“Para entender la figura de Don Rodrigo Bocanegra hay que situarse en el momento histórico en que le tocó vivir, y hay que tener en cuenta las circunstancias de la época. Tan diferentes a las de hoy día” dijo su sobrino el abogado Ricardo S. Bocanegra durante su intervención en el Casino de Marbella, donde junto al artífice del Órgano del Sol Mayor, actual organista en la catedral de Valladolid, Michael Reckling pronunciaron una conferencia donde se puso de relieve lo providencial que fue la llegada a Marbella del que fuera prelado doméstico de Su Santidad y Párroco Arcipreste de Marbella, monseñor Don Rodrígo Bocanegra. Pérez
Los frecuentes conciertos de órgano en la parroquia de la Encarnación constituyen un testimonio constante del trabajo de aquel mítico sacerdote y una gran aportación a la vida cultural de Marbella que los amantes de la buena música agradecen . Y de ello se habló en la conferencia.
El salón de la Sociedad Recreativa y Cultural Casino de Marbella registró una buena entrada con muchos marbelleros deseosos de recordar aquellos años, aquellas vivencias.
Junto al abogado Bocanegra y a Reckling se pudieron ver en el acto a la directora de Extranjeria del Ayuntamiento de Marbella, Remedios Bocanegra, al presidente del Casino antiguo locutor experto en Flamenco, de Radio Marbella y RNE, Salvador de la Peña y otros directivos, así como una representación de a sociedad marbellí.
Ricardo Bocanegra hizo memoria y comenzó diciendo que:
“Don Rodrigo llega a Marbella en plena postguerra, el 1 de octubre de 1949, y se encuentra con una Marbella en la que, al igual que en el resto de España, existe una gran penuria económica: paro, pobreza, escasez… “
“Mi tío -dice Ricardo- se da cuenta enseguida de que su labor pastoral y de apostolado no iba a tener ninguna eficacia si no empezaba por atajar el gravísimo problema social y de paro que existía. La gente necesitaba comer y tener alguna ocupación y un salario. De hecho, en su primera homilía dijo que no veía obreros en la Iglesia. “Y lo comprendo”, dijo. “Si yo no tuviera trabajo ni ropa ni nada, tampoco vendría a la Iglesia. Si yo encontrara a un hombre que me ayudara a dar trabajo a la gente necesitada y así atraerlos a la Iglesia… Pero no con limosna, que ésta humilla, sino con el trabajo”. Y al acabar la Misa entró un señor en la sacristía y le felicitó por su valiente homilía y le dijo que él era el hombre que estaba buscando.
Don Rodrigo le preguntó con quién tenía el gusto de hablar y él le contestó: con José Antonio Girón.
Ahí comienza la importante labor de mi tío a favor de los trabajadores y de las clases sociales más humildes de Marbella. Una labor que contó siempre con la ayuda económica de Madrid
Uno de los primeros problemas que atajó fue el puerto pesquero. Consiguió la construcción del puerto, después de llevar varias décadas intentándolo infructuosamente el Ayuntamiento.
Solucionado el problema de los pescadores, había que dar trabajo a las mujeres “para que completaran el sueldo de los maridos”, como decía mi tío. Así surgió la fábrica de esparto. Se denominó Patronato Social Virgen del Carmen y dio trabajo a 200 mujeres, quienes, además de un sueldo, recibían formación religiosa y cultural, y aprendían el catecismo de la mano de varias catequistas (Antoñita Montero Otal, Antonia Cantos Gallardo, Paquita Gómez Reyes, Laly Martín de Maíz, Anita Lima, etc).
Hay que decir que estas mujeres fueron pioneras en cuanto al trabajo fuera del hogar en unos tiempos en que la mujer en España estaba limitada a las tareas domésticas y familiares en su inmensa mayoría.
A continuación, se preocupó por la educación. Existía una notable falta de escolarización. Aquí mi tío contó con el apoyo del gran Obispo de Málaga, Don Ángel Herrera Oria, que fue el inspirador y artífice de las escuelas rurales. En el caso de Marbella cuando mi tío le dijo que se necesitaban al menos cuatro, Herrera Oria –que conocía las buenas relaciones de don Rodrigo- le sugirió que buscara la financiación y él le prestaría todo el apoyo y cobertura legal desde el Obispado. Así se hizo, y mi tío propiciólas escuelas rurales de La Bajadilla, Las Chapas, El Angel y las escuelas parroquiales de Marbella (hoy Colegio Monseñor Rodrigo Bocanegra), dependientes todas de la Diócesis de Málaga. Y no contento con esto, también consiguió financiación para el colegio María Auxiliadora regentado por religiosas salesianas.
