En la sociedad, en el mundo moderno, todo es masa, todo es cifra, cantidad, materia, incluidos los seres humanos que se han vuelto cosas. ¡Un mundo de enajenados mentales que en unas décadas ha llegado a la sublimación de su locura! El ser vulgar medio, ha entregado su libertad al Poder y su capacidad intelectiva a las máquinas, disminuyendo progresivamente en sus facultades cognoscitivas y creativas. En la medida en que las máquinas hacen más, ese homo vulgaris se esfuerza menos, piensa menos, se vuelve menos ágil más perezoso mentalmente…. Ese humano de hoy, que ya no habla en torno a una mesa sino que se comunica tecleando en un receptor telefónico o de cualquier instrumento semejante, dando esa imagen común y patética de grupos de amigos, de familias, de gentes reunidas en silencio, cada uno con su teléfono en la mano, entregado al tecleo, ese ser humano se ha deshumanizado, ¡Así de simple!.
Al haberse vivido en situación de confinamiento, se ha exaltado el culto a una tecnocracia asesina que habrá de pasar su mortífera factura, de esa locura colectiva y global, ¡cómo no iba a ser global y mundial!, la gente se ha entregado ya a confiar en las virtudes salvíficas unos medios sobre los que todos hablan de ventajas y nadie repara en sus inconvenientes, sus graves inconvenientes. Y es evidente que la tecnología es útil y salva vidas, cuando es aplicada en sentido razonable y como medio auxiliar, imprescindible, a niveles científicos. Tampoco es discutible que las nuevas tecnología permiten comunicaciones que antes eran imposibles y que acercan a las personas… Pero también hay que señalar que en un mundo sin orden, sin principios ni jerarquía, las tecnologías avanzadas que se superan día tras día, tienen peligros muy evidentes en un planeta superpoblado y unas reglas de juego absolutamente insostenibles pero imponiéndose globalmente con vocación de permanencia por largo tiempo, una de las necesidades de las sociedades y de los individuos que las componen es mantener relaciones interpersonales, porque para el hombre vulgar la sensación de soledad es insoportable y en el mundo global y materialista moderno se vive la angustia de esa soledad que, como dice el tango de Eladia Blázquez, se puede sentir también en el montón, en medio de la gente…
Se cree romper la soledad en esas llamadas redes sociales y se han creado nuevos tipos humanos que, además, tallan su valor en la piedra de la influencia que a través de esos medios ejercitan con y frente a los demás…. Hoy cualquier persona que maneje sistemas con destreza y le dedique tiempo e ingenio, aunque de esto último tampoco se precisa demasiados, puede imponer modos, conductas, modas e incluso dar lecciones de ética, de moral o de cualquier tipo de cosa que le venga en antojo.
Hay personas que en ese nuevo concepto infame de fama que desde las últimas décadas del pasado siglo se impuso en la sociedad han complementado ya a los más que conocidos personajes que sin manejar ningún tipo de ciencia o sapiencia se han hecho populares y conocidos, admirados por motivos que a cualquier persona que tenga un cierto sentido de la vergüenza incluso le siguen alarmando. El famoso o la famosa que no lo es por ser notorio escritor, destacada científica, arquitecta, ingeniero, deportista, cantante, concertista de piano, jurista o destacar en las artes escénicas, o como pintor o escultora, sino que su elevación al grado de personaje digno de ser loado y seguido por esta sociedad enferma se debe a su relación con otro u otra igual, a sus amoríos o desamoríos banales, vulgares, tan corrientes como los de cualquier otro ser humano, cuyos méritos se ciñen a la cantidad de escándalos que pueden ser capaces de protagonizar en unas vidas vacías, o, como mucho tan corrientes como las de cualquiera, solo que han contado con los medios de comunicación y con una sociedad masa vacía, ese tipo de ser ensombrece cualquier idea de progreso social e intelectual. ¡Claro que eso del progreso intelectual no interesa al Poder establecido y que con estas enajenaciones se tiene un elemento de control y de entretenimiento de la gente muy valioso a la hora de hacer manipulaciones de masas! El famoseo de los dioses de la nada implantó su bandera y sus zafios protagonistas, mayoritariamente iletrados, incultos y nunca ejemplares en el sentido rigoroso del término se profesionalizaron y los tenemos a diario en las televisiones percibiendo altas remuneraciones por su presencia y hasta incluso aparecen con sus miserables vidas y milagros en las páginas de los diarios como si algo de lo que pudieran hacer u ocurrirles tuviese relevancia para la vida cotidiana de la gente.
