Y a propósito también del
gran recibimiento realizado en la isla de
Cebú al buque escuela “Juan Sebastian Elcano”
con honores militares y saludo del presidente Duterte,
500 años después de la llegada de los españoles
a Filipinas con Magallanes. Por eso en Cebú está la Cruz de Magallanes.
Gran recibimiento, eso sí, lamentablemente discursos de bienvenida en inglés,
aunque esforzándose con el “chabacano”.
Se está presentando en la sede central del Instituto Cervantes en Madrid, en la calle Alcalá, esquina a Barquillo, edificio que fue durante años sede del Banco Central, una interesante exposición de obras escritas en español en las Islas Filipinas desde 1840 y pertenecientes a la biblioteca del Instituto Cervantes en Manila, cuyo director Javier Galván está en el empeño de intentar rescatar el español perdido en las Filipinas. Reconociendo el esfuerzo que hace el Cervantes en todo el mundo, hay que subrayar que Manila es la capital, aunque no la de mayor densidad de población pero no es todao en la vasta dispersión de las 7.104 islas, algunas no habitadas, como la de Santa Isabel (donde las playas rosas por el coral son una delicia) y se me ocurre que el Gobierno de España quizá debería hacer un esfuerzo mayor en algunas de las más importantes islas, como Cebú, o la actualmente más peligrosa de visitar, en Mindanao, Zamboanga en cuya mezquita reza el temido Abu Sayak, que occidental que coge, occidental que le sirve para obtener un rescate.
Pues quiero decir que es en Zamboanga donde a mi me hablaron en “chabacano”, que es una deformación del castellano que a nosotros nos cuesta trabajo comprender, pero que ellos a nosotros nos entienden perfectamente. El “Chabacano” es lo poquito que queda del castellano en Filipinas ya que la invasión norteamericana arrasó nuestro idioma para implantar el inglés, que junto con el nativo dialecto tagalo, es lo que impera. No obstante, la labor de difusión del español y de la cultura hispana en Manila, está dando muy buenos frutos, aunque es verdad, se demandan más Cervantes en las islas más interesantes.
En la reseña de las obras en español que se muestran en Madrid estos días hay varios ejemplares del poeta y escritor José Rizal, que es una maravilla leer y recitar. Lo que ocurre es que José Rizal fue un patriota “mártir” de los españoles, que haciendo honor a la verdad y a la historia, le hicimos toda clase de perrerías„ hasta matarlo. Una forma equivocada de “aplastar” la rebelión.
José Rizal fue torturado una y otra vez por los españoles, que lo encarcelaron, lo llevaron preso a España y ante la tozuda postura de seguir gritando por la independencia de Filipinas, lo devolvieron a Manila, donde siguió siendo martirizado. Lo que ocurre es que sus escritos, su valerosa defensa de la independencia de su patria, lo convirtieron en un ídolo de la independencia por la que luchaba con éxito el guerrillero nativo conocido como LapuLapu y otros miembros de la insurgencia Katipunan.
Yo he leído a José Rizal en Intramuros, que es como el Casco Antiguo de la Manila colonial, donde la iglesia de San Luis es una iglesia netamente castellana, tanto por fuera como por dentro, a excepción, claro está, si te fijas en los monaguillos, copia exacta de los “chinitos” que daban forma a las huchas petitorias del Domund cuando a la salida de misa, te pedían unas monedas “para los chinitos”. No era para los chinitos, ya que la iglesia católica apenas si ha evangelizado a una ínfima parte de China, pero si a millones de filipinos. Las misiones católicas, esparcidas por todas las islas, están llenas de sacerdotes, frailes y monjas en buena parte españoles y sobre todo, vascos.
Hubo una época que el cardenal primado de Manila tenía tanto poder como el dictador Marcos. Parece que ahora el presidente Duterte no está por la labor y mantiene un enfrentamiento sin disimulos con la Iglesia.
Marbella rinde recuerdo de admiración a uno de sus hijos, al teniente médico Vigil de Quiñones uno de los héroes de “Los últimos de Filipinas” que en la iglesia de Baler aguantaron la posición aún meses después de que la guerra que expulsó a los españoles de Filipinas hubiese terminado.
Para cualquier español que viaje por las Filipinas, además de encontrarse con parajes de impresionante belleza y a unos pobladores siempre acogedores, seguro que siente las raíces españolas, en multitud de detalles.
A los amantes de los viajes y de la aventura y con ganas de aguantar muchas, demasiadas horas de avión, yo recomiendo la visita a las Filipinas. Nada que ver con otros destinos, también atractivos como de los Punta Cana o Rivera Maya. Lamentablemente con un reparo a la visita a Zamboanga para no caer en las manos de los “muslines” de Abu Sayak.
Y a la Administración Española me gustaría recomendarle un esfuerzo mayor para esparcir la semilla del español, en Filipinas y en todo el mundo.
Hoy día, cinco mil filipinos, especialmente mujeres, trabajan en España. Los promotores de la zona residencial de Sotogrande, en San Roque, la familia de Enrique Zobel, Alfredo Melián, el coronel MacMiking que luchó junto a MacArthur, Montojo, etc. inundaron Sotogrande, la Costa del Sol y Madrid de trabajadores filipinos, a los que ha venido a ver la semana pasada el nuncio de Su Santidad en España, el obispo filipino Bernardito Cleopas Auza, que se ha reunido con ellos tanto en Sotogrande como en San Pedro Alcántara y Marbella. Es en los Estados Unidos donde hay más de 50.000 filipinos trabajando y también es importante la cifra en Arabia Saudita.
Pero lo apabullante es la cifra de habitantes de las Filipinas con cerca de 200 millones de habitantes. La regularización de la natalidad, contraria a la doctrina católica es posible que haya hecho que las islas sean una de las zonas más pobladas del mundo.
Aunque ese exceso de población produce el abigarramiento de Metro Manila y de otros distritos de la capital, como es Makati, la zona residencial donde todavía hay algunas, muy pocas, familias que hablan el español o la llamativa alta densidad poblacional del mundo rural, es sin duda un problema estructural de difícil solución.
Vivir el frenético tráfico en las calles de Manila, con los “jeepney” abarrotados, subiendo y bajando viajeros, es algo alucinante. Pero no es Manila un lugar para disfrutar en las Filipinas a pesar de sus muchos y buenos hoteles con “lujo asiático”. Hay que descubrir el encanto de las islas, en Ilo Ilo, en Zamboanga, degustando el mango más famosos del mundo “la manga cebuana” o quedarte perplejo ante la forma de adorar al “Santo Niño de Cebú”, con una mezcla de ritos chinos y cristianos.
Filipinas, un territorio que España debería volver a conquistar: con el idioma, con la inversión, con una mayor presencia de los apreciados productos españoles, que aunque tímidamente, los hay.
Su déficit de viviendas sociales, llama la atención, esperando que la economía del país, suba y los grandes promotores de ciudades enteras de viviendas puedan llegar hasta allí. Construirlas, seguro que a coste bajo, se podrían construir, el problema es a quien se les venden y como te las pagan.
En mi libro de memorias “Lo que yo vi, lo que yo vivi” relato dentro de mis crónicas viajeras por el mundo, el recorrido que hice por las principales islas de Filipinas y mi encuentro con el padre de Isabel Preysler (qepd). Una curiosa anécdota.
José Luis Yagüe Ormad de Bernabé
Decano de los periodistas de Marbella
y el Campo de Gibraltar
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