En los tiempos que corren, difíciles y complicados, nos movemos entre transmitir esperanza o alimentar las cloacas. En esa dinámica hemos de saber pactar las diferencias, si queremos seguir avanzando. A veces sentimos que hemos perdido algo en el camino hacia el éxito o nos hemos dejado llevar por la ola del fracaso y la desesperanza
A pesar de que nos pasamos gran parte del tiempo manejando artilugios tecnológicos y enganchados a las redes, entre lo incisivo, lo crítico y lo lleno de humor, procuramos vivir con plenitud y saludablemente el presente y sin guardar rencor por el pasado que no nos aporta nada nuevo.
Entre atacantes y defensores vamos salvando obstáculos y descubrimos a visionarios, dispuestos a inventarse lo que les echen, a tragarse caramelos amargos o hieles almibaradas. En el devenir natural de las cosas, el autoengaño en la mayoría de las ocasiones no nos sirve para nada, salvo para sentirnos más desgraciados e inútiles.
La vida tiene contrastes que en ocasiones pueden resultar muy duros, encontrar el equilibrio entre la alegría y la tristeza, el placer y el dolor, los paseos y las carreras o lo aterrador de introducirse en un mundo desconocido.
Nos entretenemos haciendo proyectos y nos aburrimos cuando nuestras expectativas no se cumplen. Anunciamos ganancias que la realidad transforma en perdidas, pronosticamos sobre lo que no depende de nosotros con una seguridad que provoca más penas que risas.
Entre la realidad y el puro humo, lo que ocurre de verdad y la ciencia ficción, hay camino para entretenerse y aburrirse, para pensar y tomar iniciativas , para mostrarnos optimistas o caer en la depresión, para reafirmarnos en nuestra verdad o llenar el aire de mentiras.
Tampoco podemos dejar pasar el tiempo sin denunciar las necesidades y carencias que la gente tiene, ni perjudicar a los demás pudiendo beneficiarlos. Podemos acelerarnos sin necesidad o ralentizarnos ante las exigencias y demandas de las gentes.
Y entre col y col, una lechuga, vemos como se incrementan o reducen los límites a conveniencia de quien dicta las reglas, como lo público se convierte en privado o viceversa en función de los intereses del momento. El futuro puede ser posible o increíble si somos capaces de persistir en la magia del trabajo.
No vemos lo bueno que tenemos delante y analizamos todo lo malo que nos ocultan. Nos situamos fuera de juego e intentamos marcar desde esa posición todos los goles que la norma nos anularía. Soñamos con el cielo sin pisar el suelo.
Es necesario medir el tiempo y meditar nuestras decisiones, no seguir caminos sinuosos si los más directos son los sencillos. Entre patanes peligrosos, pillos y picaros, locos y cuerdos, descubrimos que hay vida ahí fuera, que no es ni una ilusión óptica ni una elaboración imaginativa.
Cuando es necesario, tenemos que darle un vuelco a los pronósticos si éstos no nos son favorables y no insistir en el dale que te pego o ser rehenes de una atmósfera de misterios sin resolver. Hay cosas que nos dan vergüenza y lesionan nuestra dignidad y ante esas hemos de rebelarnos y tenemos que plantarnos.
Nos pasamos la vida entre ordenes sobre lo que es obligatorio que cumplamos , aquello que no nos está permitido , lo recomendable y lo que no nos dice ningún manual es lo que nos gustaría hacer, y es justo lo que tenemos que descubrir en cada momento para divertirnos y no aburrirnos.
Juan Antonio Palacios Escobar