RICARDO ARRANZ DE MIGUEL, Presidente de la Federación Andaluza de Urbanizadores y Turismo Residencial.
Si algo nos ha enseñado la historia es que las crisis han demostrado ser el mejor momento para fortalecer una sociedad, replantear errores y volver a ilusionarse. A buen seguro que cuando termine la crisis sanitaria que padecemos nuestras ansias por mejorar como personas y como comunidad serán mayores. Es verdad que no están siendo días fáciles, que aún queda un largo camino hasta volver a la normalidad que hasta principios de marzo pasado no valorábamos y que hoy ansiamos como un paseo al atardecer por una playa de Andalucía. La pandemia ha llevado el dolor a cientos de hogares de nuestro país y nuestra región, y ha llenado de incertidumbre, miedo y dudas nuestro futuro más inmediato. Pero a la vez este drama nos está haciendo más fuertes y crece en nosotros un deseo que antes no teníamos por contribuir con nuestro esfuerzo y trabajo en hacer de España y Andalucía una tierra más próspera y feliz.
El comportamiento que los españoles están demostrando estos días es el mejor síntoma de que estaremos a la altura cuando todo termine. Si nos hemos comportado como una sociedad responsable durante el confinamiento aún lo seremos más cuando la crisis haya concluido. No debemos esperar al día en que todo vuelva a la normalidad. Tenemos que prepararnos para cuando ese día llegue redactando una hoja de ruta que como prioridad absoluta repare los daños que la pandemia ha causado a nuestra economía.
Hay indicios que nos inducen a la cautela y otros que nos obligan a reflexionar y a ser exigentes con los poderes públicos. Las dos últimas crisis económicas padecidas en España lesionaron sectores estratégicos como la banca y la construcción. Pasado el tiempo los promotores inmobiliarios aprendieron a fortalecer su músculo económico y a no depender del desamparo que conllevaba una posible quiebra del segmento financiero. Es posible que esta vez la construcción encare con mayor fortaleza la salida de la crisis, pero es necesario más que nunca medidas que respalden la inversión, garanticen el esfuerzo empresarial y aseguren su viabilidad. Los poderes públicos han de ser conscientes de que una sociedad es fuerte si lo son sus empresarios y sus profesionales. Esta crisis ha traído un preocupante desamparo a pequeñas y medianas empresas y a ese necesario tejido de pequeños empresarios que conforma el mundo de los autónomos. Una sociedad no puede desamparar a sus trabajadores, pero tampoco puede desatender los temores y las justas reclamaciones de sus profesionales y empresarios, creadores de la riqueza que sostiene nuestro país. Los gobiernos están obligados a aligerar las cargas burocráticas, a hacer viable el acceso a la liquidez y a la financiación, a facilitar aquellos mecanismos que permitan la supervivencia de toda empresa. Esta crisis sanitaria ha dejado demasiado dolor en nuestra sociedad como para prolongarla con una crisis económica que nadie quiere.
Estos días empresarios, profesionales y medios de comunicación han compartido su punto de vista sobre el futuro que nos aguarda. He sido siempre de la opinión de que una sociedad es la consecuencia de nuestro conformismo o de nuestra ilusión. Yo quiero ilusión para Andalucía y para la Costa del Sol. Y solo desde el trabajo y la responsabilidad, solo desde el acierto en las decisiones, el diálogo y el consenso con todos los actores que participan en una sociedad seremos capaces de dejar atrás los momentos de incertidumbre que hoy aún padecemos.