El primer tercio del siglo XX supuso un cambio frenético en la forma de vivir, un cambio radical en las costumbres, a lo que contribuyó en gran medida el cine En aquellos años de películas en blanco y negro y sin sonido se produjeron obras de arte fascinantes en las que la combinación de la expresión de los actores, los maquillajes y los efectos de luces suplían la voz.
Hoy son reliquias casi arqueológicas aquellas películas y se recuerda poco, casi nada a los grandes intérpretes de una época enloquecida y en ebullición, suenan lejanísimos los nombres de aquellas estrellas de la gran pantalla que un día revolucionaron a la sociedad, especialmente aquellas mujeres sensuales, glamurosas y grandes intérpretes capaces de hacer reír en la comedia y de transmitir tristeza y angustia en un drama sin que la voz acompañase a las imágenes.
Recordar nombres es una ardua tarea . Mary Pickford, la novia de América; Gloria Swanson, tal vez la más mítica; Telma Todd, cuya muerte durante un rodaje la rodeó de misterio A Hollywood llegaban también desde Europa unas actrices que se convertirían en seres míticos, muchas de ellas procedentes de Rusia o países limítrofes, algunos pertenecientes al Imperio caído Fueron los casos de Alla Nazimova, cuya carrera comenzó cuando rebasaba la treintena; o la húngara Lya de Putti, provocadora mujer fatal y el de aquella polaca que logró superar todas las adversidades para triunfar en el cinematógrafo, la mítica Pola Negri.
Los actores de la época no quedaron a la zaga y fueron muchos los que destacaron, en todos los géneros. En aquellos días se consagró la figura del galán, del hombre de agradables facciones dotado de una masculinidad sensible y gran conquistador. Destacaron nombres como el de Douglas Fairbanks, socio y amigo de Chaplin, segundo marido de Mary Pickford, que fue, además de intérprete, productor, guionista y empresario. Fue un prototipo de hombre elegante que llenaba la pantalla, ¡su imagen cinematográfica, tal vez por la magia de los rudimentarios efectos de rodaje, era la de un hombre considerablemente alto, aunque no llegaba al metro setenta!
Otra gran figura fue un español, Antonio Moreno, madrileño, hijo de un militar muerto prematuramente. Su fama fue acompañada de su éxito social gracias a su matrimonio con una influyente dama de la élite norteamericana, Moreno compartió cabecera de cartelera con la mismísima Greta Garbo.
Los tiempos del latin lover florecían en el cine mudo. Ramón Novarro, sería otro de aquellos galanes, el primer mejicano que triunfó en el cine, y que rivalizó con los más grandes Un galán que no escondió su homosexualidad y que se negó a pasar por las imposiciones de los estudios cinematográficos que tapaban la condición sexual de muchos artistas con lo que se llamaba en la época un lavender marriage , un matrimonio convenido para mantener la imagen varonil del actor y con ello su éxito en pantalla.
Pero, sin duda alguna, el latin lover por excelencia tuvo un nombre: Valentino. Rodolfo Guglielmi dilapido el dinero con que llegó a Estados Unidos en pocas semanas ganándose la vida como pudo, y uno de los modos fue ejerciendo de gigoló, lo que le permitió conocer a una chilena adinerada, Blanca de Saulles, que indirectamente llevó a Hollywood a aquel muchacho italiano, ante el escándalo que supuso la muerte del marido de la chilena, tiroteado por su propia esposa.
Frente a la imagen extremadamente refinada de Fairbanks, prototipo de hombre elegante, distinguido y refinado, el cine encontró en aquel joven un algo exótico, algo que le llevó al estrellato y que le convirtió en Rodolfo Valentino. El mítico Valentino siempre tuvo una imagen ambigua y a pesar de que nunca trascendiera ninguna relación amorosa con personas de su mismo sexo, planeaba la duda de que sus matrimonios no fuesen de esos lavender marriage tan al uso; su primera esposa era la amante de Alla Nazimova y la relación no llegó a durar sino unas horas, aunque anunciaron su separación al cabo de un mes; no se divorciaron hasta pasados varios años, pues a ninguno de los dos le interesó romper formalmente, ella se llamaba Jean Acker.
Su segundo matrimonio también se vio rodeado de misterios. Fue con Natacha Rambova, personaje fascinante de quien dejo aquí apuntado; Valentino se apresuró a divorciarse de Jean Acker y se casaba con Natacha, de la que se divorció en enero de 1.926, oficialmente porque no congeniaban. El 23 agosto de ese año moría Valentino, en Nueva York, tras una operación de apendicitis La muerte del que llegó a ser conocido como el amante supremo fue objeto de todo tipo de especulaciones, con versiones de todos los que iban desde el asesinato con arsénico, o incluso con un tónico capilar, hasta se barajaba entre sus admiradores una posible desaparición del ídolo mediante una muerte fingida por haber resultado desfigurado en un accidente El desfile ante el cadáver fue la primera gran manifestación de ese fenómeno que constituyen los fans los admiradores que bloquearon el tráfico acudiendo en masa a la funeraria donde se exponía el cuerpo del actor. Morir a los 31 años de edad lo mitificaba más aún.
La muerte de Rodolfo Valentino tuvo consecuencias, y por primera vez se produciría algo insólito: La histeria, la desaparición del ídolo, del mito, del galán que enamoraba a todos, hombres y mujeres, produjo una cadena de suicidios de jóvenes mujeres y hombres cuyos cuerpos aparecían rodeados de fotos del actor. Casi todos se envenenaban por estar convencidos de que así había muerto su ídolo. Y en aquel desconcertante espectáculo apareció la primera esposa, Jean Acker, reclamando su papel de viuda, o Pola Negri, alegando en su desconsuelo que era ella la amante de Valentino que se iban a casar ¡hasta tuvo la ocurrencia de hacer llegar a unos hombres vestidos de negro portando una corona de flores supuestamente enviada por Benito Mussolini para colocarla en la capilla ardiente!
