¿Nadie siente un poquito de espanto?, ¡ si, de espanto!. No podría llamarlo de otra forma que no resultase peor, más doloroso, más crispante, para el oído de lo que ante podríamos llamar gente normal y que hoy duda uno que ya exista… ¿De espanto, por qué, podría preguntarse aún cualquiera de los que han hecho normal lo que sin duda no puede, no debe y no podemos permitir que lo sea de ninguna de las maneras?.
¿Qué pasa?. ¿Es locura, es una epidemia, hay algo que ha trastornado el cerebro y la conciencia de los humanos hasta tal punto de que la razón ni el espíritu, ni el alma habiten ya en el cuerpo?.
La violencia se ha apoderado de nuestra vida casi sin darnos cuenta, en unos pocos años, de tal modo que se ha adueñado del lenguaje, del gesto, de las formas y así, paso a paso, se ha convertido en compañera penosa, terrible e insoportable de nuestro día a día, hasta el punto de que la agresión, la intimidación, la amenaza, forman parte de nuestro día a día y lo hemos asumido de tal modo que salimos a la calle con el deseo de no vernos afectados por ningún tipo de conflicto y el anhelo de no tener que presenciar cualquier encontronazo, ser testigos de ningún incidente y procurar, en cualquier caso, mirar para otro lado…
Se empuja a una persona a las vías del tren cuando este va a pasar, solo por el placer de que el convoy lo mate, sin más motivo, ni objetivo, aquí, allá, donde sea… Se acuchillan ciudadanos que van por las calles sin otra causa que esa: ir por la calle en ese momento… Se vende muerte, se ensalza la violencia en una sociedad que debería revisar sus dogmas laicos y ver si no tendía que retocar un poquitín algún detalle, porque hasta ahora todo está fallando… ¿o solo soy yo el que lo veo así?.
Ocho meses de año y casi cincuenta mujeres muertas por violencia de género en España, hombres también unos cuantos, y cuento los suicidas, pues al cabo se matan tras cometer el vil y atroz asesinato de su pareja pero la causa última es la misma: un mal social que parece no tener cura, por desgracia….¡Y ahora los hijos!: Mujeres y hombres, hombres y mujeres matan a los hijos como si del antiguo y hasta ritual antiguo ceremonial de devolverse la foto se tratase, como prueba de desamor y castigo para el contrario. Algo que nos ha venido recientemente de fuera pero que se nos ha pegado como un virus mortal, destructivo, atroz y que revela un mayor grado de crueldad y de inhumanidad, una podredumbre una gangrena social cada día más profunda y que no se paliará con minutos de silencio, asociaciones, fórmulas mágicas… ¡Es el resultado de haber abandonado ciertos modos que debían ser, al parecer, muy arcaicos!
Pensar que puede que cualquier día no le pueda reñir a algún chaval de los que con su balón fastidia el jardín de la Comunidad de Propietarios porque haya sido la víctima propiciatoria del castigo de su progenitor por el despecho de la madre es un pensamiento que a veces me viene a la cabeza y confieso que me aterra. Los que no sabemos que ocurre en cualquier casa de nuestro entorno no podemos ni siquiera advertir posibles situaciones de peligro de los niños que vemos por la calle….¿No es horrible?
Pero tampoco están libres nuestros mayores, ni siquiera, como vemos en las noticias, en muchas residencias en las que se refugian para pasar sus días postreros. Nuestra sociedad mercantilista, de consumo es así.
Todos nos hablan de políticas sociales, pero ¿de qué nos hablan? ¿De inversiones en estructuras y de infraestructuras con creación de plataformas, secciones de estudios, programas, secciones, subsecciones y, finalmente llegar a proyectos cuya inversión en el conjunto de lo presupuestado es en mínimo del porcentaje, pues se ha ido quedando desde la aprobación de la actuación hasta la efectiva aplicación de la misma la mayor parte de las partidas presupuestarias en sueldos y pagos en el trayecto burocrático de la misma? A los menores se les acosa en los centros escolares, se les veja, se les ultraja y se les hace la vida imposible, tenemos una lista de suicidios de muchachas y muchachos que crece, casos que no se pueden o no se saben detectar, algo lógico en un ambiente en el que el maltrato por parte de alumnos y familiares al profesorado se ha hecho moneda común, al igual que los ataques al personal sanitario…
Y, tengo que insistir, nos hemos acostumbrado, hasta tal punto que por mucho que queramos negarlo, lo hemos empezado a ver normal. ¡Si, normal! Recurrimos al ¡Eso pasa en todas partes!, lo cual es cierto, pasa en países del entorno: La violencia, esas muertes de mujeres a manos de sus parejas, lo suicidios de los asesinos, los más casos hombres asesinados por sus parejas, la muerte de los hijos como castigo, muerte de padres, muerte aleatoria del primero que pase por la calle, toda expresión de una violencia descarnada, cruel y sin sentido es común en nuestro idolatrado mundo occidental del bienestar y alguna razón ha de haber, y habría que atajarla de raíz ya, sin esperar un minuto más, y, por supuesto no justifica que sea común el mal para agazaparnos y rendirnos a su normalidad, porque no lo es, lo normal no es esta sinrazón y hay que enfrentarse con algo más que palabras, discursos, minutos de silencio y manifestaciones…. ¡Lo de siempre y hasta la próxima! … Que puede ser mañana, pasado o la semana que viene, con mayor o menor carga de morbosidad.
Exigir protección es un deber, y también darla, aunque tenga sus riesgos, y ya sea visto en caso reciente hasta dónde puede llegar, pero si salir a la calle entraña hoy en día, por la pérdida de valores, un riesgo, si estar en casa también lo entraña, ese espanto del que al comienzo hablaba a mí solo se me quita, a pesar de no estar uno para muchos trotes, con la disposición de voluntad inequívoca a actuar en caso necesario ante cualquier acto de barbarie que contemple y que salga el Sol por donde salga, pues, como dijo Séneca, podrán matarme, pero nunca hacerme daño .
Manuel Alba