días haya llovido, el déficit de precipitaciones irá en aumento.
La historia del agua es la historia de la humanidad, una preocupación constante en la supervivencia de los pueblos, y las sequías sabemos que son un componente normal de nuestro clima, aunque nosotros lo gestionemos como algo excepcional. Por ello, a un servidor le resulta inexplicable que los gobiernos no apliquen medidas preventivas en las épocas de bonanza de lluvias y ahora, en los años de escasez, se echen las manos a la cabeza intentando poner remedio.
Todos necesitamos el agua y las necesidades son infinitas, pero los recursos hídricos son escasos, por lo que habría que preguntarse, ¿Quién pone límites al consumo? ¿Quién raciona la escasez? ¿Quién decide, y con qué criterio, la inversión en infraestructuras para las redes de captación y distribución de agua potable? ¿Quién ha de obligar a que se reutilicen al 100% las aguas depuradas?
Llamó mi atención una frase del Consejero-Delegado de Acosol en Marbella -D. Manuel Cardeña- avisando de que, abrir el grifo y que salga agua es un milagro para los pueblos, porque, aparte de los problemas de escasez, existe un problema generalizado de gestión, ya que una parte importante se pierde en las redes de distribución, se reutiliza menos de un 20% de aguas depuradas, no se modernizan los regadíos a pesar de que consumen más del 70% de los recursos hídricos, el consumo doméstico equivale a más de 140 litros al día por persona cuando con 80 sería más que suficiente
En torno al agua hay, pienso yo, demasiado ruido semántico y, habituados a su disfrute, sabemos lo que nos cuesta, pero no meditamos sobre lo que vale ese milagro que decía el Sr. Cardeña con buen criterio. Sólo percibimos su importancia cuando nos falta, por lo que sería imprescindible lanzar permanentemente campañas de concienciación a todos los niveles y dictar normas de obligado cumplimiento para tratar de evitar el derroche o la mala utilización que hacemos de ese bien esencial para nuestra supervivencia, ya que lo peor, a medio plazo, está por venir y no podemos, ni debemos, seguir derrochándola como hasta ahora, como si el problema no fuera con nosotros
Antonio Poyatos Galián