A la atención del Redactor Jefe
Hoy te mando algo que no es un artículo sino una carta, una carta de protesta y reivindicación como abogado ante el Colegio de Abogados pidiendo que esta institución actúe de una vez en favor de los propios Letrados, de la Justicia en general y de la ciudadanía, porque la razón de ser del abogado es la existencia de intereses de sus clientes.
Me consta que no van a hacerle ni caso, y hasta me comunican privadamente que es la primera y única protesta por escrito hecha por un abogado por cosas que están pasando y que son enormemente graves, como el daño que produce para los ciudadanos la huelga de Letrados de la Administración de Justicia.
Te remito, pues, copia de la carta, para que hagas el uso que estimes oportuno.
Texto de la carta:
Ilmo. Sr. Decano M.I. Colegio de Abogados Málaga
Estimado Decano:
El motivo de estas líneas es proponer y solicitar algún tipo de actuación de carácter reivindicativa y contundente, a ser posible, ante la Huelga de los Ilmos. Srs. Letrados de la Administración de Justicia, aquellos otrora Secretarios Judiciales que tanto insistieron en alcanzar más facultades y obtener un cambio de nombre.
La administración de Justicia hace aguas por todos los costados y por innumerables motivos que tú, yo y todos los demás colegas conocemos sobradamente, y los problemas alcanzan desde la cúpula hasta el funcionariado de menor graduación. No es momento de analizarlos todos, aunque tal vez sea ya la ocasión de poner en marcha una comisión nueva que podría a mi escaso entender y dada mi corta experiencia como profesional, pues solo llevo cuarenta y dos años de ejercicio, es precisa y necesaria, mucho más que la mayoría de todas las que funcionan hoy por hoy, dedicadas a temas variopintos y muchas bastante ajenas a los asuntos de una profesión devaluada en nuestro presente.
Sí, una comisión dedicada al estudio del mal funcionamiento en todos sus aspectos y a la denuncia ante todos los estamentos de esa cada vez más deteriorada administración de Justicia. Hasta ahora vienen funcionando departamentos o comisiones de Relaciones con la Justicia, algo ineficaz desde la práctica pues de algún modo se tratan de limar asperezas, mantener equilibrios y salvar obstáculos a un nivel que resulta poco eficiente.Los abogados, llamados a integrar ese gran colectivo al que se ha denominado con el ridículo nombre de “Operadores de la Justicia”, somos actualmente víctimas del mal funcionamiento del sistema y, por otra parte, colaboramos también a que el sistema siga fallando y aumentando día a día su deriva. Por eso propongo, pretendo, una comisión que garantizando nuestra independencia actúe contra todas y cada una de las lamentables situaciones que se dan en el día a día de nuestro trabajo.
La credibilidad en la Justicia tiende a bajar con cada enredo que se produce, con cada ataque que recibe desde las ideologías políticas, sean cuales sean, desde las descalificaciones de las resoluciones judiciales en los medios de comunicación, desde los juicios paralelos, desde las opiniones de entidades y colectivos que manifiestan representar intereses concretos y determinados… Baja también cada vez que miembros de la Judicatura se ven envueltos en situaciones poco ejemplares, por llamarlas de algún modo suave, o cuando se convierten en políticos, alcanzando puestos de responsabilidad marcados por tintes ideológicos, volviendo después a reingresar en la Carrera Judicial sin que se tenga en cuenta que están señalados por un color…
La absoluta independencia de la Justicia está más que puesta en duda por muchas razones y tal vez haya que darle la razón a D. Manuel Azaña cuando a una pregunta sobre el Poder Judicial respondió que cual era ese Poder, que él no conocía. Ciertamente tal vez para que la independencia fuese plena la bolsa debería estar separada, es decir, la remuneración del Poder Judicial no debería venir de la misma fuente de ingresos del Estado. Pero al margen de ello, la política que todo lo roe y los medios, que todo lo pueden, han logrado hacer un daño irreversible y con un ejemplo creo que basta: ¿Hasta qué punto es seguro un sistema en el que toda la sociedad distingue entre jueces conservadores y progresistas, por ejemplo?
Desde ese tema, que nos afecta como profesionales, podemos continuar el línea descendente y darnos cuenta de que son muchos los aspectos en los que si nuestros colectivos profesionales ocupasen su atención, ocuparse no es meramente preocuparse, sino pasar a cierta acción, se podría recobrar parte del prestigio perdido. A veces pienso que no tenemos lo suficientemente presente que nuestra función es la de defender intereses ajenos, la de asesorar y postular por las pretensiones de nuestros clientes bajo el amparo de la Ley, y que no son nuestras propias cuitas y quimeras las que están en juego.
