Antes de nada, quiero partir de mi definición de surrealismo: expresión hablada, escrita o pintada, de una realidad que solo un determinado sujeto ve, y lo plasma con acciones o dibujos absurdos y fantásticos, sin ningún control ejercido por la razón. La mitología griega, que releía por casualidad hace unos días, nos habla de cosas fantásticas quizá absurdas hoy-, pero que tenían una razón de ser en aquella época. Y no sé ustedes, pero yo asisto perplejo a las situaciones absolutamente absurdas, fantásticas y ejercidas sin ningún control de la razón surrealistas-, que están pasando en nuestra querida España.
Surrealismo puro es lo que veo pasar un día sí y otro también en esta España de mis entretelas, como cuadros pictóricos de la vida social y política, con motivos absurdos, deformados y caóticos.
Porque, surrealismo es, en mi opinión, que un fiscal de Galicia diga que está pensando recurrir una sentencia absolutoria a una madre que dio una colleja a su hijo con ánimo de corregir, no de maltratar, o como el de la jueza que quiere entregar los hijos a un padre condenado por maltratador.
Surrealismo es lo que está pasando con el tema catalán que, indudablemente, es poner en marcha un deseo con ausencia total de la razón. Surrealista es que el presidente de la federación española de fútbol, al parecer, se haya dedicado durante años a amasar fortunas a través de prácticas de corrupción aprovechando su ventajoso status y ahora esté en la cárcel.
Surrealismo puro es llevar al presidente del gobierno a declarar como testigo a la audiencia nacional, en una acción políticamente sesgada, inútil y de desgaste, y cuyo único objetivo es el efecto de una acción estigmatizadora para su persona.
Surrealista es la actitud del jefe de la oposición cuando habla de plurinacionalidad y de nación de naciones como grandes asuntos que importan un dídimo a los españoles, y cuando rezuma ese odio personal al actual presidente del gobierno.
Surrealista es la situación de muchos españoles que no pueden estudiar y aprender en nuestro idioma, en España, y hayan de mendigar unas horas lectivas en español en sus centros de enseñanza y que el estado, con actitud indolente, no haga nada.
Surrealismo es que la gran mayoría de fuerzas políticas de este país, estén enredadas solamente en desbancar a los que gobiernen, sin aportar soluciones no surrealistas, es decir, razonadas y razonables.
Podría seguir también ustedes-, hasta el infinito, mientras me pregunto: ¿Adónde se ha ido la razón que debía habitar en las mentes de los que están en las instituciones? ¿Adónde se ha ido el sentido común? ¿dónde están las leyes que den salida a lo que realmente necesita y preocupa a la gente?
Antonio Poyatos Galián