Me dio por releer a D. Miguel de Cervantes, y encontré una frase que intentaba explicar el origen de la locura de Don Quijote: La razón de mi sinrazón, me guía de tal manera, que al final mi razón enflaquece y luego con razón me quejo, más o menos.
La frase -pensé- puede muy bien aplicarse a los sentimientos y actitudes de muchos de nosotros ante la situación actual. Esta crisis, como tantas veces he mantenido, no es solamente económica/financiera, sino que tiene componentes morales y de valores difíciles de abordar desde la irracionalidad con la que nos manejamos en estos tiempos. Y no es que sea una locura ni una sinrazón quejarse de los problemas y de las dificultades que nos estamos encontrando, lo que pasa -pienso- es que está fuera de lugar el perder el sentido de la realidad y no ver lo que tozudamente nos muestran los hechos en el día a día, es decir, la cruda realidad.
Porque es un error, en opinión de este servidor, pensar que los problemas son circunstanciales, que no nos merecemos lo que nos está pasando y que tarde o temprano todo volverá a ser como antes Mentira. Nos hemos acostumbrado a vivir en las mentiras impulsadas por nuestros nefastos políticos, o por lo menos, muy muy lejos de la realidad, de espaldas a las verdades más básicas y a las verdades más importantes y fundamentales, y ello ha supuesto para nosotros el pensar que, por vivir en un sitio privilegiado, podíamos vivir por encima de nuestras posibilidades con cargo a interesadas ayudas y subvenciones de los gobiernos de turno, sin ser conscientes de nuestra verdadera posición ni de los límites de nuestras posibilidades ni de los límites de la caja del Estado.
Decía Don Francisco de Quevedo que mandar y enriquecer, dos encantadoras son, que turban la razón. La razón de la sinrazón que en Don Quijote era creerse caballero andante y en nosotros ha sido creernos ricos y poderosos, gastar lo que no podíamos ni teníamos, confiar en la diosa Fortuna, en la especulación y en el cuento más que en el esfuerzo, tener derechos, pero no tener deberes, evitar el compromiso, erradicar la perseverancia y la honestidad
La cruda realidad, como decía, se nos hace presente cada día, y, sin embargo, hay quien todavía sigue escuchando los cantos de sirenas de los políticos en general, y no está dispuesto a aceptar esa realidad, como los que se oponen a la racionalización de determinados servicios y prestaciones, o los que siguen creyendo que se merecen el gratis total, el café para todos sin ningún control y sin que ellos hayan dado nada a cambio. Al final, qué duda cabe, la realidad se impondrá de forma más o menos traumática, dependiendo del grado de irracionalidad, de locura, en el que hayamos vivido o en el que queramos seguir viviendo
Antonio Poyatos Galián