Vuelvo a escribir después de un largo paréntesis de silencio, y lo hago al filo del resultado electoral de las elecciones catalanas, esas de las que opiné en su día que eran un disparate y que traerían nefastas consecuencias ¡Ahí están los resultados!: ¡Más de lo mismo!. Mis opiniones de hace unos meses eran contrarias a la aplicación del famoso artículo 155 de la Constitución, al considerar que eran otros los preceptos de su articulado los que eran de `pertinente aplicación, y exprese mi perplejidad cuando en tono desafiante y retador el Presidente del Gobierno anunció las elecciones autonómicas en Cataluña para el 21 de diciembre daba por supuesto que esas elecciones serían un elemento más que añadir al estado de controversia generado por los acontecimientos de los últimos meses porque en un periodo de tiempo tan extraordinariamente corto no se podría apaciguar la situación ni se calmarían los ánimos sino que el ambiente de campaña electoral radicalizaría aún más las posiciones, como así ha sido.
El resultado electoral supone que las cosas siguen exactamente igual: Cataluña está dividida en dos facciones, una división generada en un proceso de cuatro décadas. Siempre he dicho que desde que se inició el proceso constituyente la idea de los políticos catalanes del bloque nacionalista era avanzar hacia el objetivo independentista, y desde el primer momento, de un modo más o menos disimulado, los pasos se fueron dando Cada vez que hubo ocasión de marcar diferencias y obtener ventajas, de forzar o incluso incumplir la legalidad y coaccionar al Estado, las autoridades catalanas no titubearon ¡Y el Estado, es decir, los gobiernos de los partidos políticos que se alternaron en el poder, no impidieron ese progresivo aumento de las desigualdades que se iban generando en la región autónoma catalana con respecto al resto de los territorios españoles, esas discriminaciones!…. Contrariamente a la actitud que debería haber sido la deseable, el Estado cedió y concedió porque sus autoridades precisaban consensos y votos de esas minorías que ya habían sido privilegiadas injustificadamente con cuotas de proporcionalidad notoriamente desproporcionadas en orden a su representatividad parlamentaria gracias a la política de consenso de la gloriosa Transición.
La situación presente no es, en Justicia, única y exclusivamente debida a la acción de los grupos y partidos políticos que forman ese llamado bloque soberanista catalán, porque los partidos políticos que han gobernado el Estado Español durante los últimos cuarenta años o pueden eludir la responsabilidad de haber consentido, tolerado y fomentado que se haya llegado al actual estado de cosas, a la radicalización crispante que hoy, tras las elecciones que yo calificaba de impertinentes e imprudentes, brinda unas perspectivas de inquietante incertidumbre.
¿Y Ahora qué? ¿Va a mantenerse la intervención de la Comunidad Autónoma Catalana con la prórroga de la aplicación del artículo 155? El resultado del pacto entre socialistas, populares y los reformistas de Ciudadanos, hecho con vistas a los intereses particularistas propios de los partidos y sus dirigentes ha dado este resultado que parece haber cogido de sorpresa a todos. En mi entorno el convencimiento de que los promotores de las elecciones del día 21 y de la teoría de la intervención mínima en Cataluña iban a barrer a los independentistas era absoluto, y la fe en Rajoy, en Pedro Sánchez , en Alberto Rivera y demás era absoluta La convicción de que con Puigdemont en su exilio de opereta en Bruselas con unos cuantos ex consejeros, y con Junqueras y otros más en la cárcel y con unas cuantas medidas de maquillaje ya se salvaba la situación y el separatismo se hundía era firme y a mí me han vapuleado por mantener que las elecciones serían un suicidio para socialistas y populares y que los independentistas saldrían triunfadores. ¡Desgraciadamente, tenía yo razón!, y no es porque sea más listo que nadie, sino que, simplemente, observo y analizo sin olvidar la Historia
Se ha consentido durante cuarenta años que se hay formado una ciudadanía, unas generaciones de catalanes, en el odio y el desprecio a todo lo que represente España. Se ha generado una cultura del desprecio, del repudio, de la intolerancia hacia lo español, se ha creado un arquetipo racial de catalán, ser distinto, superior, de valores y cualidades excelsas, víctima de un pueblo, de una sociedad española que les expolia ¡Eso no se revierte en dos meses! Durante cuarenta años se han ido levantando barreras que no se pueden derribar en unos días si no se empieza desde cero, y cero no es aplicar de mala manera el artículo 155 de la Constitución Española y forzar unas elecciones de prisa y corriendo para contentar a la oposición en la Carrera de San Jerónimo.
Ha ganado esa especie de partido reformista, Ciudadanos, que dirige Alberto Rivera, que me recuerda de algún modo a aquel memorable grupo de Don Melquiades Alvarez. ¡Una victoria pírrica, pues el bloque independentista suma mayoría absoluta y después de ellos, los más votados son los seguidores del refugiado en Bruselas, seguidos por el apresado Junqueras, el núcleo duro del independentismo!. Socialistas y populares han fracasado, sobre todo estos últimos, lo que supone que el gobierno de la Nación debería plantearse muy seriamente su futuro.
¡España ha hecho el más espantoso de los ridículos y queda en una posición muy delicada!, aunque esa cuestión se tratará de disimular vehementemente, la verdad es esa, porque las consecuencias de los resultados de unas elecciones tan innecesarias como peligrosas sumergen al país en una profunda crisis en la que podría pasar de todo.
¿Y ahora qué, Sr. Rajoy?, ¿Y ahora qué, Sr. Sánchez?. Al final las medidas tendrán que tomarse, las de verdad, las serias ¡tarde, como siempre!
Manuel Alba