Una deficitaria o muy administración de Justicia afecta, antes que a nadie, a nuestros clientes y sus intereses, ante quienes debemos responder y a los que debemos fidelidad, pues no trabajamos ni para Jueces, ni para Fiscales, ni para nadie más que para nuestros clientes, cuyos intereses procuramos satisfacer al amparo del principio de Legalidad y ante los Jueces y Tribunales, estos con sus cohortes funcionariales. Cada vez se cree menos
en el abogado, se le tiene fe en otras cosas, otros medios, otras componendas.
Y si los asuntos se eternizan, si los procedimientos se prorrogan, si los plazos de Ley están hechos para que se incumplan sistemáticamente salvo que seamos nosotros los llamados a cumplirlos, si los juicios se suspenden, las citaciones fallan, etc… nuestro colectivo, y por supuesto nosotros individualmente, aceptamos, admitimos, toleramos, nos conformamos, resignados incluso con tratos incorrectos por parte de todos: jueces, letrados de la Administración de Justicia y diversos funcionarios, sin promover suficientes medios de reacción. Que un asunto civil lleve años en un Juzgado pendiente de la eficacia funcionarial, que se llegue a la aberrante y antijurídica situación de citar a nuestros clientes a través de nosotros en asuntos penales son, meros ejemplos. El abogado no es un servidor de la Justicia, no puede tampoco ser tratado como el pariente pobre, por ejemplo a efectos de la desigualdad formal y de hecho que opera entre las partes, más manifiesta en el orden penal.
Ahora, en estos precisos momentos, es hora de recordar que cuando visitamos la sede de un Juzgado o Tribunal en demasiadas ocasiones somos recibidos con gestos adustos por un funcionariado que parece ver llegar a un enemigo perturbador que va a molestar con sus preguntas, somos vistos como personas que no tienen nada que hacer y a las que se les puede decir el consabido vuelva usted mañana o el mes que viene, y no son, por desgracia, estos casos, los excepcionales, o contemplamos impertérritos las mesas desocupadas de quienes no están, por estar desayunando, de asuntos propios, o de vacaciones… Si pretendemos tratar un asunto con el Letrado de la Administración de Justicia nos vemos derivados generalmente al funcionario que lleva gestión o tramitación, como se dice ahora, y si lo conseguimos, no solemos ser recibidos con los brazos abiertos. En la mecánica diaria de los Juzgados, la ineficacia, la desidia, la práctica de computar los plazos a rajatabla si nos competen y de eternizarlos si son cosa de la burocracia, la percepción de la presencia en sede judicial de los profesionales que defienden intereses de unos ciudadanos que están asistidos por el artículo 24 de la Constitución Española se manifiesta generalmente y sin disimulo como una perturbación, un estorbo. Sin embargo, consentimos.
Si alguien pronuncia la palabra mágica: “queja”, habrá voces que llamen a la inacción por temor a venganzas, represalias, a ser tenido por problemático y con ello a ser peor tratado aún de lo habitual, con el consiguiente plus de perjuicio para todos.
Y ahora, la guinda del pastel: La huelga de los responsables de la oficina judicial, de impulsar y ordenar los procesos, que constituyen parte del Cuerpo Superior Jurídico, con estatuto propio y diferenciado del resto del funcionariado público, dependiente del Ministerio de Justicia y con el rango A1 en la escala de clasificación y, por tanto, ostentan mayor
responsabilidad y rangos salariales más altos, los Letrados de la Administración de Justicia, están en huelga, una huelga legalísima, con sus servicios mínimos, con todo lo que se quiera, huelga que el colectivo manifiesta que se está siguiendo por el 75% de sus miembros, aunque las fuentes del Ministerio señalan que son solo el 22% los huelguistas. Y para resolver cuitas, no acuden a la Justicia, sino pretenden un mediador, claro, independiente. Esta situación, con la insólita adenda de casos de huelga intermitente sorprende a propios y extraños, y en este sentido me preguntan colegas de Francia y de la misma Unión Europea si es posible que un servicio tan público como esencial en la sociedad esté en esta situación.
Todos, estimado Decano, absolutamente todos, sabemos que, además, hay Oficinas Judiciales de determinados Juzgados en el ámbito territorial provincial que por sus retrasos, sus demoras de meses y años en la tramitación procesal, parecieran que están en huelga permanente, y todos conocemos que la responsabilidad de la buena marcha de la Oficina Judicial, la organización y dirección de medios personales y materiales les corresponde a estos Letrados de la Administración de Justicia, quienes dirigen a los funcionarios y personal contratado dependiente de la Comunidad Autónoma.
