Saber esperar
pienso, tan necesitados de esperanza como estamos, que la pequeña psicología de la espera es un botón de muestra de lo que nos ocurre hoy dentro de un mundo en donde prima la inmediatez.
De siempre, esperar era lo propio. Cuando yo era joven, esperábamos la llegada de las cartas de enamorados, esperábamos la salida del periódico para conocer las últimas noticias del día, esperábamos la hora en que se abría la TV, esperábamos un año entero la llegada de los Reyes Magos, esperábamos la rotura de una prenda para que nos compraran una nueva… esperábamos.
Pero hoy ya nadie espera. O al menos, ya nadie quiere esperar porque hemos mal acostumbrado a nuestros menores a que se cumplan todos sus caprichos antes de que hayan terminado de pedirlos. Fin de ese bello y emocionante periodo, ya que deseamos pulsar el botón que haga realidad nuestros deseos sobre la marcha. Y asumir el paso del tiempo, no anticiparse, no sufrir anticipadamente por lo que pueda sucedernos, acomodarse a la naturaleza, no sufrir de antemano ante el temor de un revés, confiar en la sabiduría popular de lo que tenga que ser, será no parecen actualmente sino monsergas de otros tiempos imposibles de cumplir hoy, aunque lo cierto es que lo que ha de transcurrir entre el instante de ser o pensar o desear y el momento de concluir, se queda en los tiempos actuales sin el intermedio, sin el tiempo de comprender que es, en definitiva, el tiempo de espera, el tiempo de meditar.
En el amor pasa lo mismo. Se acude al goce inmediato sin que el enamorado espere amar su deseo, aún cuando esa espera, lo sé, venga luego acompañada de premio extra, pero en la realidad actual, cualquier pequeño desencuentro acaba en ruptura sin más meditación, sin esperar una actitud que pueda remediar ese desencuentro y que solo el tiempo puede hacérnoslo ver. Y en el saber, en el conocimiento, más de lo mismo. Se pretende alejar del aprendizaje el tiempo de espera para el estudio, para la lectura reflexiva y para madurar el argumento. Los sistemas de enseñanza implantados pretenden que los alumnos adquieran conocimientos sin esfuerzo, sin ese tiempo de espera hasta que comprendan lo que se les pretende enseñar. Hay que pasar de curso sí o sí, aunque -lo estamos viendo-, sin base o con una base de arena casi movediza.
Cualquier programa educativo que enseñara a esperar, directa o indirectamente, estaría condenado, aún más, al fracaso en los tiempos actuales por ir a contracorriente, aunque por mi parte, me empeño en demostrarme a mí mismo los beneficios de saber esperar -tan acostumbrado estoy a ello- que no suele descolocar mi frágil equilibrio una situación de espera en la certeza que ya nos decían en el Antiguo Testamento de que todo tiene su tiempo y hay un tiempo para todo
Esperemos -eso sí- que la situación mejore tras 38 años esperando el cambio que ahora se ha producido en Andalucía
Antonio Poyatos Galián