En su afán de crear trabajo y bienestar para sus “queridos feligreses” (como él decía), creó también una academia de cerámica, dirigida por nuestra querida e inolvidable Maruja Espada. En ella se enseñaba a la juventud un oficio que consistía en la elaboración de objetos de cerámica, que tuvieron un gran éxito como souvenir de Marbella al igual que los burritos de esparto y otros objetos de artesanía, “que llevaron el nombre de Marbella por los cinco continentes”, como escribió Don Antonio Maiz, cronista oficial de Marbella, en su guía turística de nuestra ciudad (publicada en 1966).
Posteriormente, se planteó el problema de la vivienda para la gente humilde, y propició la construcción de 250 viviendas sociales.
También pensó en los mayores. Para ello creó una residencia de ancianos tras convencer a un multimillonario austriaco, Alfred Jaegger, para que creara una fundación con tal fin. Así nació la única residencia de ancianos que hubo durante décadas en Marbella, y que estuvo dirigida por Maruja Espada, que se entregó en cuerpo y alma al cuidado de los mayores.
Cuando empieza el boom del turismo, consiguió la creación de un hotel-escuela para que la juventud aprendiera un oficio acorde con las necesidades de la época, y ello en colaboración con la Cooperativa de Promotores de la Costa del Sol, cuya directiva -presidida por el príncipe Alfonso de Hohenlohe- le pidió a Don Rodrigo ayuda. Así surgió el hotel-escuela San Nicolás, que dirigió recién llegado de Madrid, Leonardo Llorente Esteban que luego continuó en el Hotel Bellamar, de la familia de Cristóbal Parra,
Creó asimismo una residencia para jóvenes trabajadoras de la hostelería que venían a trabajar a Marbella desde todos los pueblos de la serranía y de otros puntos de Andalucía y no tenían donde alojarse, lo que facilitó enormemente que numerosas muchachas de los pueblos del interior pudieran colocarse en Marbella y beneficiarse del turismo incipiente.
Observó que había desavenencias y enfrentamientos entre algunos hoteleros y se propuso unirlos. Al no estar permitidas las asociaciones, decidió fundar la Hermandad de Santa Marta, con la obligación de almorzar todos los directores de hotel juntos una vez al mes, fomentando las buenas relaciones que evitaran los roces de la competencia.
También fue el artífice, junto a Michael Reckling, del gran Órgano del Sol Mayor, en la Iglesia de la Encarnación, con el fin de que “turistas y nativos se sintieran unidos a través del lenguaje universal de la música”, como él decía, buscando para ello recursos, tanto entre los directores de hotel y las empresas turísticas como de donaciones de personalidades residentes en Marbella.
Creó un club juvenil parroquial, un hogar del pensionista, construyó todos los retablos de la iglesia de la Encarnación que habían sido destruidos durante la guerra civil, cuando el templo fue devastado, incluido el gran retablo del altar mayor. La imagen de la Virgen del Carmen se salvó gracias a que una familia Marbella la envolvió y la llevó a su casa. Dio un gran impulso a la Semana Santa, que pasó de tres a siete cofradías, introdujo a la Virgen de Fátima en la iglesia de la Encarnación y promovió el rezo del rosario fomentando la realización de los cursillos de cristiandad, entre otras muchas actividades de carácter espiritual. (Asimismo, antes de su fallecimiento, dejó terminada e inaugurada la parroquia de la Divina Pastora y gestionados los terrenos para la futura construcción de las iglesias del Calvario en Marbella, y de la Virgen Madre en Nueva Andalucía. También llevó a cabo las rehabilitaciones de la iglesia del Santo Cristo, de la ermita de Santiago y de la capilla de San de Dios, ésta última con la ayuda inestimable del entonces alcalde Paco Cantos.
