Hace unos años, en pleno mes de agosto, me encontraba desayunando con una amiga en una terraza de Madrid y cual no fue mi sorpresa al ver que aparecía Placido Domingo junto a su familia -su mujer, su hijo y sus nietos-.
En ese momento yo desconocía la fuerte amistad que había entre mi amiga y el gran tenor, quien nada más verla se acercó a nosotras para darle un cariñoso saludo y pedirnos que les acompañáramos en su mesa. No tengo palabras para describir esos momentos tan especiales que tuve el honor de compartir con él.
Desde hace más de 30 años, ejerzo como experta en Comunicación y la base de nuestra profesión es la psicología y la sociología. Por ello, puedo afirmar que al haber compartido con Placido Domingo esos momentos inolvidables, mi opinión personal sobre él si tuviera que participar en el diseño de su perfil psicológico es el de una buena persona, familiar y auténtica.
Ayer saltó la noticia a los medios, a través de un teletipo de la Agence France Presse (AFP), de la denuncia de nueve mujeres al tenor español Placido Domingo por acoso sexual.
En defensa de la ética y deontología profesional quiero manifestar que si para dictar una sentencia hay que oír las dos partes, para lanzar una noticia también hay que recoger también las declaraciones de las dos partes.
En ningún caso, se debería poner en peligro la imagen pública de un líder cuestionando su credibilidad. Los medios, con los que yo colabora a diario como fuente de noticias de su interés para que sean canalizadores de las mismas, no deberían difundir informaciones no contrastadas previamente con su protagonista y en el caso de que éste no este predispuesto a colaborar se puede hacer mención expresa de su actitud.
Las noticias que saltan a la calle se extienden como la pólvora y a partir de ahí entran en juego los testimonios improvisados de expertos procedentes de todo tipo de sectores profesionales, pero curiosamente no se tiene en cuenta a los expertos en Comunicación, quienes son los que más tienen que opinar en cuestiones que afectan a la imagen personal y profesional, sin olvidarnos de sus repercusiones económicas.
Estamos viviendo una situación preocupante, en la que nadie queda libre de acusaciones que pueden ser premeditadas y estratégicamente planeadas con fines lucrativos.
La dimensión pública de la repercusión mediática es de una magnitud incontrolable y fomenta un estado de vulnerabilidad.
En nuestra actividad profesional estamos entrenados para actuar en lo que llamamos una “Comunicación de Crisis” con el fin de minimizar los daños, lo mismo que los médicos están de guardia para atender las “Urgencias”.
El tratamiento de las informaciones relacionadas con las denuncias a Placido Domingo y la campaña de desprestigio de esta figura española de reconocimiento mundial, nos tiene que llevar a una seria pero muy sencilla reflexión: todos somos humanos y el que esté libre de culpa que lance la primera piedra…
Ana Lucrecia Baschwitz Gómez de las Bárcenas