Las cifras oficiales (que están bastante lejos de la verdad), dicen que a fecha de hoy son 23.500 los mayores que han muerto en residencias debido al coronavirus. Así ha bajado el número de pensionistas. Pero uno se pregunta lo que habrán sufrido los que ya han muerto y lo que sufren los que están en esos momentos durísimos de la enfermedad y viendo que la vida se les acaba sin disfrutar de los pocos años que le quedaban por delante.
También el propio sufrimiento derivado del sistema: por qué uno es inferior a otro, por qué no llega el sueldo a fin de mes, por qué no se tiene ni para un techo propio aunque sea humilde, por qué se tiene que emigrar, por qué todo gira en torno al tener, no al ser, por qué se pierden las ilusiones, por qué hay que hacerse el alegre si se está fastidiado por dentro, por qué las colas del hambre, por qué las depresiones.
Más de sesenta mil muertos y todos esos daños colaterales forman parte de ese sufrimiento aunque digamos que al bicho “lo respeto pero no le tengo miedo”. Pero del coronavirus y de todos esos daños colaterales se hablará como hablamos ahora de la gripe española o de las guerras mundiales o de la guerra civil: millones de muertos. Esto se dice muy pronto pero qué despacio pasaría y pasa el tiempo para los que lo vivieron o viven ahora esos sufrimientos.
“Cuanto penar para morirse uno”, escribió Miguel Hernández. Sin embargo, Nietzsche decía que el sufrimiento es “la afirmación de la vida” y su ausencia es “la negación real de la vida”. Esta es la grandeza de este filósofo que se pasó la vida enfermo, sufriendo y que de ese sufrimiento sacó la solución.
Bueno, esto es filosofía , autoayuda, y el que no se consuela es porque no quiere, pero, desde luego, con el sufrimiento o se vive y lo controlas o te mata.
Nos necesitamos los unos a los otros para rebajar estos sufrimientos y convertirlos en vida. Hay que resistir. Suerte a todos.
Algeciras, 29 de noviembre de 2020
Patricio González