Pero si importante fue su labor social y espiritual, no menos lo fue su apoyo a los inversores y a los empresarios que venían a Marbella y que creaban trabajo y prosperidad para nuestro pueblo. En Don Rodrigo encontraron un apoyo y una ayuda fundamental personas como José Banús para la creación del puerto; José Meliá para la construcción del hotel Don Pepe; el marqués de Villaverde para Incosol; promotores y urbanizadores para sacar adelante sus proyectos, así como numerosas obras públicas y privadas de interés para Marbella, que contaron con la ayuda de Don Rodrigo, que puso de acuerdo a las partes enfrentadas, o consiguió la financiación necesaria.
Era tal su implicación en todo lo que redundara en beneficio de Marbella y de su futuro que hasta consiguió impedir que el Gobierno clausurara Radio Marbella como pretendía, tras convencer al Subsecretario de Información y Turismo, Pío Cabanillas, de que una ciudad como la nuestra no podía quedarse sin su emisora, tal y como escribió el periodista Juan Carlos Reina.
Don Rodrigo Bocanegra tenía una gran personalidad. Era un hombre muy afable y carismático, de una enorme simpatía personal y sentido del humor, con una mente abierta y progresista y con una visión de futuro excepcional. Abrió la iglesia de la Encarnación a protestantes, anglicanos y judíos, que celebraban actos ecuménicos junto con los católicos en unos tiempos en que nadie se atrevía a hacerlo. Aunque también era autoritario y enérgico cuando consideraba que había que serlo. Fue tolerante con lo tolerable e implacable con lo intolerable.
En su casa le visitaban por igual pobres y ricos, pescadores y ministros, nativos y extranjeros. Era una máquina inagotable de hacer favores y de ayudar a todos cuantos a él acudían. Era el paño de lágrimas de todos. No exagero si digo que era raro el día en que no le conseguía a alguien un puesto de trabajo, un piso, una recomendación para una intervención quirúrgica o para el hijo que se iba a la mili o para sacar de la cárcel al marido encarcelado. Incluso, me contaba mi madre que en los primeros tiempos, todos los días iba gente humilde para que mi tío les firmara la receta del médico y así poder adquirir gratis los medicamentos en la farmacia Lavigne, en virtud de un acuerdo entre Don Rodrigo y Don Juan Lavigne, según el cual a finales de cada mes mi tío le abonaba a la farmacia todas las recetas que fueran presentadas con su firma. Y así, mil cosas.
Murió el 27 de septiembre de 1973. El día del entierro se paralizó Marbella. El Ayuntamiento decretó luto oficial. Cerraron tiendas y comercios. Radio Marbella emitió solo música sacra, recibimos más de un centenar de coronas y ramos de flores de personas de toda condición social, recibimos telegramas de personalidades y de los más altos dignatarios y personas de toda España. Toda la prensa nacional se hizo eco de su muerte, incluido el telediario de TVE…
He ojeado algunos recortes de prensa de los días posteriores a su fallecimiento, y puedo decir con orgullo que todas las opiniones, editoriales y comentarios coincidían en calificarlo como un sacerdote excepcional, de enorme bondad y humanidad, preocupado siempre por el bienestar y el progreso de su pueblo, y entregado en cuerpo y alma a su querida Marbella.
Y voy a terminar citando lo que dicen de él dos personas muy significativas de Marbella.
El Conde Rudi afirmó textualmente: “Sin Don Rodrigo hubiera sido impensable el sorprendente éxito de Marbella de los años 50 y 60. Don Rodrigo supo crear trabajo y bienestar entre la juventud de Marbella entonces muy necesitada, conseguir ayuda económica para construir viviendas, animar al turismo apoyando a los inversores y profesionales del sector recién llegados a esta Costa maravillosa. Su personalidad incuestionable y su cariño por Marbella lograron crear una unión entre el pueblo y los nuevos residentes, así como entre los profesionales del sector turístico, unión que, pese a los años ya transcurridos, perdura hoy día”.
Y el periodista Juan Carlos Reina escribió: “Tuve el honor de llevar su cuerpo sin vida sobre mis hombros y sigo llevando su recuerdo en mi corazón, porque siempre he tenido presente una de las frases que gustaba repetir con frecuencia: “no es bien nacido el que no es agradecido”. A mi juicio, lo que hizo por mi pueblo merece eterna gratitud y no me importa pregonarlo”, terminó refiriendo en su relato Ricardo S. Bocanegra..