De un tiempo a esta parte, están proliferando diferentes reuniones de un grupo de personas que asesoran a organismos o instituciones, bajo un mismo epígrafe: grupo de sabios. Ellos están en todas las televisiones y periódicos, en tertulias montadas ac hoc y en redes sociales, obviamente, pagados por los que les hacen el encargo.
A mí, sin entender mucho de muchas cosas, pero utilizando el sentido común, la primera impresión, y la conclusión final, es que el grupo de listos, que es lo que son, rara vez aciertan en sus predicciones, porque ellos dicen lo que les mandan. Además, los sabios de verdad suelen estar callados y hablan cuando la situación lo requiere, pero nunca nos hablarían por encargo.
Estos expertos, pagados por lo que nos dicen, nos anuncian lo que nos va a pasar si no hacemos esto o aquello, pero no suelen acertar ni una, basta consultar las hemerotecas para comprobar la certeza de lo que digo. Ellos suelen ser profesores de diversas ramas de economía en prestigiosas Universidades y a diferencia de los profesores que ganan Premios Nobel, que suelen dejarse ver en ropa «informal», estos listos aparecen vestidos como los políticos, como los tipos importantes, con un estilo que yo llamaría de «imputado» es decir, traje oscuro, corbata a juego, gesto serio y voz grave para decirnos, en definitiva, que hay ricos y pobres y que la distancia que los separa es cada vez mayor, dado que la clase media se va pasando en mayor cantidad a la clase inferior al estar cada vez más restringido el acceso a la clase superior, pero lo dicen con palabras rimbombante, y algunas inexistentes, para que el personal no comprenda nada momentáneamente y solo escuche la bonita musiquilla que entonan.
Para dejar las cosas así de claras, no hace falta esas alforjas llenas de listos que nos dicen lo que ya sabíamos. Es difícil acostumbrarse a ser pobres en tiempos de rapiña y de derrumbe moral de personas e instituciones, agarrados a las ofertas de precariedad de los poderes públicos y de devaluación salarial, para que esos grupos de «sabios» cada vez que se reúnan sea para dar una vuelta de tuerca al cinturón que nos asfixia, sin que ningún organismo tengan el detalle de dar ánimo a nuestro esfuerzo y a nuestra economía, controlando las ayudas y premiando nuestro esfuerzo.
Yo, cuando oigo o cuando leo en algún medio de comunicación las palabras «sabios» o «expertos» lo primero que hago es echarme mano a la cartera, válgame Dios.
Antonio Poyatos Galián