Creí hace ya unos años que en España no cabía un tonto más, paulatinamente extendí mi creencia a todo el llamado Mundo Occidental. ¡Craso error, porque el fluir de los días me ha demostrado que aún hay espacio para muchísimos tontos!, y a cada momento surgen individualidades y colectivos que se integran y pasan a engrosar el catálogo de tontos. ¡Y los llampo así por ser suave en los términos!.
Arrastrando ya desde lejos fama de disidente de todo y de intransigente, cargo con satisfacción con esa calificación, otorgada por una parte generosamente amplia del mundo, de mi entorno, que no mi mundo, una parte de un amplio número de humanos que no solo son tontos sino que, además, están cargados de mala leche, algo que me llega a producir unas imparables ganas de combatir, de combatir hasta la muerte… Y si, ciertamente, cada día me he de enfrentar a nuevas manifestaciones absurdas, y no porque las busque, ya que me las traen a casa los noticiarios, los periódicos, internet y todo ese mundillo que no puede evitarse.
Y deseo destacar algunas de las manifestaciones absurdas de imbecilidad, que chocan mi mentalidad que a pesar de las descalificaciones, a lo mejor resulta más avanzada que la de la progresía… Una de ellas es el debate abierto entre algún medio de comunicación y algún periodista frente a un sujeto incalificable, un insulto a la inteligencia humana, llamado Pablo Echenique. ¡Me sorprende que cualquier manifestación de este personaje siniestros, maleducado y obviamente acomplejado pueda ser tenida en cuenta!. ¡Me asombra que personas de una mediana formación entren en polémica con este indeseable que ha hecho del insulto su bandera y de la descalificación y el descrédito de todo lo que no le gusta su vehículo de expresión!. El rendimiento que este sujeto saca a su condición de minusválido, a su evidente desigualdad con respecto a los demás por causa de un mal que desgraciadamente le aqueja, es evidente y va creciendo en la medida en la que de su mente retorcida va injuriando y vejando a diestro y siniestro ante el aplauso del coro de grillos de sus comilitantes en el no menos aberrante grupo político que milita.
Para mí es muy fácil acabar con la agresiva incontinencia verbal y la dialéctica del insulto de éste individuo:¡ Se le ignora!, si, ese es el camino: conjurarse a no darle publicidad a sus palabras o a sus intervenciones en las redes sociales. Ignorar es fácil y, a la vez, el mejor instrumento para acabar con plagas de bichos como éste puesto que sin coro, ni audiencia, sin la menor respuesta a sus provocaciones, este tipo de personaje se pierde en la nada, de donde nunca debieron salir.
Y si me asombra lo del ínclito Echenique, no me sorprende menos el asunto del racismo, y este me ha tocado de lleno pues han pretendido que yo ponga rodilla en tierra en apoyo del debate y la barbarie internacional promovida a partir de que un negro, un ser humano negro, que podría haber sido oriental, o hispano, ha sido vilmente asesinado por un policía en Los Estados Unidos de América. ¡Arrodillarme yo y pedir perdón! ¿Por qué?. Que me llamen racista, como tantas otras cosas, me trae sin cuidado. Puedo decir, eso sí, que las razas y las castas son tema conocidos para mí, estudiados desde muy diversas perspectivas y que me he podido hacer mi opinión sobre toda la errática perspectiva que desde el siglo XIX se ha venido dando a una cuestión propia de la naturaleza. Convencido como estoy que desde que se quiso dar una dimensión sociopolítica manipulada de la cuestión, desde todas las perspectivas, tendencias e ideologías, desviando del cauce natural y biológico la cuestión, desde que surgió el empeño de calificar a unas etnias como superiores y otras como degradadas, se generaron conflictos que llegaron a extremas cimas de crueldad, sin fundamento alguno. Razas hay desde los inicios de la humanidad, y los seres humanos, como todos los mamíferos superiores se fueron diferenciando según las condiciones que la naturaleza imponía a sus vidas para luego ir mezclándose unos con otros a lo largo de la evolución.
