La VIOLENCIA, hoy, en una sociedad democrática debe condenarse con toda energía. En los países desarrollados, los avances sociales ya fueron conquistados hace mucho tiempo.
En nombre de la revolución se han cometido muchos asesinatos, se han cometido tantas atrocidades sociales que cualquier demócrata debe estar escarmentado ante esos peligrosos populistas.
Y las contradicciones ya han comenzado a estallarles en sus narices a aquellos que la propiciaban allí donde hoy gobiernan directamente.
Y los estamos viendo, saliendo a las calles con pasamontaña, parapetados en los movimientos de los antisistema que convierten la violencia en su única razón de ser. Ahí está el problema de Podemos para reconocer la violencia, porque hasta ahora la han justificado, hasta llegar a las contradicciones que han comenzado a estallarle en sus propias narices en sitios como en Cádiz, con Kichi, o en Barcelona, con Ada Colau.
En Barcelona, con lo que llaman banco expropiado, como si hubieran expropiado un banco, como si no fueran solamente unas antiguas oficinas bancarias que han estado utilizando durante tres años gracias a que el Ayuntamiento pagaba el alquiler a cambio de paz social.
El banco expropiado es un ejemplo de la hipocresía de esa izquierda pegatinera y una lección de cómo explota un cúmulo de despropósitos institucionales
Cuando el municipio ha dejado de pagar, han llegado los incidentes y el coste de los destrozos, en solo dos días son muy superiores a los logros sociales que hayan podido obtener con los talleres sociales o la tienda de ropa que habían instalado dentro. Ada Colau llegó a la alcaldía, dejó de pagar el alquiler para contentar el discurso okupa, y ha provocado un estallido violento que se le ha ido de las manos. Ahora se supone que explicará de qué partidas presupuestarias va a recortar para pagar los desperfectos de cientos de miles de euros causados por sus antisistema del banco expropiado, que ni era banco ni había sido expropiado.
Y Cádiz. Un alcalde debe compartir con las demás autoridades la responsabilidad del orden público, con lo que es imposible ponerse al lado de los antisistema desde el sillón de la alcaldía. Pero Kichi enfrentado con su propia policía local y con la Policía Nacionalo por la venta ilegal.
Lo mismo ocurrió en el campo de fútbol, en el Carranza, cuando la Policía Nacional desalojó del campo a un bronquista que la estaba formando en una grada, y el alcalde, que también estaba viendo el partido, el Cádiz contra El Ferrol, exhibió sus galones para meter otra vez en la grada al espectador que había sido expulsado. ¿Qué mensaje les envía Kichi a los gaditanos sobre el trato que deben dispensar a las fuerzas de orden público?
España no es Venezuela. Y Podemos tienen que afinar en lo que es elemental en una democracia. Ahora Podemos ya no está en las calles, sino en los escaños de los ayuntamientos, de las autonomías, del Congreso y hasta de algo tan casta como el Senado. Por pura coherencia, tendrán que aprender sus principios si no quieren recoger tempestades. La lucha de clases, como motor de los grandes avances sociales y laborales, se ha transformado en okupas subvencionados y antisistema violentos. Eso no es progreso, ni confluencias. Eso es terrible en democracia.
Patricio González