Estarán de acuerdo conmigo, en que la desmadrada desvergüenza que se ha instalado como forma de actuar en nuestro día a día, campa a sus anchas por este país y nos asedia día sí y día también, sin que, al parecer podamos hacer nada para erradicarla mientras no ahuyentemos a nuestros políticos.
La picaresca, pienso yo, ya no alcanza a descifrar lo que sucede en esta España con la Caja de Pandora abierta en su totalidad, por lo que, el Lazarillo de Tormes o Guzman de Alfarache parecerían héroes virtuosos al lado de estos rufianes de medio pelo, pero peligrosos, que de forma mediática nos interpelan con severidad, olvidándose de que ellos también formarán parte de los vencidos. Ellos, representantes de una u otra ideología, y sin que sientan vergüenza, son capaces de envilecerse, de vendernos humo, de mentir y tratar de vendernos los libros que, algunos, no estamos dispuestos a leer, mientras ellos se enriquecen.
Uno de los problemas serios de España, lo he dicho en repetidas ocasiones, es la falta de educación. Y no me refiero a la educación académica, que también, sino a aquella otra que nos permite tener “un norte” para ser honestos, para hacer las cosas con dignidad, defender una convicción, aunque sea contracorriente, y argumentarla desde la objetividad en lugar de ir predicando a diestro y siniestro, sin dar trigo. Es claro que sobran autoproclamados “progresistas” que, con el país en quiebra, dan cada día un nuevo tirón de la saya para dejarla hecha jirones, como el ultimo Decreto-Ley que trata de abolir “de facto” la ley universal de la propiedad privada mientras alguno de ellos tiene a mucha policía “guardando“ su casoplón.
Pero como digo, es en esto en lo que se ha educado durante los últimos treinta años a este país. ¿Qué podíamos esperar? Pues lo que tenemos, una masa uniforme de pícaros pensando en cómo vivir del Estado -de todos nosotros- y que con la panza llena claman contra el hambre en el mundo. Unas generaciones de anémicos culturales, de analfabetos funcionales que se educan en “tabletas digitales” y que solo ven y oyen lo que les dicen a través de las llamadas “redes sociales”, teledirigidas, por cierto, por los mismos que manejan la totalidad del cotarro, y que, si ustedes han leído algo de Marx, verán que están siguiendo al dedillo esa doctrina, que no quiere propiedad privada, y buena parte de ella la tienen ya implantada. Miren si no la ruina y el cierre al que se han visto avocadas, por falta de ayuda, miles de pequeñas empresas o el fenómeno de la “ocupación” de viviendas de propiedad privada, amparado por las leyes, mientras desvalijan al país entre ellos y entre sus “asociaciones”.
Un país, en fin, al revés del sentido común, que no es consciente de casi nada de lo que realmente está pasando, una feria de los horrores que salen a la luz con esta pandemia, una hoguera de vanidades que dejan al descubierto a los miles y miles que nos desgobiernan repartiéndose los dineros que no tenemos, hasta llevarnos a la ruina, sin que nosotros tengamos un líder carismático, honesto y con vergüenza, para evitar la tragedia.
La falta de esa educación y la desvergüenza que digo, – ¡ay de la Filosofía erradicada de las aulas! -nos ha dejado sin lo hermoso de la vida y nos está condenando a vivir con los malditos.
Antonio Poyatos Galián