El 30 de junio de 1.876 sancionaba el Rey Alfonso XII la Constitución del pacto nacional, la Constitución de la Restauración, que publicaba la Gaceta de Madrid el día 2 de julio. Aquella Constitución, que se mantuvo en vigor durante cincuenta y cinco años, intentaba un equilibrio antimaximalista y se basaba en un auténtico pacto nacional, del cual la tan manida transición que siguió a la muerte de Franco no fue ni una mera caricatura. Aquel pacto nacional se fraguó tras seis años de rotundos fracasos de intentos de hacerse con el poder diversas ambiciones personalistas, una vez derrocada Isabel II con la Revolución Gloriosa de 1.868.
A la Reina se sucedió una regencia protagonizada por el General Serrano, mientras se buscaba dinastía para reinar en España bajo los principios de una extravagante Constitución promulgada en junio de 1.869. El General Serrano había sido extraordinariamente fiel a la Reina derrocada y como Presidente de Gobierno tenía al General Prim, quien también debía todos sus honores a la misma, sin embargo se habían hecho sus más acérrimos enemigos. No cabe la menor duda de que la ambición de Prim era proclamarse Rey de España, como ya lo había pretendido hacer en Méjico, si bien como primer paso propuso e impuso a las Cortes la proclamación del Duque de Aosta, segundo hijo del Rey de la recién nacida Italia, como monarca español, comenzando el breve reinado de Amadeo I, que abdicó el 11 de febrero de 1873. Prim fue asesinado en mismo día que Amadeo de Saboya entraba en Madrid, el 16 de noviembre de 1870. Sucedería un cambio de régimen más breve aun, bajo forma de República Federal, que a los ocho meses se vio derrocada con el golpe de Estado del General Pavía y la vuelta al poder del General Serrano.
Mientras se preparaba la restauración monárquica en la persona del heredero de Isabel II, que había abdicado el 25 de julio de 1.870 en el exilio. Este, el futuro Alfonso XII, tenía formación para Rey, formación propia y avanzada de la época, había pasado por los centros de formación más prestigiosos del momento, como el “Stanislas” de Paris, el “Theresianum” de Viena, y la Academia Militar de Sandhurst, en Inglaterra y desde donde hará su famoso manifiesto. Contaba, además, con la atención y dedicación plena de D. Antonio Cánovas del Castillo, el líder político malagueño que capitaneaba las filas conservadoras y gran impulsor del movimiento restaurador.
La formación y el temperamento de Alfonso XII le hacían un gobernante nato, y su juventud se complementaba con la experiencia de Cánovas. Había que tener en cuenta muchos factores, y tal vez uno de ellos era esa duda, ya casi absolutamente despejada, que planeaba sobre todos los hijos de Isabel II: ¡No ser hijos del Rey Consorte Francisco de Asís!, y en concreto, en el caso de Alfonso, siempre se mantuvo la certeza de ser fruto de la regia relación con Enrique Puigmoltó y Mayans, III conde de Torrefiel y I vizconde de Miranda.
A pesar de todo, a pesar del consenso, que entonces si fue verdadero y no un cambalache como el que dio fruto al presente estado de cosas, no hubo de ser fácil el camino. Cuando Alfonso XII llegó a España del exilio lo primero que hizo fue ponerse al mando de las tropas en la Guerra Carlista. Amadeo de Saboya había proclamado que era ingobernable el pueblo español, Alfonso XII se encontró con los últimos coletazos de la III Guerra Carlista, con sus focos en Cataluña, Navarra y Vascongadas. ¡No lo olvidemos, el problema catalán, de siempre, su opción por la diferencia y su deseo contra toda razón de imponerse a los demás españoles!. Ningún español debe olvidar que en el siglo XIX hubo tres Guerras Civiles en España cuya base ideológica era la imposición del hermano de Fernando VIII, el Rey felón, y el absolutismo más radical, la involución y el ultra conservadurismo, el mismo ideal que defendieron en la Guerra de Sucesión, ningún español debe olvidar que el separatismo y el independentismo surge en esos hechos históricos, que hubo decenas, si no cientos de miles de muertos en España a los que ninguna Memoria Histórica los ampara, porque parece que solo hemos vivido una Guerra.
