En medio de las noticias propiciadas mediáticamente, tanto la propia pandemia como la visita del Papa a Irak, han pasado casi desapercibidas. Irak, sí, allí fue aunque todos los informes de los servicios secretos le aconsejaban que no fuese.
Irak, hoy asolado por la pandemia, fue donde un día se tradujo a Hipócrates y a Aristóteles y donde nació el Álgebra. E, incluso, se llegó a descifrar el Antiguo Testamento.
Hoy , nuestros niños desconocen esta historia porque viven imbuidos en la robótica como si nuestro destino fuera Sillicon Valley y no los Manuscritos del Mar Muerto.
Ahora, el Papa Francisco nos redescubre desde allí el Libro del Génesis y un único Dios, llámese Vishnú, Alá, Buda o Jesús.
Cerca de Bagdad, el Papa visitó este viernes una modesta vivienda en la ciudad sagrada de Nayaf, donde vive el líder chií Al Sastani, de noventa años, ante el que se despojó de las sandalias del pescador, proclamando como Abraham : “Vosotros sois parte de nosotros y nosotros parte de vosotros”.
Ese gesto, descalzo , no es único del mundo árabe sino que también lo es del Nuevo Testamento.
Mientras los legionarios de Cristo y los ultracatólicos, conspiran contra nuestro Papa jesuita, este viernes surgió en Irak la luz de Dios.
Es la misma luz que aparece en los hospitales donde dos moribundos se dan la mano para morir juntos. Es esa luz que expulsa del templo a esos que vestidos de púrpura se cuelan en las filas interminables de esos pasaportes llamados “vacunas”.
Y frente a los que defienden que no haya Semana Santa, el Papa les ha recordado que el Señor está en Bagdad, en el Islam. Crece entre las ruinas de Palmira, porque ayer el Papa estuvo donde se acaba el paraíso de los ricos y comienza el infierno de los pobres.
Y claro que hay Semana Santa, lo que no hay son procesiones ni vacaciones.
Orgulloso de mi Papa Francisco.
Algeciras, 7 de marzo de 2021
Patricio González