Y a estos se vendrían a unir los nuevos comunicadores del mundo del absurdo, a través de las llamadas “redes sociales”, seres que contabilizan seguidores y que perciben remuneraciones por sus actividades, imponiendo modos y costumbres, publicitando formas de vida o sus meras payasadas, y siendo la admiración de las gentes, desatando pasiones con sus opiniones y pronunciamientos en cuestiones de las que ni saben ni les interesan pero que producen impacto, incluso corrientes de opinión y postulamientos de los más insensatos.
Pero el peligro de esas intervenciones a través de redes sociales es aún mayor cuando se utilizan para manipular, ideologizar, asustar a las multitudes o lanzarlas a cualquier tipo de acción, normalmente desde la política, para atacar a los adversarios y doblegar a quienes no piensan de determinada manera. El insulto, la amenaza, el escarnio a través de internet es algo que parece ser muy difícil de controlar si no se quiere hacer, por supuesto, y si para realizarlo se cuenta con la posibilidad de que quien opine o agite es un famosillo de esos que a las gente les han calado, o uno de esos que ahora se denominan con el estúpido nombre de “influencers”, pues mejor aún.
El perceptor medio de toda esta basura se suele identificar con tamaños personajes porque se llega a creer que, por un lado, el famoso de fama infame le representa de algún modo y el “influencer” le proporciona una relación personal, de tú a tú que le saca de su angustiosa soledad de hombre número, de ser masa, llegando a creerse importante, tanto como para difundir los mensajes que recibe, aunque no los entienda, aunque no haya llegado a considerar si está de acuerdo o no con los contenidos, porque el mero hecho de reenviar lo que recibe le hace sentir protagonista de algo, de una idea, de una historia.
Desde hace años vengo manifestando mi temor a la tecnología utilizada como instrumento de alienación y de opresión. Hay quienes se consideran diferenciados y han reflexionado mucho sobre estas cuestiones que ya han llegado al cenit de su perversión. Meditar sobre los límites de la tecnología, de los nuevos medios de comunicación, intentar fijar una frontera entre lo ético y lo absolutamente indeseable, es un pecado mortal en estos momentos, en los que la falsa libertad de información, la falsa libertad de prensa y comunicación, la falsa libertad de expresión, son intocables cuando desde el Poder conviene y a la globalidad del Nuevo Orden interesa. Si los humanos no fuesen números, cosas, sujetos abducidos, sugestionados, hipnotizados, habría campo para el debate, pero no es así… Absortos en la era de eso que se conoce como “inteligencia artificial” se avanza más aceleradamente hacia la humanidad inhumada sin caer en la cuenta que esa inteligencia artificial no es tal sino la imposición a través de la dictadura de la globalidad y la tecnología del pensamiento, la actuación y hasta la capacidad de regir el pensamiento de los adocenados por parte de quienes aspirar a dominar el mundo.
De cualquier modo es indudable que, como manifesté al principio, la tecnología y los nuevos medios de comunicación son un apoyo extraordinario para el desarrollo humano, y que ni se puede ni se debe prescindir de ellos por el bien de todos, pero el problema radica en el momento en el que su devaluación, su utilización desviada de las perspectivas del bien común, su instrumentación para dominar, influir y coartar a los seres humanos, o para inyectarles un concepto falso y rastrero de la existencia, para imponer un modelo humano vulgar, zafio, indolente y frívolo. Entonces se vuelve perversa y hay que protegerse, tratar de convertirse en hombre diferenciado y llegar más allá, llegar a ser extraordinariamente crítico y selectivo
Discriminar es seleccionar y por mucho que se prohíba es imposible evitar que las personas se aproximen o se distancien según afinidades, gustos, pareceres, sentimientos o cualquier otro tipo de criterio, aunque sea por mero capricho. Entiendo que en lo que respecta a las relaciones laborales, profesionales, y los aspectos en los que la sociedad impone condiciones no se den esas posibilidades selectivas, pero fuera de esos terrenos nadie puede impedirlo. Y quien se siente hombre diferenciado selecciona con quien comparte espacio y tiempo en todo aquello en lo que aprecia tener campo de libertad, evitando que en su entorno se produzcan perturbaciones borrascosas o presencias incómodas, algo por otra parte poco complicado dado lo poco atractivo que para el humano moderno resulta alguien que acaba resultándole en gran medida solitario y demasiado ajeno a su intereses e inquietudes.
Manuel Alba