Mirémoslo objetivamente y veremos que a pesar del montaje que supone la llamada periódica a las urnas, los ciudadanos nos sentimos cada día menos representados por los que deberían ser nuestros representantes, no percibimos que sus palabras reflejen lo que nosotros decimos y, cada día más, intuimos que los políticos representan realmente solo a ese mundo empresarial, financiero e incluso mafioso, que controla, además, los medios de comunicación, y que pone títeres -en toda la extensión de la palabra-, para llegar a acuerdos, a condiciones o convergencias que benefician lo que verdaderamente le importa al poder real: los beneficios económicos, los dineros. Solo así puedo explicarme a mí mismo como en cada nuevo proceso electoral, la calidad humana y profesional de los aspirantes aumenta negativamente en progresión geométrica, y por ende, cada vez más propensa a los apaños y a las corruptelas.
De verdad, mirémoslo objetivamente y veremos que “el plantel” de firmas que nos representan en el Parlamento, incluso los que gobiernan el mundo, no nos representan. Representan unos intereses diferentes a los nuestros. Sus intereses son poder y dinero, dinero y poder… y todo ello a costa del sacrificio de más dos tercios de la humanidad, y de todo el tercer y cuarto mundo, de la infancia, de la senectud… que se convierten para ellos, sobre las infinitas mesas de negociación y millones de palabras huecas, o nuevas ocurrencias diarias -recuerden lo que dice un imbécil sobre la “matria” andaluza, etc.- en basuras improductivas, en lastre que solo consume y que no genera lo que ellos entienden que hay que generar…
Es cierto que la red y los nuevos sistemas de comunicación, nos empiezan a permitir una democracia algo más directa y una libertad de pensamiento ajeno a lo establecido, pero aún tiene la desventaja de que todavía no llegar en masa al público en general, y cuando eso sucede, pergeñan leyes censoras para cargarse a todo aquel que se desmande denunciando verdades que están en la mente de todos, ya saben, y que ellos solapan con los engañosos discursos de siempre, con los cordones sanitarios o con el “erre que erre” masivo y unidireccional en las televisiones…
Tenemos, queridos lectores que perder el miedo a llamar a las cosas por su nombre: esto se nos ha ido de las manos, nos estamos haciendo el “harakiri”, esto es un despotismo, una locura y tenemos que decirlo. Las antenas parabólicas, Internet y los móviles han sido los medios que han posibilitado aunar los sentimientos y esfuerzos de los ciudadanos contra los déspotas, contra los corruptos y los incompetentes, sacando a la luz miles y miles de prácticas corruptas y mafiosas alejadas totalmente de la ciudadanía, pero nosotros cada día vamos más hacia atrás por culpa de esta ciega e incomprensible inacción.
Antonio Poyatos Galián.