He leído hace unos días, un informe publicado por la OCDE, en el que señala, entre otras cosas, que la comprensión lectora en España, está estancada las personas de entre 15 y 30 años, motivada por la escasa o nula incentivación que se hace en Colegios e Institutos para la lectura comprensiva de los textos que pasan ante sus ojos.
Pero es que, además, hay informes que señalan que más del 50% de los alumnos de ESO, salen de los Institutos de enseñanza, siendo “analfabetos funcionales”, es decir, incapaces de rellenar un impreso oficial o comprender lo que se dice en un cartel informativo que sea superior a siete líneas.
Esa falta de comprensión afecta, indudablemente, a aspectos de la vida fuera del ámbito estrictamente profesional o de funcionamiento mínimo vital, porque esas personas, sabiendo escribir y leer, aunque sea malamente, carecen de espíritu crítico ante la información que reciben y además no sienten la menor inquietud por ello.
Los jóvenes de esa franja de edad se tienen a sí mismos por bien informados, solo por que son capaces de descifrar las indicaciones para el uso de objetos o artilugios que manejan con destreza. Ellos se mueven en un mundo que les aísla herméticamente de todo lo que pueda inquietar su conciencia, limitándose a vivir en el entorno en que están y con las facilidades que tienen a su alcance.
El disparate de la sucesión de leyes educativas desmotivadoras, ya que puede pasarse de curso o de ciclo sin haber aprobado las asignaturas, y la falta de lectura comprensiva que debiera ser obligatoria en Escuelas e Institutos, avoca a una sociedad manipulable, distraída con frivolidades, y sus integrantes convertidos en meros espectadores de una serie ilimitada de organizaciones de entretenimiento.
Este humilde juntador de letras entiende que la lectura, la lectura comprensiva, es la madre de todo el desarrollo del individuo y debería ser prioritaria en los primeros años de la vida de los jóvenes en los colegios, ya que, a partir de ahí, se formarían ciudadanos críticos y con capacidad de análisis de las informaciones que reciben de un mundo lleno de banalidades que, actualmente, causa rubor.
Antonio Poyatos Galián