Vivimos como nunca, atormentados por la necesidad de saberlo todo, de prevenirlo todo, de controlarlo todo, con esa urgencia por la seguridad y la certeza.
No nos permitimos la intuición, ni la magia, ni la incertidumbre, ni una pizca de irracionalidad en ninguna de las transacciones de todo tipo en las que nos vemos involucrados, y hacemos cálculos y cábalas para anticiparnos a los imponderables…
Exprimimos nuestra razón para que nos dé explicaciones de cuanto acontece y para que nos prevenga de lo que pueda ocurrirnos en el futuro. Y en medio de todas esas seguridades, solo algo ha quedado librado al azar, a la imprevisión y fuera de control: el amor.
Hemos creado la ilusión de un mundo racional y explicable y ello choca frontalmente con esa fuerza ajena, irracional, que hace que expulsemos a la razón y pongamos en fuga nuestra conciencia cuando el amor merodea nuestro espacio, cuando nos enamoramos… y ello nos incapacita, qué duda cabe, para ser responsables de nuestros actos y de sus consecuencias.
Sí, es el amor, amigos, esa energía capaz de hacer que dos personas vean al unísono lo que no es… para no dar nunca por visto al otro, para volver a mirarlo una y otra vez como si de la primera vez se tratara, para escucharlo, para oírlo sin darlo por escuchado y que el sonido de su voz nos resulte un susurrante y nuevo significado.
Él es mágico. Es ciego, todopoderoso, brujo, loco. Es tirano, es sagrado, es impredecible, es misterioso, es caprichoso, es irracional… es obra de los dioses y lo rige el destino. Es el amor, amigos, y nadie puede controlarlo.
Quizá nuestros corazones estarían menos hambrientos cuando dejemos que la magia, que lo inesperado, que lo misterioso y lo irracional circulen más por el este mundo frio y desangelado que hemos creado y activemos nuestro corazón para que sea más perceptivo y podamos saber cómo necesitamos amar, y decirlo… y cómo necesitamos ser amados, y que nos lo digan.
Sí. Es el amor, amigos… y, ¡cómo lo necesitamos!
Antonio Poyatos Galián.