En muchos de mis escritos mantengo la teoría de que el estudio del Imperio Romano debería ser obligatorio en todas las aulas de todos los Institutos, aunque, tal como está la “educación”, quizá ni los profesores la conozcan, pero tenemos mucho que aprender de aquel vasto imperio que duró más de quinientos años y que tras su decadencia acabó derrumbándose.
Para mí, son palpables las señales de decadencia que nos llegan a todo occidente y a España en particular. Sí, amigos, estamos en decadencia, metidos en una espiral diabólica que nos lleva hacia atrás sin que sepamos pararla, y que nos va apeando de nuestra vanidosa creencia de que somos el ombligo del Universo… pero seguimos renunciando a nuestros orígenes, a ese glorioso pasado que nos puso en donde estábamos hace bien poco.
Parece como si el mundo en general y España en particular, hubieran llegado en una alocada carrera, deconstruyendo nuestra Historia, a una meta ficticia, e intentamos venir de vuelta de no se sabe dónde. Estamos en decadencia cual Imperio Romano, poco a poco, sin prisas, pero sin pausas, sin descanso para meditarlo a pesar de las sensibles señales de que nada va a ser como pensábamos que iba a ser el futuro, si no corregimos este absurdo rumbo.
La civilización occidental parece haber agotado su capacidad para resolver los problemas que ellos mismos han creado, pandemia de por medio, y darnos el bienestar que nos prometían y que tanto dinero nos cuesta. Y como en la Roma Imperial, modernos bárbaros nos han invadido ayudados por los “de dentro”, sutilmente, sin darnos cuenta, sin caballos galopantes ni guerreros ejércitos, pero dándoles cobijo para que cambien nuestras costumbres y derriben nuestras estructuras cual Caballo de Troya. Francia sabe muy bien los efectos de ese “buenismo”.
Aquí, en España, caminamos hacia el pasado. Íbamos hacia el futuro y nos encontramos con el pasado, ya que hasta anteayer al mediodía éramos el asombro de occidente, nos codeábamos con el geveinte, pero al final del sueño nos topamos con la pared de los políticos que nos pastorean y estamos de vuelta hacia el pasado sin remedio, visto el plantel de votos con que cuentan nuestros “mandantes”
Las señales de decadencia son claras, si es que queremos verlas, y las estadísticas nos niegan el pan y la sal que nos prometían hasta hace poco. “Ellos” se equivocaron y “nosotros” pagamos a escote sus dislates hasta que todo se derrumbe.
Las señales de decadencia, amigos lectores, son claras. Tenemos que querer verlas, de manera objetiva, y aprender del extinto Imperio Romano… aunque, el hombre es el único animal que tropieza varias veces con la misma piedra… y hacia eso vamos.Antonio Poyatos Galián