Vivimos, querido lectores, bajo el techo de la irreverencia permanente, hemos puesto al descaro como vecindad, la descortesía y la desconsideración las hemos plantado en cada esquina de nuestro caminar. Nadie respeta a nadie y la cosecha de vicios es tan copiosa que nos adormece la inspiración que los humanos habríamos de tener.
Los caminantes de este mundo hemos perdido el respeto a todo y a todos… a veces hasta a nosotros mismos y habría que atajar cuanto antes este mal, porque la primera exigencia en nuestro vivir debería ser el respeto, el respeto a los demás, el respeto a las normas y a las leyes, y el respeto a la verdad, sobre todo, porque los cómplices de la mentira sí que son una legión, y la deslealtad es moneda de cambio, y los espíritus corrompidos se multiplican día a día
y así nos va.
Es evidente que, en la actualidad, el planeta se halla cada vez más asediado por el cerco del rechazo, nadie conoce a nadie, se vive el presente sin respetar tampoco el pasado, y lo peor, sin descubrirnos ante el dolor de los que verdaderamente sufren, cuando los humanos tendríamos que tomar partido por la existencia, lejos de egoísmos, propiciando el verdadero interés por la persona como actitud de vida. La solvencia económica, por si misma, no arregla el mundo porque, en mi opinión, el ser humano no vive sólo de la liquidez de los mercados, sino que necesitamos sentirnos unidos y sentirnos respetados, lejos del ¡sálvese quien pueda!
El respeto, cuando lo es de corazón, conlleva aceptación en vez de desprecio. Los pueblos tienen que guardarse respeto, el mundo tiene que crecer en respeto y la persona tiene que ganarse el respeto, y para lograrlo debe aprender a escuchar, a colocarse en el lugar del prójimo, con limpia conciencia hacia sus semejantes y hacia aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos.
El respeto y los buenos modos son una saludable manera de conducirnos por la vida, y ello dará valor y riqueza a la consideración del ser humano, que no puede seguir, por más tiempo, devaluándose como persona.
Antonio Poyatos Galián