El racismo surge de la civilización, del espíritu civilizador. Hasta bien entrado el siglo XVIII y con el siglo XIX surgió el “espíritu civilizador”, antes no se conocía ni el término. Y ese espíritu civilizador fue la causa de diferenciar a los pueblos del mundo en dos grandes clases: los civilizados y los salvajes. Naturalmente ese espíritu surgió de la Ilustración y el nefasto siglo XVIII en Europa, y a través de él pero con fines evidentemente nada altruistas, se consagró la idea de que los aborígenes de Australia o los negros de las tribus africanas tenían que recibir “civilización”, es decir ser, pensar y actuar según los cánones de la Europa liberal y de los nacientes Estados Unidos, como si los demás, los pueblos y razas del mundo no tuvieran civilización. Se arrasó con culturas y costumbres por todas partes y comenzaron las controversias. Recuerdo ahora como Rabindranath Tagore escribiese en su momento: “ya no hay un pueblo en toda Asia que no mire a Europa con temor y recelo”
No quiero extenderme más en un tema en el que solo quiero dejar claro que las razas existen, no se pueden negar, como muestra de la desigualdad que la Naturaleza impone, una muestra más de la desigualdad entre los humanos contra el principio forzado del falso igualitarismo. Si las razas existen pero no existe ningún tipo de superioridad o inferioridad de unas frente a las otras y en la actualidad vivimos fenómenos de desarraigo producidos por ese “civilizacionismo” que arrasó culturas, formas de pensar y de vivir para imponer lo que una parte del mundo llamaba cultura y civilización, que no era, a la postre, más que la suya sin importarles que los demás pueblos también tuviesen sus civilizaciones, sus culturas, con profundas raíces históricas, con arraigo milenario… Unos mundos que desaparecieron para homogeneizarse en menor o mayor medida con el mito de Occidente.
Y como conocedor de estas cuestiones, al menos en mínimo grado, no me siento afectado por que un hecho dramático como el asesinato de un negro en Estados Unidos a manos de un individuo sanguinario, me tenga que producir sensación de vergüenza o arrepentimiento… Y utilizo las palabras de siempre, negro y blanco, asiático, indio … porque lo que me parece vergonzante es llamar a los negros de Africa “subsaharianos” y a los de Norteamérica “afroamericanos”, será tal vez porque tuve una formación en la que la convivencia con gente diferente por el color de su piel era tan normal que no había que buscar hipócritas calificaciones.
Los hechos desatados en Estados Unidos y extendidos como un virus a otros lugares del mundo me asombran, entre otras cosas porque lo ocurrido ha sido un crimen con todas las letras, pero no tiene nada que ver con una supuesta mentalidad esclavista, y la acción anti española promovida allí y apoyada aquí por los enanos de la venta del nacional populismo y otras hordas de indeseables, no tienen causa ni motivo, dada la actitud histórica de nuestro país sobre la cuestión. Ver que desde Jefes de Estado hasta los deportistas de élite, que gente que se dice representar a la cultura hasta los corredores de la Fórmula 1 se arrodillan pidiendo perdón me parece tan ridículo como contraproducente en unos tiempos en los que todo vale para acabar con lo que queda de identitario en las naciones.
Deberían de empezar los que tanto se arrepienten de hechos del pasado por analizar la forma en la que se producen las relaciones de convivencia entre la comunidad negra, ver como he tenido ocasión de ver allí, y no una sola vez, como el negro adinerado, bien situado, trata al negro humilde y pobre… Ver como esos mismos tratan al personal que les sirve, a su chofer, a sus sirvientes…Ver como los policías negros tratan a los negros, y constatar el racismo clasista que existe entre ellos. Y no pretendo generalizar, pero es algo más frecuente de lo debido. Deberían explicar también esos que han aprovechado aquí la situación para hacer proclamas y elevar sus voces desde la extrema izquierda, los motivos por los cuales no hay negros en el gobierno de Cuba, o en Venezuela, donde la población negra apoyó a Maduro. ¡No tengo nada de que arrepentirme, ni por lo que pedir perdón!