De Alfonso XII si se puede decir que fue un Rey preparado para reinar, formado y comprometido, la esperanza de una España que se despertaba con él del subdesarrollo y que aspiraba a corregir el rumbo y enmendar errores del pasado. Era un hombre de prestigio que se había codeado, a pesar de su juventud, con la élite europea del momento y sabía cuál era el camino a seguir y como desenvolverse. Pero su prematura muerte antes de cumplir los 28 años de edad, en noviembre de 1.885, frustraron esa esperanza, aunque la Constitución sería la que más tiempo se ha mantenido en vigor en España, esa sobre la que los diarios de Las Cortes recogen una anécdota que hoy es manifiestamente fresca y está para mi totalmente en vigor: Cuando se estaba tratando de definir el concepto de nacionalidad española, el propio D. Antonio Cánovas del Castillo, consciente de lo difíciles que solemos ser los españoles indico en voz muy alta a quien estaba de escribiente: “ Ponga usted que son españoles los que no pueden ser otra cosa.”
Con los años nos han venido los cuentos de calleja, las apologías gratuitas, las adhesiones inquebrantables…. ¿Y hemos de creerlo?. El hijo de Alfonso XII, Alfonso XIII, recibió una formación mediocre a las faldas de su madre, Cristina de Habsburgo, Reina Regente, y su tía la Infanta Isabel, la formación de D. Juan Carlos fue la reglamentada por el Palacio del Pardo, La preparación de aquel Rey fue muy superior y la que ha tenido el actual monarca, se diga lo que se diga, y lo diga quien lo diga, y las circunstancias de la España en la que tuvo que reinar a una edad temprana, luchando con una herencia arrastrada terriblemente desastrosa tanto en cuanto a lo que habia supuesto el cambio de dinastía en los comienzos del siglo XVIII, como lo que de tragedia en todos los aspectos arrastraba aquel siglo en cuya segunda mitad, el 28 de noviembre de 1.857, le tocó nacer.
Tras de él, un abuelo que había sido la mayor contradicción de la Monarquía española, conocido como el Rey felón, del cual tras su regreso a España para reimplantar el más feroz absolutismo y reponer la Inquisición, se comentaba en las calles y los corrillos más liberales que con él había vuelto “la peste borbónica”. Tras él, y con la abolición de la Ley Sálica, permitiendo el acceso de las mujeres al trono, el comienzo de una etapa de Guerras Civiles sangrantes en España, con innumerables víctimas, que enfrentaron a los isabelinos, partidarios de la Reina Isabel II, tutelada por la Regencia de su Madre, Mª Cristina, la Reina Gobernadora, y los Carlistas, absolutistas totalitarios y ultracátolicos, con sus focos en Cataluña y en Vascongadas, Guerras Civiles cuyas víctimas, como ya señalé, no tuvieron jamás Memoria Histórica. Tuvo que luchar contra el cantonalismo y mil y un conflictos, entre los que hay que contar con la corrupción que encabezada por su abuela, la Reina Gobernadora, Cristina, y su segundo esposo, el Duque de Riánsares, Agustín Muñoz, quienes formaron parte de un elenco de personajes que bien supieron vaciar las arcas del tesoro público a través de sus negocios a costa del Estado. Y Junto a ello, su drama personal al que desde niño nunca fue ajeno, pues era conocido como “el Puigmoltejo” , pues bien sabía que su padre era aquel Enrique Puigmoltó, y que para que lo reconociera oficialmente el consorte Francisco de Asís, éste acudió al chantaje a la Reina, como había hecho anteriormente, sabía lo escandaloso de su nacimiento, la intervención hasta del Papa Pio IX, y hasta que a causa de una de las tentativas de las tentativas de acosar a su madre por parte del que lo acabaría reconociendo como padre oficial, el General Narváez, entonces fiel Presidente del Gobierno de Isabel II se enfrentó al Rey consorte Francisco de Asís. El Ministro de la Guerra, que acompañaba al consorte, Urbiztondo, mató a espada al ayudante de Narváez, y éste mató al Ministro…