Pero aunque muerto en plena juventud, Rodolfo Valentino no estaba a los 31 años en la cumbre de su carrera y empezaba una decadencia que se había evidenciado con los estrepitosos fracasos de sus últimas películas. La crítica, el público y la industria del cine achacaban tal declive a su segunda esposa: Natacha Rambova.
Me fascina esta figura extraña que se infiltró en el mundo del cine de modo singular. Era una joven de buena familia, adoptada por un magnate que se había casado con su madre, llevando el apellido de su padrastro. Se llamaba Winifred Hudnut y se educo en un internado en Inglaterra, siguiendo cursos de ballet en París, comenzando en el mundo artístico en la danza, aunque tenía cualidades excelentes como diseñadora de vestuario y escenógrafa. Atraída por el exotismo eslavo, cambió su nombre y comenzó a ser Natacha Rambova.
Ya de regreso en Estados Unidos comenzó a trabajar como diseñadora de vestuarios para el cine, conociendo a la amante de la primera esposa de Valentino, con la que trabajo en sus producciones, llegando a colaborar en algunos guiones. Aquella amistad con Alla Nazimova le abrió las puertas del cine, donde compagino la escenografía y el diseño con el papel de guionista y productora. Fue una de las introductoras del art decó en el cine y en la sociedad norteamericana, estilo consolidado en Europa pero que no tuvo fácil su implantación al otro lado del Océano. Su relación con Valentino se forjó tras el rotundo fracaso de una película del actor que impulsó a la productora a programar una gira promocional para relanzar su carrera, gira en la que le acompañaría la Rambova. El matrimonio entre ambos era desigual: ella no se resignaba a un papel secundario e impuso su influencia sobre el actor, que dejó de interpretar casi dos años; las diferencias entre ambos eran palpables y la incompatibilidad con el entorno de Valentino, su familia y amigos, más que manifiesta. Y si bien el origen de su relación estaba en el comienzo de una etapa de declive de la carrera del mito, ese entorno empezaría pronto a culpar a su esposa de impulsar esa decadencia.
Aquel lavender marriage acabó en divorcio poco antes de la muerte de Valentino, pero ella continuó su vida, hizo teatro y llegó a escribir una obra teatral sobre su etapa como mujer de Valentino, compaginando esta actividad con la moda, abriendo tienda en la Quinta Avenida.
Pero cambio de rumbo completamente en 1.934, cuando se casó con un marino y aristócrata español que al parecer tenía cierto parecido con el mítico actor desparecido. Se trataba de Alvaro de Urzaiz, a quien conoció en un viaje por Europa. El matrimonio se afincó en Mallorca y ella se entregó de lleno a una actividad muy actual y presente en nuestros días como es el negocio inmobiliario, comprando casas y propiedades inmuebles a las que sometía a reformas y actualizaciones para venderlas a los primeros extranjeros de alto poder adquisitivo que empezaban a llegar a las Baleares.
Con el estallido de la Guerra Civil en España, Natacha Rambova quedó muy sorprendida por lo descarnado de los acontecimientos. Su marido se integró en el Bando Nacional y aunque ella se adaptó, no sin esfuerzo, a los modos y costumbres conservadores del entorno de su esposo, la situación le resultó insoportablemente escandalosa.
Una bomba cayó cerca de su casa donde fueron a refugiarse los campesinos, ella misma contaba haber recogido a una anciana y a una muchacha que se protegían detrás de un muro, el impacto de aquel bombardeo fue una autentica conmoción. Aquella norteamericana mundana vivía en primera persona el horror de una guerra en un país que no era el suyo, pero habría un acontecimiento que la traumatizó aún más: Se trataba de la negativa del Obispo de Palma de dar cobijo y protección a la esposa y a los hijos del gobernador republicano, quien había sido detenido y que posiblemente sería fusilado. Aquella actitud del Obispo con una ferviente católica como era la mujer del gobernador Antonio Espina, saco de quicio a Natacha hasta el punto de plantarse en la Catedral donde se había casado y preguntarle cara a cara al prelado, en medio de un oficio religioso cuando pensaba detener aquella matanza. Antonio Espina se libro de ser fusilado, fue puesto en libertad para tener un fin peor, pues moriría recluido en un manicomio.
Se le acuso de espía, se decía que se la podía ver, prismáticos en mano, en el puente de un buque de guerra inglés señalando las posiciones de las fuerzas nacionales en la isla.
Aquellos hechos alejaron a Natacha Rambova de su marido y de España, de donde partiría en 1.936, abandonando para siempre Ca Na Tacha, su casa en la Cala Fornells. Si su primer matrimonio fue un lavender marriage, el segundo fracasó por la manifiesta incompatibilidad de su espíritu con los acontecimientos que acaecían en el país de su esposo. Ella se estableció en Niza, el continuó su carrera en la Armada Española, llegando a estar al mando del Buque escuela Juan Sebastián Elcano.
Con el estallido de una nueva Guerra, abandonó definitivamente Europa, dedicando el resto de su vida al estudio de las cultura de la Antigüedad, al estudio de la metafísica, la mitología y el simbolismo. Poseía una cierta fortuna que le permitió poseer una importante colección de arte egipcio y oriental. No volvería a relacionarse con el mundo del cine, ni con la moda.
Natacha Rambova no fue una diva al uso de su época, sino una persona singular que dejó su impronta allá por donde pasó. Elegante y distinguida, fue pionera en muchos campos, alcanzó un nivel cultural notable, y protagonizó una vida apasionante que se extinguió discretamente en Pasadena el 5 de junio de 1.966.