Todo concepto encierra su contrario. Cuantos y cuantos éxitos están plagados de fracasos y viceversa. Cuantos objetivos conseguidos recorren un camino de dificultad y actos fallidos. Si no somos capaces de administrar nuestros errores difícilmente disfrutaremos de nuestros éxitos.
Tal vez una de las cosas a las que tenemos que acostumbrarnos es a superar el sentido individualista y egoísta de nuestros actos y sus resultados. El éxito o el fracaso de cada uno de nosotros es también el de los demás y por tanto el de una comunidad determinada y el de un País.
El YO colectivo, con nuestros éxitos y fracasos, es el resultado de la suma y la resta que se refleja en el NOSOTROS. Cuanta energía se desperdicia y se desaprovecha, en convertir en frustraciones los triunfos de los demás. Paradójicamente nos encontramos con conservadores que presumen de progresistas y gente que van de avanzados que son unos verdaderos carcas.
Construir algo, exige en ocasiones la destrucción previa, configurar la magia solidaria, superando riesgos y peligros, estigmatizando mitos y costumbres, darnos un respiro, dejar de exigirnos algo a lo que no podemos llegar, para procurar ser fiel a nuestros principios y descubrir que es lo que más nos conviene para poder dormir en paz.
Debemos saber dejar el miedo y la exageración detrás de nosotros, aunque no signifique que no tomemos precauciones, si nos preocupa algo de una situación que vivimos. Entre lo afinado y lo desafinado hemos de aprender a preparar cuidadosamente cualquier cambio.
Si logramos arrancar una sonrisa a los demás lo podemos convertir en un verdadero éxito, mientras que un fracaso se nos puede convertir en una pesadilla inquietante. Nuestro ego está exultante y adquiere mayor encanto cuando superamos los problemas y las dificultades mirándolas de frente, mientras que mirar para otro lado y fingir que no pasa nada nos acabará pasando factura.
Ante un diálogo que puede convertirse en cerrazón, lo importante es saber mantener la disciplina, ofrecer todo lo bueno que tengamos, negociar con tacto y no imponer nada por la fuerza. Es sano y saludable defender nuestro derecho a hacer las cosas de otra manera.
Las cifras se disparan, y lo que hoy cuando estoy escribiendo estas letras son 103 millones de casos contagiados en el mundo, mañana pueden ser muchos más, y lo que suponen alrededor de 2.300.000 muertos, pueden haberse incrementado. Además, como resultado de la expansión del virus, más de la mitad de la población mundial ha sido sometida a algún tipo de confinamiento, se ha impuesto el distanciamiento social y los desplazamientos se han reducido, al igual que la actividad.
En España hay más de 3.000.000 casos y 90.000 muertos. Afrontamos una tercera ola y somos uno de los países del mundo con más muertos con coronavirus por número de habitantes. Cada día las discusiones sobre la pandemia abren una polémica.
Un día son las estadísticas, otro son la ausencia de efectivos personales y materiales, o la polémica de las clases y la asistencia o no de los alumnos o la batalla de las vacunas, y vamos yendo de lo lejano a lo cercano, de lo desconocido a lo conocido.
Y mientras todo esto acontece hay relevos y sustituciones en el Consejo de Ministros, y Darías sustituye a Illa al frente de la cartera de Sanidad que es el candidato del PSC de las Elecciones Catalanas que se celebrarán el 14 de febrero, tan importante en una Pandemia y esta es reemplazada por Miquel Iceta, para hacerse cargo del Ministerio de Administración Territorial. Todos supieron estar a la altura y demostraron una gran elegancia en el proceso de relevo ministerial.
Tal vez nos llame la curiosidad que de los 24 ministros y Ministras de Sanidad que ha habido en nuestra democracia, solo cuatro tenían formación médica, tres del PSOE, Bernat Soria, Carmen Monzón y María José Carcedo y una del PP Ana Pastor.
Curiosamente los más mediáticos y populares han sido, el padre de la Ley de Sanidad, Ernest Lluch y Salvador Illa, ninguno de los dos había asomado la cabeza al mundo de la Sanidad, mientras que el padre de la Ley de Sanidad era Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona y fue asesinado por ETA cuando apenas tenía 63 años, Salvador, es licenciado en Filosofía. Ambos dialogantes y pactistas.
En estos últimos tiempos hemos conseguido vacunas contra el COVID -19 en un tiempo récord, pero con todas las complicaciones y dificultades del mundo a la hora de la aplicación y la distribución, por ello Bruselas, lo que es lo mismo la Unión Europea ha creado un “mecanismo de emergencia” para poder bloquear la exportación de vacunas.
También en estos tiempos que corren de sujetos traviesos y estrafalarios, nos hemos encontrado con políticos, técnicos, fiscales, obispos, y otros próceres queriendo colarse y no guardar cola para ponerse la vacuna por delante de quien le pertenece. Hay demasiados sorprendidos con la jeringa en el brazo.
Seamos prudentes, ni antes ni después, y ante cualquiera que desee, sienta la tentación de querer colarse, ni un paso adelante ni tampoco atrás, que nadie piense que por lo que hace o por lo que no hace tiene algún privilegio. todos somos diferentes en deberes, pero iguales en derecho.
Salvando todo tipo de obstáculos, hemos de cumplir con nuestros compromisos, en las abundancias del éxito y las escaseces del fracaso, con controles y descontroles, tendiendo la mano y evitando puñaladas traperas, logrando el equilibrio entre prudencias e indiscreciones.
Lo secreto que todo el mundo sabe, con menos de lo único y más de lo mismo, frenando avances y acelerando quietudes, en las tormentas de arrepentimientos y reincidencias, compartiendo ganancias con amigos y gastos con jetas y caraduras.
El relato sin fin o el cuento de nunca acabar, nos presentan predicciones, producciones y privaciones, abriendo y reabriendo, bondades y sabidurías, optimistas y agoreros, suficiencias y complejos, operaciones estúpidas y análisis sagaces.
No son malos ni temerarios, que los datos se correspondan a los sondeos, que la muchedumbre se convierta en una potente red social, con múltiples conexiones, aprovechemos las oportunidades que se nos presenten para transformar y no dejemos perder las ocasiones que nos salgan al paso, por tener las ventanas abiertas pero los ojos y los oídos tapados.
Evitemos el optimismo excesivo que pueda transformar nuestros éxitos en fracasos, que nadie nos incite a los conflictos ni falsas ilusiones y caminemos juntos para intentar resolver los problemas reales, con esfuerzo, paciencia, tesón y empeño. No nos embelesemos en construir monumentos el escupitajo, despreciando todo aquello que ignoramos.
Juan Antonio Palacios Escobar