Convendrán conmigo, queridos lectores, en que la vida, desde sus inicios, es una constante carrera de obstáculos. Y convendremos, asimismo, en que no siempre los primeros en llegar a la meta son los más enérgicos, los que se han dejado la piel y los huesos en esa lucha por llegar, porque en la vida, por desgracia, existe además la buena o la mala suerte, las presiones, los atajos tramposos, las fullerías -lo estamos viendo en la actualidad con los innumerables casos de corrupción a todos los niveles- y, por encima de todo, el destino caprichoso de cada uno.
Pero en este juego de la vida, con normas indignas y reglas indeseables, nos encontramos con todo tipo de situaciones y de personas: familias que luchan por llegar a fin de mes, hombres y mujeres que luchan por vivir honradamente pese a las adversidades, jóvenes que luchan por salir adelante y escapar del soborno social, adentrándose, algunos, en el mundo de las drogas; mujeres maltratadas por innombrables parejas que desconocen el significado de la palabra equidad Si, pensándolo bien, queridos amigos, la vida es en realidad, una constante lucha, un constante ir y venir de engaños y desengaños, de muchos errores y de algunos aciertos, de pasos que avanzamos y de pasos que retrocedemos, aunque, como digo, no siempre los triunfadores son los que más han luchado.
Y aún así, yo soy partidario de luchar y luchar, y aún con el cansancio hay que seguir luchando, pese a todo y a todos, continuar por el empinado camino característico de la lucha por lo que anhelamos o por lo que necesitamos. Porque luchar por nuestra vida, también es una satisfacción necesaria, un instinto humano de supervivencia, un comportamiento que está por encima de modas y abatimientos y por ello, tu, yo y ellos, estamos aquí, en este mundo que nos ha tocado, y debemos luchar luchar por los obstáculos y por las personas, por un mundo mejor, más ecuánime
Este mundo, tristemente en la actualidad, se caracteriza por el culto a la fachada, al envoltorio, a los hombres que triunfan -a costa de lo que sea-, cuando debiera caracterizarse por el culto a los hombres que luchan, a los perseverantes, a los honestos, a los que más sudor se han dejado en sus ropas para, simplemente, salir adelante o para conseguir lo que desean, con su trabajo.
Antonio Poyatos Galián