¿Debe primar el derecho a la huelga sobre el derecho del ciudadano al amparo de la Justicia?. Las suspensiones de señalamientos, el evidente retraso en la marcha de los procedimientos, los perjuicios que en todo orden de cosas, incluidos los económicos, que se puedan producir a nuestros clientes, sin contar los que nos causan por otra parte a nosotros mismos, van a suponer una acumulación de atrasos de magnitudes muy considerables, que, además, acrecentarán los retrasos que muchos Organos Jurisdiccionales llevan ya en sus haberes sin necesidad de huelga alguna.
Habría que pedir responsabilidades, habría que empezar a exigir que la Justicia haga Justicia no solo ante esta situación, sobre la que tal vez no fuese descabellado escudriñar sobre su propia legalidad y sus implicaciones en orden al quebrantamiento de le Ley, incluida la perspectiva penal, sino también contra la dinámica cotidiana que me he permitido denunciar, porque ya se ha llegado a la cima del despropósito. Desde la política no se hará nada, desde la Justicia como sistema tampoco… ¿Por qué no se toma ya la iniciativa desde nuestro colectivo?. ¿Acaso la legitimidad de representar los intereses de nuestros clientes no nos faculta para denunciar por todos los medios y ante todos los estamentos, tanto a nivel nacional como en foros internacionales estos problemas, que son tanto o más graves que los de la forma de elegir a los miembros del Consejo del Poder Judicial, o a los miembros del Tribunal Constitucional, porque afectan día a día a millares de ciudadanos?
Ruego, por todo lo que te expongo, que se tome en consideración la adopción de medidas que repongan la credibilidad del ciudadano en la
Justicia y le eviten pagar el penoso peaje de un sistema tan insano como ineficaz.
Manuel Alba
Colegiado 745
¡Yo también lo haría!
Los tiempos no son buenos, por mucho que queramos disimularlo y aun se tornarán más difíciles, aunque miremos para otro lado y no queramos afrontar la cruda realidad. De todos modos hay que librar la cotidiana batalla del presente, ese presente que es lo único que tenemos, y que es fugaz, instantáneo, porque el pasado ya se fue y el futuro es, a pesar de los pronósticos, las conjeturas, las previsiones y las promesas una mera hipótesis, una posibilidad de lo que será o no será.
Los días se suceden y los acontecimientos van desarrollándose sin que se pueda llevar el optimismo más allá del pensamiento y la voluntad personal de tratar de ser lo más positivo posible y poner buena cara ante la tormenta.
Pero la vida sigue, y ese mismo hecho, ese continuo discurrir de las horas y los días nos deberían poner en alerta de que el pasado, fuera como fuese, bueno o malo, con memoria o sin ella, no volverá y que el mañana es, como lo fue siempre, incierto, aunque en el presente lo auguremos más incierto todavía.
Las gentes del mundo vagan por el espacio y el tiempo entre sugestión y la inconsciencia sin darse cuenta muchas veces, casi siempre más bien, de que ocurren cosas que no solo no debían pasar sino que no era previsible que pasaran. Otras, sin embargo, se veían venir pero por navegar en aguas turbias y cenagosas y poner las esperanzas en posibilidades quiméricas y gentes perturbadoramente siniestras no solo no se evitaron sino que su desenvolvimiento se potenció, se aceleró hasta el ritmo de estos, nuestros días.
A veces, demasiadas veces, se pide a las gentes no ya solo paciencia sino fe ciega y confianza religiosas en sistemas, formas, doctrinas, proyectos y promesas de quienes se dicen gobernar a los pueblos representándolos aunque la realidad demuestre que no se representan más que a ellos mismos, dando igual que sean de una opción o de la otra, o se les pide defender postulados y principios, sacrificios y sometimiento en nombre de una fe, de unos valores religiosos o morales que los propios dirigentes, los jerarcas de esas confesiones, se dedican a profanar día a día tras haber hecho a tiempo ya el trueque de lo espiritual por lo puramente material, mundano o sociológico. ¡Y así vivimos!.
Y las gentes aún confían en las falsas promesas, en la falsa seguridad, en la supuesta igualdad imposible y en esas diarias arengas que constituyen en sí mismas, por principio, un maquiavélico entramado de ideas más que maquiavélicas. ¿Qué esto ocurre en todas partes?, ¡cierto es, gran verdad!, pero esta certeza de realidad indiscutible que afecta en mayor o menor grado a todos los pueblos del mundo no por ello debe de ser admisible, sostenible, por utilizar el término de moda:¡Bendita sostenibilidad!
