En los tiempos actuales, se está intentando, con desmedido afán, instalar un proceso revisionista de la Historia -de la historia de España, sobre todo-, que los nacionalistas y antitodistas de todo el mundo, quieren casarlo con un proceso revolucionario y nihilista, aprovechando que las leyes de estos estados del bienestar son lo suficientemente permisivas y garantistas, para ellos sobre todo, sin que los verdaderamente demócratas ejerzamos nuestro derecho a que se cumplan las vigentes leyes.
Desde la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, atribuida a Julio César, pasando por las demoliciones monumentales de Palmira, los recientes ataques en Estados Unidos a Cristobal Colón y a Fray Junípero Serra, fundador de tantas y tantas misiones allá por el siglo XVIII y terminando por los insistentes ataques de nuestros podemitas y allegados, a los símbolos, nombres o monumentos que conforman una parte importante de nuestra historia, queriendo borrar en realidad, la historia de nuestro país. En definitiva, se están produciendo, en todo el mundo, tantos y tantos ataques a los hechos históricos comprobados, que el conocimiento de la civilización antigua está ya en peligro de mutilación o de destrucción total por los intereses mezquinos, partidarios y partidistas.
Porque -lo estamos viendo-, estamos asistiendo en muchas partes del mundo a un proceso iconoclasta que consiste en deconstruir y derribar símbolos que, con independencia de sus consecuencias favorables o adversas para el progreso de la humanidad, fueron acontecimientos reales que sucedieron a lo largo de los siglos y son testimonio de la aventura y desventura de los humanos a través de los tiempos. Los antitodistas y los nacionalistas, generalmente resentidos, por no se sabe qué, quieren reescribir lo ocurrido a través de la Historia para adaptarlo a la interpretación que ellos quieren darle a esos hechos utilizando lo peor de los métodos fascistas.
Negar la Historia, pienso yo, es algo tan absurdo e inútil como negar la realidad de lo ocurrido y lo que está pasando en Cataluña es buena muestra de ello: ellos niegan la Historia, han inventado su historia y adoctrinan a sus imberbes desde hace más de tres décadas, con el resultado ya conocido por todos, y eso no hubiera sucedido -seguro-, si el Estado no hubiera transferido nunca las competencias en Educación. Pero eso de Cataluña es tema para otro artículo.
Antonio Poyatos Galián