Crujen nuestros dientes, cada vez más, bajo los vientos de la economía de racionamiento que nos está llegando a toda Europa. A una Europa que se inmola a si misma aniquilando su glorioso pasado, “deconstruyendo” todo lo construido, haciéndose un vergonzoso “harakiri”, con el silencio cómplice de los que no se mueven, por si no salen en la foto, para no perder sus prebendas.
Yo estoy muy afectado con lo que nos está pasando porque, con cada vez más arena en la boca, continuamos esta travesía del desierto en la que se ha convertido esta desconocida pandemia que no sabemos adónde llegará. Entre este viento Siroco, se continúan oyendo las voces de los que no saben el resultado de las soluciones que nos aplican por decreto dando pasos de ciego.
Economistas no ortodoxos, hace años que vienen advirtiendo de que, solamente con la eliminación del 50% de los políticos, de las instituciones vacías de contenido -léase Senado-, sus prebendas, sus asesores, sus cargos de confianza, sus dietas, etc. etc., solamente con eso bastaría para que las cuentas del Estado cuadraran sin déficit. Fácil y lógico ¿verdad?
Economistas no ortodoxos siguen diciendo que, además de la infinidad de políticos, adláteres, chiringuitos de propaganda y advenedizos, la teta del estado no puede alimentar a todo foráneo que llegue ilegalmente -recalco lo de “ilegalmente”-, atraído por las mafias o por otros cauces, ni a todo el que, sin dar un palo al agua, esté viviendo aquí al pairo de “las ayudas” para todas sus necesidades, cuando muchísimos españoles de más de cincuenta años tienen más dificultad para acceder a esas ayudas. El sentido común nos dice que no es normal que un trabajador patrio, tras 35 o 40 años trabajando, se jubile con una pensión de menos importe que esas ayudas que muchos, muchísimos, reciben aprovechándose de unas leyes sectarias e injustas. Pero ni caso.
Es cierto que la locura de los derroches sin ningún tipo de control, nos están abocando a un desastre mayúsculo, pero también es cierto -lo estamos viendo-, que entraremos en mayor profundidad de ese desastre como consecuencia, también, de la falta de actividad que hemos padecido estos cien días y que han llevado a miles de pequeñas empresas y de autónomos a la quiebra por falta de ayuda, por falta de comprensión y empatía ante el frenazo en seco de la actividad productiva… y sin actividad no se prospera, sin actividad no se recauda, sin trabajo solo se puede malvivir pero nuestro desgobierno no se ha preocupado de esos temas, solamente estaba preocupado esos días en intentar lavar su nefasta imagen y en decirnos, a través del programa “Aló Presidente”, que han salvado 450.000 vidas cuando no saben contar ni siquiera los muertos que ha habido…
Resecos los “rayos de esperanza” con los que pretenden animarnos “diciendo” que habrá ayudas para todo y para todos, simulan, eufemísticamente, un oasis en donde refugiarnos de este feroz Siroco. Pero hemos de ver con claridad que ese eufemismo del político es como el espejismo en el desierto: un señuelo ilusorio en ese incómodo hábitat, una ilusión por lo que puede llegar, no sabemos cuándo, pero olvidando -el desgobierno-, que la única esperanza consiste en tener más actividad, mas empleo y por ende más consumo, mejor educación…, mejor vida, en definitiva. La otra esperanza, aunque parezca utópica, sería conseguir reducir el dañino gasto que “ellos” producen en las arcas del Estado, es decir, en todos nosotros.
Sedientos y exhaustos, ya solo nos queda, como digo, exprimir la cantimplora de la esperanza, como mártires que somos de un pueblo al que ha sobrevenido una verdadera desgracia de políticos que están decidiendo lo que debe durar este desierto… este desierto moral, sobre todo.
Antonio Poyatos Galián.