No ha sentado nada bien, sobre todo entre los que le conocíamos y sabíamos de su talante democrático, de su honradez y honestidad a toda prueba, que Alfonso Cañas Nogueras, el primer alcalde de la Democracia en Marbella, se haya quedado sin la Medalla de la Ciudad que a título póstumo se iba a entregar a su familia. Es verdad que no siempre estas distinciones van a parar a quien más lo merece, pero no seré yo quien caiga en las malas comparaciones del porqué a unos sí y a otros no.
Estos días en que la Asociación de la Prensa APCG con la presencia de la presidenta nacional de la FAPE me ha otorgado el homenaje de la medalla de oro de la Asociación, se ha publicado en diversos medios andaluces (y en la edición en papel de La Tribuna Hoy Andalucía, cuya copia en PDF puede leerse en www.latribunahoy.com) una escueta biografía mía donde narro el momento en que el entonces príncipe Fahad, heredero del trono de Arabia Saudita, me pidió conocer al alcalde de Marbella para hacer una gran donación a la ciudad.
El que luego sería Rey Fahad sugirió ante mí a Alfonso Cañas el deseo de regalar un gran hospital a Marbella y el alcalde le cambió la idea expresando su preocupación por quienes no tenían una casa y necesitaban un hogar. De ahí surgió la donación de dos millones de dólares de la época para hacer viviendas sociales en Marbella y San Pedro.
Lo que quizá mucha gente no sabe y yo sí, porque además de valedor para esa donación era testigo y notario, es cómo Alfonso Cañas rehusó el talón al portador por dos millones de dólares que le entregaba en nombre del príncipe heredero, mi amigo el embajador en Madrid.
¿Quién se hubiese resistido a tomar un cheque al portador por Dos Millones de Dólares y sin testigos, con sólo tres personas presentes? Pero la simple duda, ya ofendía el honor de Alfonso Cañas.
Es verdad que le cargaron el muerto de la desaparición de la espada de oro y brillantes que en un viaje que yo organicé a Oriente Medio, por mi amistad con los altos dignatarios árabes, le regalaron a él personalmente y no a la Institución que representaba. Sin embargo, al regreso de aquel viaje, todo ufano y contento del éxito y de la promoción que el mismo había supuesto para Marbella y consiguiendo que un mayor número de visitantes árabes de alto poder adquisitivo, viniesen de vacaciones a esta ciudad, no se le ocurrió otra cosa que llevar la espada al Ayuntamiento y mostrarla como un trofeo conseguido por la ciudad, cuando el regalo y puedo dar fe de ello, fue a él como persona. Nadie le dijo y soy testigo. lleve usted este símbolo al pueblo de Marbella o a la Institución municipal, aparte de que para aquella Casa Real regalar una espada o un alfanje con empuñadura de oro, era como quien regala un bolígrafo de propaganda aquí.
El caso es que la espada desapareció del despacho de la alcaldía donde estaba expuesta y se insinuó y se dejó correr la voz de que había sido el propio Cañas quien la había robado. Algo que para mí siempre fue imposible de creer, porque realmente la espada era suya y no del Ayuntamiento.
Es verdad que una revistilla financiada por elementos afines al anterior régimen, al igual que el programa de radio, sacaba constantemente infundios, nunca confirmados, para deteriorar la imagen democrática de Alfonso Cañas y de su trabajo por Marbella. Y que estos días incluso han hecho correr por whatsApp una de sus mentiras.
Alfonso Cañas tenía sus defectos, tenía sus problemas y quizá sus limitaciones, pero su honestidad y su honradez no se pueden poner en duda. Y fue un gran alcalde democrático, luchador incansable por Marbella.
Si ahora había llegado el momento de reconocer sus valores y su entrega a la ciudad, no es justo que algunos políticos., por revancha o por la causa que sea, hayan tumbado la propuesta.
Lo que tiene que saber su familia y el pueblo de Marbella, es que Alfonso Cañas Nogueras ganó para sí y para siempre, la Medalla de la Honestidad.
José Luis Yagüe