El tiempo actual parece un simulacro de permanentes malas noticias. Dios se olvidó de los hombres, parece ser que por motivos de estoicismo perecedero y esta pandemia del Coronavirus es un ejemplo de bombazo inoportuno otra vez para la humanidad… y nosotros nos encontramos en el centro de todo esto, con unos gobernantes que no se enteran de lo que está pasando y nos engañan día si y día también, lo que hace más grave nuestra preocupación y nuestra desesperación, ya que estamos situados entre un puñal que no empuja al abismo y el abismo mismo que ya de por sí es otro puñal.
Decía el Maestro Unamuno que “no desesperes aún estando en las más sombrías aflicciones, pues de la nube más negra también sale agua clara y limpia”. Ciertamente, creo que ante los puñales ilícitos y prepotentes que nos circundan, siempre hay agua limpia de esperanza… y por mucho que las diferentes seis o siete fuerzas políticas que nos desgobiernan se midan el miembro belicoso para constatar quien lo tiene más largo, al final es la sencillez lo que deberíamos medir, el sentido común, el sentido de Estado al igual que la honestidad, el bien para con las personas que nos envuelven allí donde dejamos huella… pero coexistimos con desesperación en manos de este desgobierno caótico y la rabia, y los puñales ensangrentados se nos clavan en lo más hondo de nuestra médula trascendental.
La guerra que antes era el primer recurso, es hoy el último de los recursos, y mañana será un crimen. Y de eso, pienso yo, debe ir la cosa: de edificar en vez de destruir, de mejorar lo ya construido para que funcione mejor, de encaminar las fuerzas hacia una fuerza común de concentración nacional que nos permita vivir en un estado de bienestar global y permanente, de prosperidad adquirida a base de preparación y conocimientos, de servicio, de apretones de manos, de agilidad a la hora de regalar una frase de aliento o una sonrisa… Porque por mucho que nos veamos canijos ante las circunstancias desfavorables, el único camino que nos llevará al estado de prosperidad al que estábamos acostumbrados, es el camino del respeto mutuo y la cordialidad entre todos nosotros, remando todos en la misma dirección. Esa debe ser nuestra esperanza. Lo contrario, ya lo estamos viendo sin querer enterarnos… y lo estamos padeciendo, aunque a buen seguro, volveremos a tropezar con las mismas seis o siete piedras, dado lo efímero de nuestra memoria
La unión, amigos, hace la fuerza, y la desunión que permitimos solo puede provocar caos, recesión, crisis de fe, y crisis moral y depresiva. Solo nos queda la esperanza, y el único camino hacia la esperanza es la propia esperanza y el que diga lo contrario, sin duda tergiversa la realidad.
Antonio Poyatos Galián.