Nos bombardean todos los días, desde todos los medios, diciéndonos lo que ya sabemos: que el próximo 2022 va a ser más difícil, sin que los que nos desgobiernan recorten lo que verdaderamente han de recortar: es decir el número de políticos, sus sueldos, sus prebendas, sus jubilaciones, los innumerables chiringuitos y asociaciones que sangran las cuentas del estado y un largo etcétera que todos conocemos.
Pero, en opinión de este humilde juntador de letras, nuestro país es pobre, al menos desde las últimas cuatro décadas en que se comenzó a desmantelar los diferentes sectores productivos que nos situaba en los primeros puestos mundiales, y se potenció exclusivamente el sector servicios, que visto con perspectiva, nos hace dependientes casi exclusivamente del turismo y del consumo.
Esa es la triste realidad, aunque hubo un tiempo en que, debido a los cantos de sirena de políticos, financieros y neoliberales, que pusieron a nuestro alcance un dinero fácil, barato… y falso, porque lo pedían prestado, nos hacían creer que todos éramos ricos.
Nos creíamos todos ricos, sí, y en una especie de locura colectiva, que comenzaba en el gobierno de turno, consumíamos como voraces langostas de plaga, imitando y, por tanto, enriqueciendo aún más a los que de verdad ya eran ricos.
Y como todos sabemos, aunque con aquella ceguera colectiva no quisiéramos verlo, la borrachera del falso éxito económico, como la borrachera de alcohol, no se puede mantener ni ocultar por mucho tiempo, así que la realidad acaba imponiéndose de forma inmisericorde, y ahora, pobres incautos, caminamos tristes y desesperados con sentimientos de culpabilidad, y con una gran penitencia a las espaldas… llamada deuda pública, que habrán de seguir pagando las nuevas generaciones.
Nuestro instinto nos dice que el país está en quiebra y supongo que tendremos que partir de cero, o de menos cinco, reconsiderando con sentido común, el “estado de bienestar” que nos habían vendido para producir cientos de miles de falsos empleos que maman de la teta del estado, y cientos de miles de casos parecidos al de la mujer de cierto alcalde andaluz.
No obstante, yo creo que tenemos que entonar cada uno nuestro particular “mea culpa” que motive un verdadero cambio de actitud en la sociedad, teniendo claro que esta forma de vida, en continua contradicción, nos ha llevado, más allá de a una crisis económico/financiera, a una crisis de humanidad consecuencia de una absoluta falta de valores previa, que ha abocado al personal a que su norma sea “yo a lo mío” y “mañana ya veremos”
Nos han hecho creer que “todo” está cubierto de forma genérica por “papá estado” sin que nuestra obligación vaya más allá de votar cada cuatro años o hacer, más o menos fulleramente, la declaración de la renta… incluso vemos como “vuela” el dinero público, pero como ese dinero no es de nadie, según una descerebrada ex-ministra de cuota, no hacemos nada por evitarlo…
Toca por todo ello, en mi modesta opinión, hacer un sincero acto de contrición, como digo, y volver a poner los pies en el suelo, volver a los valores, al trabajo honrado, al respeto de las normas, al sentido común, a exigirle al gobierno cordura, mesura en el gasto… aunque también nos cobrarán por esto para poder pagar al enjambre de apresebrados.
Antonio Poyatos Galián.