¿Qué es lo sostenible, a qué se ha de aplicar ese concepto de sostenibilidad? Es evidente que se aplica a lo que el sistema común y general lo hace… pero más allá de los términos y las verborreas oficialistas, ¿acaso no existe una corrupción a todos los niveles, y en todas partes, aunque más incidente en algún lugar que otro, en todas las tendencias, corrientes de pensamientos tendentes a único, en todas las instancias, y esa corrupción por general, por consentida o tolerada es sostenible, y sostenida, en sociedades ciegas, sordas y mudas?, ¿acaso no ocurre lo mismo con la violencia, la falta de valores, la deshumanización de la humanidad?. Si todas estas, y muchas más aberraciones son sostenidas y sostenibles, y los dirigentes también son sostenidos y sostenibles en su dislocada y desvergonzada impunidad…
A veces se encuentra uno fortalecido en sus ideas, tal vez no compartidas sino por muy escasas minorías, ante los aconteceres cotidianos… se encuentra uno reforzado y espoleado para salir disparado en defensa de otra cosa, al grito de “esto no es ni puede seguir siendo”, aun sabiendo que la voz le será ahogada en la ciega corriente de la masa.
Hay escalas de pseudo valores, de ideas y tendencias que por viciados no pueden ser llamados principios, que se palpan en unos lugares más que en otros, a veces por el mero hecho de la cercanía. Y en este sentido me pregunto ¿hasta cuándo en España se podrá vivir en este desdichado caos sin perspectivas de solución?. No veo que se trate de cuestión de tendencias o pensamientos ideológicos porque todos han demostrado lo que dan de sí y todos se esfuerzan día a día por mantener a toda costa el poder o las perspectivas de alcanzarlo a base de sembrar vientos de contradicciones y mentiras y después pretender recoger tempestades de votos incoherentes y en gran medida serviles.
¿Hasta cuándo?… En la España de la violencia con su creciente estadística de muertes semanales, en la que legislan y gobiernan responsables irresponsables, y aspiran a sucederles otros que muestran y demuestran en su día a día ser más de lo mismo, en la España de la dictadura y la barbarie pseudo democrática, del “si es si”, donde no cabe el “no es no”, del sexo a la carta, del suicidio de adolescentes, de hijos asesinados por sus padres o madres, de géneros desigualmente iguales y potenciación de algo más allá del matriarcado, se van generando rencillas, odios y rencores que ninguna reforma penal podrá un día contener, porque nadie hace por aplacar esos sentimientos que provocan intransigencias y confrontaciones, porque hasta los que llenan sus bocas apelando a la represión del odio generan en sus discursos y en sus actos esos sentimiento en las gentes. Es triste que aquello que decían nuestros antepasados, aquello se “Justicia, señor, pero por mi casa no” siga siendo la desdichada realidad.
Y ya he dicho al comienzo que hay que tratar de llevar el optimismo más allá del pensamiento y la voluntad personal de tratar de ser lo más positivo posible y poner buena cara ante la tormenta, pero resulta difícil, muy difícil, mucho más cuando la discrepancia se ve absolutamente silenciada por una especie de censura inquisitorial invisible pero que se respira en el ambiente… Siempre lo digo, y así lo mantengo: ¡Nunca creo haber sentido más coartada mi libertad que en el presente!.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es andar, decía aquel poeta, aquel Machado que fue de todos pero que, como tantos otros y tantas otras, fueron acaparados y monopolizado solo por unos… Sí, todo pasa, y hay que tener esa esperanza, ese optimismo de creer que todo esto pasará, tarde o temprano, y que se abrirán las puertas de un mundo nuevo, pero todo esto quedará, porque hay lugares como esta España, en donde todo queda, con sus rencores, sus felonías y sus ansias de venganza. ¿Y mientras?.
Pues no muchos están al tanto de las noticias, y mucho menos de las de verdad, no saben lo que ocurre y su interés no supera el límite de lo que le cuentan de forma edulcorada o bajo la fórmula de la impía y cruel mentira descarada… Y mientras, España se desangra… ¿Hasta cuándo?, ¿en quien confiar?. Tal vez debamos preguntar a algún ministro del régimen en el poder, al de Interior, por ejemplo, sobre las mentiras que de su departamento florecen como rosas de primavera, sobre las cifras de las excepcionalidades de las corrupciones que se producen bajo su responsabilidad y mando, porque muchas excepciones confirman las reglas, sobre las políticas de conformar a los unos a cambio de oro que representan sus votos, aunque para ello se quiebren los principios… y preguntar a otras y otros por sus irresponsables responsabilidades en cada una de las carteras, algunas, como las de la nueva Pasionaria, con sus leyes antisociales y de nefastas consecuencias… pero, preguntar, ¿para qué?.
