En los tiempos actuales, ¿Cómo se le puede explicar a una persona que decide ser honesta, eficaz y sincera, que esas cualidades no son validas para comer o para alcanzar un puesto de trabajo?
Seamos realistas: si algo va creciendo de manera sudorosa a medida que el apuro económico se va adentrando en los corazones de la mayoría de los individuos, es la falta de honradez. Ser honrado, tal como anda el mundo, no sirve absolutamente para nada porque la escala de valores morales desapareció por el sumidero de nuestra forma de vivir, así que su escasez -la honradez-, se da en las capas bajas y en las capas altas de la sociedad.
La larga lista de casos de corrupción -solamente la conocida-, es tan larga y patética que da pena, rabia y aversión, cuando somos conscientes de los tejemanejes fraudulentos de los poderosos, de esas personas que supuestamente tienen que dar ejemplos de disciplina, de rectitud y de honradez.
Ante esos “ejemplos”, todas las capas de la sociedad “rapiñan” lo que esté a su alcance, vía subvenciones fraudulentas -por ejemplo- y en una interminable lista de peticiones para todo tipo de dificultades -reales o inventadas-, perjudicando sobremanera a los que verdaderamente las necesitan.
¿Qué tendrían que pensar las generaciones futuras al observar todos los casos de corrupción que salpican nuestra piel de toro, cuando somos un país, aparentemente, justo, equitativo y democrático? ¿Cómo se pueden tomar este generalizado tipo de iniquidades? ¿Con qué rigor les podemos pedir esfuerzo, trabajo, estudio y valores erradicados de nuestro actual día a día?
Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia, pero a esos sujetos -sobre todo a los poderosos-, no les importa tener que dar explicaciones, con increíble desparpajo, a la hora de ser cogidos malversando, sabiendo que gozan de impunidad y que, pasados unos meses, nadie recordará la fechoría. Es obvio que la conciencia la perdieron hace mucho tiempo y lo de el honor, ni les suena.
Yo no sé donde anida la honradez que se perdió y la que aún se está perdiendo. Yo no sé cómo hemos llegado a esto, pero lo que sí sé es que debe volver, cuanto antes, para dar sentido a este sinsentido que estamos sobrellevando, alentado por los que nos desgobiernan.
Sería bueno que los dirigentes políticos pusieran en nómina a estudiosos, pensadores, poetas y filósofos, a ese tipo de personas, ahora denostadas, que actualmente residen en la cuna del olvido, pero que serían muy eficaces a la hora de trazar caminos en esta nación de molletes roídos por la gula de tanto buitre.
Antonio Poyatos Galián.