Alfonso XII sabía cómo era su casa y cuando llegó a Madrid bien supo alejar a su madre y a todo aquel pasado y emprender una era nueva que la muerte frustro, con una constitución reconciliadora y doctrinal, en unos tiempos abiertos a la cultura, en los que se reinicia la vida de casi un siglo perdido y a la lectura de los textos más objetivos y menos manipulados me remito. Supo incluso estar ajeno en su propia familia a la querella entre su madre y su tía la Infanta Luisa y el duque de Montpensier, y conocido es su matrimonio con aquella prima María de las Mercedes, hija de éstos tíos suyos, prematuramente fallecida. De su segundo matrimonio con Cristina de Habsburgo vendría su descendencia y una Regencia, a partir de la muerte del Rey y hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII que tuvo mucho de frustrante para el proyecto regeneracionista aunque la alternancia de partidos en el poder y el entendimiento entre los liberales. Liderados por Sagasta, y los conservadores, de la mano de Cánovas, se mantuvo, hasta el asesinato de D. Antonio Cánovas en agosto de 1.987, a manos de un anarquista motivado por los sucesos del Corpus de 1.886 en Barcelona.
Después…¡todos conocemos los diversos después que nos van contando de la cada vez más mentida Historia de España!. Desde el odio que se inculcó a generaciones de españoles contra Alfonso XIII de la mano de quienes en gran medida se favorecieron del Rey en el exilio hasta extremos que solo cuando la verdad triunfe sobre tanta basura como se ha de leer y escuchar, las gentes que quieran conocerla la sabrán. Alfonso XIII, un buen hombre, superprotegido por su tía Isabel y por su madre, la Reina regente, de formación limitada y palaciega, que a mi juicio y coincidiendo con muchos que le conocieron, aterrizó con la realidad en el exilio, como ocurriera con Manuel II de Portugal. En mi entorno debo ser el único que le muestra abierta simpatía y respeto, como también se la tuvo mi abuelo, a quien no pude conocer pero cuyos cuadernos de notas me han dejado vivo testimonio de una época. Un hombre que cometió muchos errores porque no tuvo ni a un Cánovas, ni a un Sagasta cerca, y tal vez demasiada Iglesia y demasiada influencia familiar. No me siento capaz de hacer crítica del Rey Alfonso salvo para señalar un máximo error que, sin embargo, resulta lo más ramplón, edulcorado y lanzado en contra suya cada vez que se trata del tema: Su matrimonio. Porque si hubo un error que le debió amargar la vida, incluso abandonarse a la resignación fue aquel matrimonio con la princesa segundona y ambiciosa cuyo tío, Eduardo VII la había mantenido, junto a su madre, en la Isla de Wight , alejándola de la corte Británica. La nieta preferida de la mítica Reina Victoria, y su madre, la Princesa Beatriz, no gozaban precisamente de especial simpatía del Monarca que siempre tuvo a su hermana pequeña de barrera frente a su madre, a la que hacía de secretaria, confidente y de algún modo de única persona de confianza. La propia Beatriz definía a su hija Ena, futura Reina de España como problemática y rebelde. Aquella mujer ambiciosa, invitada por casualidad a la recepción que al Rey de España dio el Rey de Inglaterra en el Hotel du Paláis de Biarritz, princesa segundona, que había sido mal criada y mimada por su abuela y ahora estaba relegada, con su madre de manera manifiesta, conoció en 1.905 al joven Alfonso XIII, y al año siguiente, en mayo, Ena, Eva en escoces, era ya la Reina Victoria Eugenia de España, de un país que nunca entendió, ni le gustó, de un pueblo al que nunca comprendió, de unas costumbres a las que ni intentó adaptarse y donde el enfrentamiento con los miembros de la Familia Real, su empeño en imponer, como hizo, modos y formas que hicieran destacar su innegable estilo y belleza, pasión por la moda y la modernidad, frente a la austeridad y el modo de vivir de la sociedad española, hizo que el sentimiento general fuera recíproco.