La realidad no contada ni por los que mandan con mano férrea ni por los que se dicen que se oponen con el anhelo de seguir las mismas sendas es que la violencia, la inseguridad, acrecentada por la moda de las guerrillas urbanas de bandas juveniles, la incertidumbre, la devaluación de este país en sus relaciones exteriores y demás cuestiones de la cotidianeidad hacen que por mucho que se falseen las cifras la realidad aflore, por mucho que se disimulen los desatinos, los trenes que no caben en los túneles, por ejemplo, la salida de dinero del país, la indiscutible y dramática realidad de más de una generación perdida ya en el paro y alejada de las aulas, hacen que España no sea creíble y algún día los números se saldrán y las cuentas saldrán a flote poniendo de manifiesto una situación de ruina. En las últimas horas se ha sentado un precedente que tendrá su efecto multiplicador para desdicha de todos: Una empresa señera, Ferrovial, ha anunciado que se ha trasladado a otro país de la Unión Europea, a los Países Bajos, porque le resulta económicamente más favorable.
Sí, así ha sido, y hoy se desgarran las vestiduras unos y otros, reprochando que después de haber vivido de la obra pública, ahora deserta… ¡Pero lo hace a un país de nuestra ideal y adorada Unión Europea, no lo olvidemos, un país en el que, por cierto, se vive mucho mejor que en España, se gozan de servicios públicos admirables y extensísimos y, para colmo, sale más baratito!. Mientras esta España, que sigue siendo, volviendo a nuestro poeta, “de charanga y pandereta”, se sigue ahogando en la ruinosa administración de sus diecisiete micro estados y sus dos ciudades autónomas, y en unas condiciones fiscales insostenibles.
Lo de Ferrovial es muy grave, porque es de temer que le sigan otras cuantas empresas líderes de sectores estratégicos siendo imposible la limitación de esos traslados dentro de la Unión… Ya salen voces clamando que los Países Bajos son un paraíso fiscal encubierto, algo que a ver quien sostiene y mantiene en la todopoderosa Bruselas… Los Países Bajos es un reino con un sistema administrativo y un control de ingresos y gastos más eficaz y, para colmo, “sostenible”, y, para mayor colmo, es uno de los estados dentro de la Unión que más atiza contra España y sus cosas, sus políticas de gastos, sus corruptelas, sus cuentas del Gran Capitán.
Sí, triste es, triste resulta ver que una empresa trascendental en España haya buscado amparo y refugio en aquellas tierras de Flandes, otrora hispanas, donde con las mismas reglas y dentro del marco de la nunca bien ponderada Unión Europea se encuentra más protegida, con mayor seguridad jurídica y económicamente más beneficiada. ¿Y ahora qué?… ¡Pues nada!. ¡En Grecia, un desgraciado accidente de ferrocarril hace dimitir a un ministro, en otros países de nuestro famoso entorno democrático, un desastre de mayor o menor grado hace que rueden cabezas, pero en España todo vale! ¿No ha habido causas desde el verano para acá, sin irse más atrás en el tiempo, como para que más de un ministro, más de dos y de tres hubiesen tenido que coger las de Villadiego?
¡Este no es un lugar para confiar, está cada día más claro! No confían ni propios ni extraños, sobre todos los propios que están en las cimas del poder, los que por ejemplo claman por la defensa de la sanidad pública pero se tratan, cuidan, operan y paren en centros privados, o como los que defienden tanto la escuela pública como para mantener a sus retoños en centros privados, y entre estos no se salva nadie, porque ya se me dirá si es de recibo que habiendo tantos centros y variedad de enseñanza en nuestra España, con universidades en cada esquina y manteniéndose una defensa numantina de nuestra formación, la propia heredera de la Corona y pronto su hermana la Infanta den ejemplo yéndose a estudiar a Gales, en Gran Bretaña, la del Brexit. ¡Una manifiesta demostración de confianza en lo nuestro!
Cuestiones de tiempos, ni buenos ni malos, ni pasados ni futuros, ¡esto es lo que hay! Seguramente, si tuviese ahora menos años, haría lo que hoy aconsejo a todos aquellos que tienen juventud e inquietudes y no me hubiera quedado aquí. Seguramente, si tuviese que manejar los hilos de una empresa de grandes intereses, o tuviera algo que emprender, también cogería el camino de Ferrovial y me iría a Flandes, no ya por lo favorable sino incluso para buscar los vestigios de un Imperio.
Manuel Alba,
abogado en ejercicio
1 de marzo de 2023