En una sociedad sobre comunicada, aunque esto ya se
vislumbraba en el siglo XIX, el llamado cuarto poder (los medios de
comunicación), dotados de gran poder o influencia en los asuntos
sociales y políticos de cualquier comunidad, manejados por profesionales
de distinta preparación y valía, son un arma peligrosa cuando la
objetividad para ellos no existe.
Hoy es tal la
influencia que muchas veces los otros tres poderes (ejecutivo,
legislativo e incluso judicial) no pintan nada si el cuarto está en
manos de desaprensivos gestores.
Se venden al
mejor postor, donde la ética brilla por su ausencia, y es la maldad la
que lleva a determinados “profesionales” a actuar contra individuos o
grupos, a veces con violencia poco disimulada que tiene tintes de
enfermedad. Esa maldad gratuita, para hacer daños a colectivos con
pocos medios para defenderse a tiempo y mucho menos para combatirlo.
Esta
herramienta tan poderosa como la comunicación, con medios tecnológicos,
que la información llega a cualquier parte del mundo en minutos y a
veces el agraviado es el último en enterarse.
Estos
periodistas que saben que están haciendo el mal y que sienten placer
por ello, se les puede definir como perversos. Es posible que esa
información muchas veces falsa y desvirtuada pueden llevar a la ruina
económica y moral del colectivo aludido.
Esta
perversión, es la forma de vida que han adoptado y la única manera de
destacar para mendigar un puesto en medios que tienen el escándalo como
argumentos que ofrecen sin calidad alguna pero que vende a un
determinado sector de la población, esas informaciones fraudulentas se
hacen viral y aunque luego haya desmentidos, no sirven nada más que para
la noticia dure varios días que era uno de sus fines
Una
de las características de este colectivo es que intentan presentar lo
malo como bueno a través de engaños y son plenamente conscientes de que
están haciendo daño. Existe otra tipologÍa que es la de aquellos que
actúan con maldad como «vía de descarga».
La
información es poder, está presente en todos los canales de conocimiento
y se canaliza por vías muy rápidas, creo y valoro la libertad de
expresión siempre que sea verdad lo que se cuenta, pensando muy bien lo
que digo, porque el daño puede ser irreparable.
¿Dónde están esos grandes profesionales que están en la mente de todos, colegiados junto a estos fascinerosos colegas?
Para
terminar ¿qué os ha hecho mi pueblo, mi tierra, mi gente, La Línea de
la Concepción para que las noticias tergiversadas y falsas os sirven de
sustento?
Antonio Pérez Carmona