Por mucho que después de haya querido decir, Victoria Eugenia no despertó pasiones en los españoles. Se reconocía su belleza pero se reprochaba su distancia y su gesto déspota y altivo, comparándosela con su prima Beatriz, casada con el también primo del Rey, el Infante Alfonso de Orleans, hija del entonces Duque de Edimburgo, que, además de una belleza sin igual, derrochaba simpatía y cariño por donde pisaba. Lo diga quien lo diga, aquel matrimonio hirió gravemente a la Monarquía española… ¡Hubo otros!
¡Pero todo esto que he escrito no vale nada! Esta borrado de la mente, aunque no se puede borrar de los libros, salvo que se vayan requisando y quemando. Ahora todo es brillante y esperanzador, y del ayer no se aprendió. Alfonso XII será para muchos un fantasma y desde luego un ignorante en comparación con los estadistas que nos gobiernan…. La Santa Transición es el único milagro posible y creíble de España y la verdad es la que tenemos, hoy por la mañana una, por la tarde otra… Hay un Rey que con sus defectos de forma tradicional incluidos, lo es de unos y de otros no, por auto exclusión a lo carlista, aunque ellos ni sabrán lo que es el Carlismo, sin saber tampoco que si no tienen Rey, no tienen Cortes, y no tienen que estar allí donde se sientan y donde cobran, es decir se han salido del tiesto y fuera están. Hay otros que aplauden o no según donde se sientan, aun siendo de la misma vacada… y hay en el mismo lugar que se sentaron Cánovas y Sagasta un jefe de gobierno que torea al Rey y le da plantones porque se cree Luis XIV y piensa que el Estado es él. Hay quienes están dispuestos a negociar, por necesidad de mantener el Poder, aquello por lo que Alfonso XII, nada más llegar a España, se puso al mando de sus tropas, que tenían la misma misión constitucional que ahora.
Hay quienes no pueden expresarse libremente porque son amenazados e insultados, pero si son amenazados e insultados o pueden denunciarlo porque incluso lo que podría ser eso que llaman delito de odio se extingue bajo el argumento de la libertad de expresión, es decir solo se puede expresar libremente lo que se impone como libre oficialmente. ¡Viva el sistema! Ahora, en las puertas de la vejez, se me hace callar… Hace unos días se me tachó de no sé qué por apoyar a un eurodiputado, que resulta ser de VOX pero me da igual porque yo no soy de ninguno, voy mucho más allá de la partitocracia, soy más radical… Sí, apoyé públicamente a D. Hermann Tertscht, y me reafirmo, porque le pretendían denunciar por promover el odio por solicitar la aplicación de la Constitución, de esa fabulosa Constitución del café para todos, que resulta ser que para todos según y cómo y para unos más exprés y para otros, totalmente aguadillo, y de ella un articulito de los primeros, el siguiente:
Artículo 8
1. Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
2. Una ley orgánica regulará las bases de la organización militar conforme a los principios de la presente Constitución.
Y yo me pregunto… ¿ Dónde está el odio?, porque yo lo que veo es una omisión manifiesta en no aplicarlo sin que esté derogado.
En fin, como para mí de lo inferior nada superior puede esperarse y tómese como se quiera, dado que D. Alfonso XII lleva más de un siglo muerto y que esto va por muy mal camino voy a invocar al espíritu de D. Antonio Cánovas del Castillo para que me diga si tenía algún apaño si se daba el caso de que un español pudiera ser de algún otro sitio así, de repente, y liberarse de este martirio.
Manuel Alba
5 de febrero de 2020