Escribo hoy estas breves líneas porque no tenía ganas de discutir con uno de esos típicos modernos que me aburren y me empachan, esos cuya ignorancia en todo, absolutamente en todo, la tapan reprochándome mi supuesta erudición y mi cada vez menor empatía con los demás, sobre todo mi falta de interés en sus argumentos, comentarios y hasta en su propia existencia que, por otra parte, me resulta tan aburrida como innecesaria. Lo cierto es que voy a tener que recorrer un gran trecho para tomarme un café o una cerveza con la pertinente tapita a partir de ahora, pues he tomado la determinación firme e irrevocable de no volver al bar de debajo de mi casa, pues la comodidad que supone tenerlo en el edificio no me compensa el contacto progresivamente más insatisfactorio, incómodo y lesivo con la humanidad en su grado de ciudadanía normalizada en el estándar de mediocridad que a la sociedad le conviene.
¡Todos los días ha de haber polémica en torno al tema que pueda surgir, por muy inocuo, por muy poco dado a desatar la agresividad y el conflicto sociológico, la interpretación politológica y la deriva hacia el enfrentamiento! Hoy no iba a ser menos, aunque se tratase de algo tan aparentemente conciliador y pacífico como las estilográficas.
¡Si, hoy no me he podido tomar a gusto mi plato de arroz por culpa de las estilográficas, del conocimiento que sobre ellas posee, según se cree el pobre cenutrio, un progresista oficial de esta villa, podemizado como es debido en las pautas de la corrección oficial de lo que está bien, es decir, de lo que conviene: una posición económica envidiable y muy superior, muchísimo, a la de la plebe inconsistente y adocenada que les baila el agua, una apariencia de posesión de lo que se llama cultura en las horas del presente, es decir, todo lo que es popular, o lo que es lo mismo, lo que no es cultura sino folclore, populacheo y bajunez bañado con la lectura por encima de un puñado de librejos previamente subrayadas por los líderes indiscutibles y divinos las páginas, y las líneas, en las que se tienen que fijar y bien aprendidas la frases mantra: “ tú no sabes lo que dices”, “tú eres un facha”, y dos o tres más. A todo eso ha de unírsele un disfraz adecuado una tesis doctoral de corto y pego, junto con mucha imagen y mucha opinión, mucha masa y mucha consulta…! ¡Que tropa!. Y yo como Séneca, sigo en mis trece, porque podrán matarme, que de donde estamos a empezar a asesinar solo hay un pasito, y lo digo y me quedo tan pancho y ancho, pero daño no me harán, ni me da nada miedo ni nadie, porque el miedo es una reacción, sensación, sentimiento que surge ante y frente, a causa de la constatación de que hay otros, los demás, y yo soy soledad en esencia pura…
¡Y bien, hoy le tocaron a las estilográficas!. Siempre escribí con pluma, aprendí a hacerlo con ellas y nunca me he adaptado a expresarme con soltura utilizando el famoso y no dudo que cómodo, y utilísimo ingenio argentino, conocido como bolígrafo. – Ya por manifestar y dejar claro que el bolígrafo es invención argentina hubo las primeras pendencias – Hablábamos en una mesa tres conocidos y comentábamos que en nuestros tiempos era típico regalo de Primera Comunión una pluma estilográfica, recordando las famosas “Inoxcrom”, de fabricación nacional, muy populares allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo. Uno de los presentes recordaba ora marca que usaba su padre, también nacional, y me preguntaba a mí por aquello de escribir siempre con estilográfica y tener un buen número de ellas, y ciertamente recordé un buen número de marcas españolas, de las cuales conservo algunas, plumas de una calidad más que apreciable y que en su época no fueron precisamente baratas sino en algún caso bastante más costosas que las de las prestigiosas marcas conocidas. Ese sería el momento de la intervención populista: naturalmente, los que hablábamos de esos temas éramos los privilegiados porque los trabajadores, si iban al colegio no tenían entonces ni para un miserable bolígrafo… y claro estaba que, además, no había en España más que productos de importación para ricos, y por supuesto, de estilográficas españolas nada de nada… y hubo que soportar la cantinela populista, la que he soportado desde pequeño, desde que el general Franco y su Régimen se ocupase de otorgar los privilegios obreristas y los beneficios más disparatados y desigualitarios creyendo que con ello iba a lograr conseguir que las ansias de venganza y el rencor se aplacasen para siempre: ¡Poco más de una generación pudo contener, adormilada, tanta furia, todo ese buenismo y a los hechos me remito!
A mí me da exactamente igual, a estas alturas, las conclusiones de cualquiera de los debates pues lo que tengo que hacer lo sé y lo haré, y mis pasos se dirigirán a su destino en silencio y soledad. Que un tema como el de la conversación que teníamos tres personas en un bar de pie a que un majadero, expresión de la vulgaridad y la miseria de una sociedad mediocre y en caída libre pueda dar su mitin y lucir su andrajoso pensamiento muestra que solo el desprecio puede serle devuelto como respuesta y por supuesto, para fomentar ese rencor social, esa envidia, esas ansias de venganza y ese sentimiento de inferioridad y de impotencia ante quien le es superior en todo no me he de privar de una buena dosis de pedantería, pues ha de recibir este mensaje.
Imbécil, aprende: En España se fabricaron casi sesenta marcas de plumas estilográficas desde principios del siglo XX, algunas maravillosas y refinadísimas, populares como la Inoxcrom o la Jabalina, otras con nombres extranjeros como la marca catalana “The Montjoy´s Pen” que tuvo modelos de gran calidad y carísimos. Se fabricó la Nacional, la Lumbalme, la Regia, la Super T, la Stylflex, muchas, que fueron dejando de fabricarse, con plumines que fueron verdaderas obras de arte. Una Montjoy´s de celuloide tipo “Torpedo” de 1.929 -30 no tiene precio porque solo hay unas pocas frente a las Scheaffer de la época y quienes tenemos una no la soltamos. Es habitual conservar en casa alguna pluma de los abuelos, los padres, de estas marcas, unas más normarles, otras más sofisticadas, y parte de las mías proceden de la familia, como la Cervantes de mi madre, muy corriente y simple, pero vistosa y que escribe muy bien, desde que se la regaló mi abuelo en 1,931 o 32. Ya ves, hasta en este tema, absurdo, poco polémico, salvo por tu empeño de llevarlo todo al campo de batalla, te gano por goleada. ¡No puedes, lo siento!
Manuel Alba