El pasado mes de noviembre, la periodista Pepa Bueno leyó en la plaza de España de Madrid un manifiesto denunciando que Extremadura lleva décadas soportando la lentitud, los retrasos, las averías y la falta de prestaciones de unas líneas férreas malas y caras. Los extremeños respaldaron la queja con una presencia multitudinaria.
Mi tierra, el Campo de Gibraltar, comarca gaditana que camina hacia los 400.000 ciudadanos, es la Extremadura de Andalucía.
La línea férrea Algeciras-Bobadilla está también anclada en el siglo XIX. 176 kilómetros por una sola vía, sin electrificar, con apeaderos de juguete, con trenes a gasoil y con convoys que no pueden superar los 250 metros por la limitación del ancho de vía, son un retrato decimonónico en blanco y negro.
La belleza del pasaje, siempre acompañado por un río Guadiaro serpenteante y escaso, se rompe súbitamente cuando al final de trayecto se divisan unas grúas del puerto de Algeciras, primero de España y del Mediterráneo en mercancías y quinto de Europa, que te meten de lleno en el siglo XXI.
La preguntan es obligada para cualquier viajero medianamente inteligente: ¿Cómo es posible que una comarca con un puerto como el de Algeciras no cuente en 2018 con una salida en tren acorde con su potencial económico y con los tiempos que corren?
Sin duda, los gobiernos de nuestro período democrático, en manos de socialistas y populares, tienen mucha responsabilidad. Sin ir muy lejos, en este siglo que nos contempla, tanto socialistas como populares apostaron por un segundo puente en la Bahía de Cádiz une Puerto Real y Cádiz- que no era ni muchísimo menos la infraestructura prioritaria de la provincia de Cádiz.
Lo era y lo sigue siendo la línea férrea Algeciras-Bobadilla. Si se hubiera apostado por ella, los 511 millones de euros invertidos en su momento en el segundo puente sobre la Bahía de Cádiz tan bello como prescindible- hubieran servido para empezar a cubrir los 1.300 millones que cuesta la infraestructura campogibraltareña.
Sin embargo, a día de hoy, las inversiones vía Presupuestos Generales del Estado y FEDER, en el periodo 2016-2019, no llegan a los 400 millones. Y el compromiso europeo de que esté lista para 2020 es una ilusión.
Mientras tanto, el gran competidor del puerto de Algeciras, el Tánger-Med, sigue creciendo: en 2017 superó el medio centenar de toneladas de mercancías.
Es verdad que esa cifra se debe en parte a la crisis de la estiba en Algeciras, pero no es menos cierto que el puerto marroquí es una seria amenaza desde que iniciara su actividad en 2009 por su competitividad, basada en precios y salarios más bajos. Pero también por la tara ferroviaria que soporta el algecireño.
Dicho esto, volviendo a las responsabilidades, aparte de los gobiernos de turno, los principales responsables de los niveles de atraso que acumula esta comarca llena de potencialidades primer polígono industrial de Andalucía, tres marcas turísticas internacionales (Tarifa, Sotogrande y Gibraltar), dos parques naturales de los mejores de España (Los Alconocales y Estrecho), etc.- son los propios campogibraltareños, que no han sabido poner pie en pared ante la dejación y ante el agravio, que se han instalado en un conformismo descorazonador.
En el pasado, tras la restauración democrática, los campogibraltareños en general resultaron muy combativos. En los años ochenta y noventa, los movimientos ciudadanos de la comarca contra la droga, comandados por el cura Pepe Chamizo, Miguel Alberto Díaz, Paco Mena, etc., sembraron una semilla que debe brotar de nuevo; ahora en defensa de un futuro sobre el que se ciernen negros nubarrones encima de sus dos pilares de empleo más importante, el puerto de Algeciras y Gibraltar.
Hace unos meses, la movilización por la mejora de la sanidad pública en la comarca, encabezada por los sindicatos, recordó aquel espíritu combativo, una lucha que necesita recuperar ahora más que nunca.
De entrada, las protestas sirvieron para que la Junta se centrara en sus responsabilidades para con la comarca.
El vicepresidente del Gobierno andaluz, Manuel Jiménez Barrios, bien asesorado por el diputado socialista Salvador de la Encina, tomó la iniciativa política en una comarca que estaba yerma de la Junta pero sin que nadie se lo advirtiera.
Aparte de las medidas para mejorar la sanidad campogibraltareña y de ponerse al frente de la reivindicación en las infraestructuras, sobre todo las ferroviarias, por fin ha dado un paso de gigante para afrontar como dios manda el Brexit, que amenaza muy seriamente a los más de diez mil trabajadores españoles que trabajan en Gibraltar: Susana Díaz recibirá el próximo jueves a Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar y, lógicamente, uno de los políticos que más saben del Brexit en relación al Peñón.
Gracias a la nueva posición de la Junta y a los diputados socialista De la Encina y Nacho Sánchez, el Gobierno de España, con el nuevo ministro de Exteriores a la cabeza, Alfonso Dastis, está llevando el contencioso de Gibraltar al terreno del diálogo y de la normalidad, recuperando proyectos como el de la terminal española del aeropuerto gibraltareño, un incumplimiento como la copa de un pino que empezó la socialista Trinidad Jiménez y que continuó José Manuel García-Margallo.
En fin, ya lo cantaba Carlos Cano, si en vez de ser pajaritos fuéramos tigres de bengala, a ver quién sería el guapito en encerrarnos en una jaula. Pues eso, hay que rugir en legítima defensa, para que llegue por fin el momento del Campo de Gibraltar, por un futuro mejor para nuestros hijos.
Por Jorge Bezares