Lo que si tengo es que pedir explicaciones del motivo por el cual el gobierno de España no ha hecho valer ya su queja y su protesta por el trato que está recibiendo España, por el derribo de estatuas, por las ofensas recibidas. ¿Por qué esta cobardía?
¡Tiempo de tontos, de crecimiento desmesurado de su número!. Los tontos, sobre todo los que están cargados con grandes dosis de mala leche, campan a sus anchas por las tierras de España, tondos indeseables y repugnantes a los que nadie se atreve a hacer frente, y cuando digo nadie me refiero a la ciudadanía, porque desde las gradas políticas está todo perdido. Frente a Iglesias, casta de su misma casta, pues él solo constituye una casta de maldad insolente, de machismo irreprimible y posturas corraleras, frente a Echenique, a Irene Montero, vergüenza del género femenino… Frente a Otegui y los suyos, casta o variedad de los sanguinarios más repulsivos, a Rufián y su chantajismo descarado y, ¿cómo no?, a Sánchez, el patán con ambición de ser como Luis XIV, pretencioso y arrogante, que se cree líder y aspira a caudillo salvador cuando no es sino la personificación del fracaso instalada en el error permanente, el aprendiz de dictador sin carisma ni gracia, o el inefable, incalificable, indecible, inexplicable Zapatero, el resucitado que ha abrazado la fe bolivariana y que tiene el atrevimiento de opinar, de condenar, de tratar de exaltar a favor de algo que quedó pasado de moda hace decenios, el gran traidor a la Patria, frente esta tropa de tontos peligrosos y retorcidos, y todos los que con ellos colaboran, ¿qué se puede hacer?
No me vayan a contar que un esfuerzo por la unidad de la oposición parlamentaria, ni un pacto, porque frente a los tontos dinamiteros no hay sino ambición de poder y un provincianismo pueblerino, no hay más que cantos de sirena y un juego de egoísmos y personalismos que impide que el ciudadano confíe. Desde el lado de los que deberían ser firmes y enfrentarse hay intereses que les llevan a pactar incluso con los tontos demoledores sin sentido ni coherencia…
Mientras, mientras se atiende con pasión a la dialéctica del insulto y el exabrupto, de la provocación, del insulto a la inteligencia… Mientras se asiste a toda la representación teatral del Parlamento, o se traga con las decisiones tiránicas de los gobernantes, la calle vive anestesiada, aunque ya le resulta difícil creer en muchas cosas: Ya no se puede creer, aunque antes se hiciera un esfuerzo por parte de muchos, en el control del COVID 19, y a la vista está los resultados al día de la fecha y la preocupación de la gente por la posible vuelta a ser confinada. Ya nadie se puede creer en la recuperación económica y la vuelta del turismo, y con darse un paseo por donde vivo, o por cualquier otra ciudad costera, por las Islas, o por el interior del país, se comprueba que no hay visos de normalidad y que siguen cerrados comercios y bares, y la ocupación en los que están abiertos es con creces menor que la de cualquier día de frio, y tiempo desapacible. Los trabajadores tampoco creen en las promesas, ni en sus sindicatos, y los que aún tienen ocupación temen por sus puestos de trabajo…
No se espera ningún milagro, ni se confía. No se confía en la enseñanza, no se confía en la Justicia a causa de los espectáculos que se están dando, no se confía en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado después de las manipulaciones y actuaciones que desde el poder se han visto, no se confía en el futuro. No se espera ningún cambio, salvo que sea para peor, ni se espera el regreso de la inversión.
Pero el teatrillo sigue y la cuerda se seguirá tensando hasta que se parta… en tanto y mientras haya posibilidad de subvencionar, de comprar voluntades por unos cuantos eurillos, se seguirá jugando a la ruleta rusa. ¡En tan peligroso estar en manos de tontos sin escrúpulos!. ¡Se seguirá atendiendo al circo de las provocaciones y de las actuaciones esperpénticas hasta que esté todo perdido!