Nuestra querida España está ardiendo en todos los sentidos y en todas las direcciones. Y me refiero a que no solamente se nos están quemando los bosques, sino que también la democracia nuestra, y la convivencia está en llamas y quizá acabe derrumbándose.
El país está ardiendo en las Comunidades Autónomas, en los bolsillos de todas las Administraciones y en los bolsillos de casi todos los españoles. En Cataluña, inmersa en lo que se está viviendo, porque lo han provocado unos pseudopolíticos en su locura independentista, hay manifestaciones con una virulencia y asiduidad que no habíamos visto en las últimas décadas, y tenemos la sensación generalizada de que la mecha, que se encendió hace demasiado tiempo, se ha ido quemando sin que nadie intentara apagarla y ahora está demasiado cerca del polvorín y ya no nos queda más mecha, por lo que, o alguien echa agua en cantidad o el polvorín estallará sin preverse las consecuencias.
Ahora, cuando ya casi no queda remedio para nada de lo que está pasando en Cataluña, surgen lamentos por todas partes acerca del tiempo perdido en el pasado, acerca del derroche a manos llenas en aquella comunidad, especialmente, y acerca de la falta de visión de las ilegalidades que durante décadas se han ido cometiendo en Cataluña, llámese adoctrinamiento, enseñanza, inmersión lingüística, corrupción, división de la sociedad civil, Televisión, Prensa, Policía, etc., etc. Ahora, cuando el barco se está hundiendo, constatamos que, como siempre a través de nuestra historia, llegamos demasiado tarde a todo y al menos yo no me atrevo a vaticinar nada sobre el futuro que nos espera, dada la magnitud de la tragedia. Además, sigue pasando más de lo mismo en Baleares, Comunidad Valenciana, etc., etc., etc., sin que el gobierno -los partidos políticos- hagan nada para atajarlo, como si la lección de lo de Cataluña no fuera suficiente o no se hubieran enterado aún.
De este incendio -pienso- solo cabe esperar que se apague solo porque llegue agua en cantidad, ya que nosotros bregamos con una clase política a la que siempre le ha asustado, o no le ha interesado, poner orden constitucional ni en Cataluña ni en el resto de las comunidades autónomas que incumplen las leyes constitucionales, y ahora comprendemos, los ciudadanos de a pie, que esas llamas pueden achicharrarnos a todos, aunque el gobierno, quizá por su soledad, parece no comprenderlas y por eso sigue sin haber banderas en todos los ayuntamientos y edificios oficiales, continuando con su inmersión lingüística, con su derroche en la propaganda que se hacen, con las TV3 de turno, con la siembra de odios
La angustiada pregunta está en las calles de toda España, en la mente de todos, sin que nos llegue una esperanzadora respuesta ¿Será cierto y continuado que los partidos que defienden la constitución se hayan puesto manos a la obra y nos puedan sacar de ésta? ¿Servirá todo esto de Cataluña para dejar sentadas las bases que eviten problemas similares que ya están sucediendo en otras comunidades autónomas? ¿habrán aprendido nuestros políticos la lección e impongan de una vez la tolerancia cero para el cumplimiento de nuestras leyes constitucionales? Que Dios se apiade de nosotros.
Antonio Poyatos Galián