En la tarde de este domingo he tenido ocasión de participar en un programa radiofónico que se emite lejos de España y desde el que me llaman en ocasiones porque parece que mis opiniones tienen cierto grado de interés, aunque aquí no sean de ninguna utilidad. En ese lugar, en ese país y esa emisora de habla hispana preocupa España más que a los propios españoles, cosa que tampoco me sorprende.
Me han preguntado algo que tiene enorme enjundia: ¿Cuáles son a mi parecer las preocupaciones de los españoles? ¡Complicado asunto en el que se ha de partir de otra pregunta! ¿Hay españoles, hay muchos españoles?. En mi respuesta he partido del hecho de que una manifestación surgida de la ciudadanía, cuya convocatoria fue silenciada por todos los medios de comunicación y cuyo seguimiento informativo fue nulo, reunió el sábado a un buen grupo de ciudadanos en Madrid. Yo la seguí por internet y calculo que a ella asistieron unas decenas de miles de personas, aunque las informaciones que han salido en los medios mantienen que fueron un pequeño puñado. Analicé que las consignas de esa manifestación eran llamativas porque no solo exigían la dimisión del gobierno frentepopulista, sino que clamaban contra la partitocracia, lo que indica que empieza a calar en cierta ciudadanía que los partidos son todos iguales, igual de perniciosos, igual de falsos, igual de negativos para la sociedad. Esto es algo que yo creo también firmemente y a los hechos me remito.
Pero en cuanto a lo que preocupa a los españoles, no he tenido más remedio que dar a conocer asuntos que salen en los diarios tenidos por serios o que invaden las televisiones. He referido, por ejemplo, que hoy salen titulares que dicen “Sale a la luz el video de la bronca de Diego Matamoros y Carla Barber en la calle”, o que “La mujer de Messi busca nuevas amigas en Barcelona”, o también “¿Por qué Letizia ahora siempre viste de azul?”, también “Así imaginamos la boda real del primo del rey Felipe”, o este otro: “Antonio David Flores, pillado en actitud cariñosa con Marta Riesco” , etc., etc., etc.,… Claro que estas cuestiones no han parecido venir a cuento a mis interlocutores, que estos titulares no eran a su juicio relevantes, y mucho menos les parecieron cuando expuse de quienes se trataban los presuntos personajes, o les comente otras “noticias” de igual calado. Pero también tuve que informarles que, por desgracia, una muy numerosa cantidad de gente, seguramente formando mayoría social, se estremecen ante estas imbecilidades que emanan de unos seres irrelevantes alzados a la fama por los programas basura televisivos, y que este tipo de “noticia” surge de la existencia de una clientela numerosísima que las consume.
Frente a eso, no niego la preocupación por la existencia de los grandes problemas nacionales, la necesidad de regenerar la vida política y social y de parar la dinámica de demolición del Estado, aunque precisé que no se aprecia en la mayoría social y que los españoles se tragan lo que les echen. Sea la situación provocada por el coronavirus, sea la terrible, dramática, situación económica con perspectivas terroríficas, sea la tensión política, la situación de la Justicia, la delincuencia o el problema de la inmigración irregular, sea cual sea el problema, pocos muestran la preocupación que deberían mostrar y casi ninguno tiene el valor de pedir explicaciones.
España navega instalada en el miedo y la cobardía, desgobernada y más pendiente de las frivolidades que del drama en que se vive de tal modo que por muy sorprendente que resulte, la preocupación internacional por lo que pasa aquí a todos los niveles no se siente, no se respira en las calles, aunque si se vive con pasión, bajo el azuzamiento de unos políticos degenerados pero consentidos, cualquier incidente que pueda ocurrir más allá de nuestras fronteras…
Y mis contertulios me pusieron de manifiesto que, efectivamente, España se ve fuera como un problema, y que la imagen de un país seccionado que no hace más que producir dudas va aumentando. ¿Que qué dudas?… Pues en materia de sanidad y salud, al contemplarse que una gestión pésima de la pandemia que solo contenta al gobierno español y ante la cual la sociedad se mantiene silenciosa, tiene ahora el agravante de la falta de unidad y de la diversidad de políticas que mantienen las distintas regiones. En materia de seguridad ciudadana, la obvia divulgación de noticias constantes de violencia, el conocimiento de multitud de delitos de los que son víctimas los visitantes, los pocos visitantes extranjeros que han acudido en fechas recientes al país, unido a los espectáculos de los independentistas violentos, los ataques a las Fuerzas de Seguridad, o las ocupaciones de viviendas señalan a España como lugar peligroso. En materia política, lo que nadie quiere ver y denunciar aquí se observa desde fuera: estamos anclados en una dictadura liberticida y totalitaria, somos un reducto de frentepopulismo anacrónico del que no se pueden fiar.
Pero nada de esto se considera aquí, y se mantiene la credibilidad de que todo se superará y que las perspectivas son buenas. ¡Enterémonos!: Aquí no quiere invertir nadie, nadie quiere arriesgar su dinero ante un panorama económico desolador, en un lugar donde se predica la política de aumento de la presión impositiva, donde el fantasma de las expropiaciones se suelta con demasiada frecuencia por el gobierno. Aquí no se toma conciencia de algo que se ve desde fuera: cada día cierran más empresas y el dinero sale de España, quienes tienen propiedades no productivas, destinadas a ocio y vacaciones, están sacando al mercado sus bienes con la intención de hacerlos dinero y repatriarlo… ¡Nadie lo ve!
A mí los interlocutores de la radio me han llegado a poner al día incluso de temores con respecto a las perspectivas de futuro que no pienso comentar siquiera. Esa emisora hispano hablante, creo que no lo he dicho, es de Miami, Estados Unidos, y desde allí se asombran que andemos aquí tan campantes. Al final del programa me pidieron que con toda sinceridad me pronunciase sobre si como profesional o como amigo sería capaz de aconsejar o animar a alguien de fuera a apostar por España… Evidentemente que me salió del alma pronunciar un rotundo ¡No!
Manuel Alba