Mucho tiempo hace ya que no dedico unas líneas a ese rincón de la Península que tan querido me resulta y sobre el cual, cada vez que escribo una opinión surge de algún modo la polémica. Me refiero a Gibraltar, lugar que no he olvidado, ni mucho menos, y sobre el que escucho en los últimos tiempos continuas cantinelas catastrofistas a cuenta de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Un lugar donde reside una población a la que por tradición inveterada se quiere ignorar o lo que es peor, darles el dudoso privilegio de incorporarlo a la Comunidad Autónoma Andaluza, ese ente que, como bien saben los que bien me conocen, acato, reconozco y asumo por imperativo legal pero en el que ni creo, ni hacia él profeso el mínimo sentimiento de pertenencia. Un lugar que perdió la Corona Española en virtud de unos tratados, que no uno solo, celebrados en Utrecht, fruto de aquella Guerra de Sucesión, en la que Francia pagó sus derrotas con territorios españoles, a modo de cheques que firmaba el incapaz y perturbado Felipe V a su abuelo Luís XIV, con todos los precedentes que tuvo la sucesión de Carlos II, todas las tretas y la imposición final del nieto del Rey Sol, quien no quería ni por asomo que se fuese acercando al trono de Francia, cuyos herederos fueron muriendo. El incapaz de Felipe se colocó en Madrid y costó parte de España, parte de España que nunca se ha osado reclamar salvo el periodo de recuperación de Nápoles y las Dos Sicilias. Nunca se ha reclamado, por ejemplo, Luxemburgo, ni el Milanesado, ni territorios de Flandes, que también fueron objeto de los tratados.
También hay situaciones peculiares, que opongo cuando se argumenta que Gibraltar forma parte de la península, y que los otros lugares que me pregunto por qué no son reivindicados tienen estatus de países independientes, además de la Unión Europea, o partes integrante de países consolidados, de Italia, que no olvidemos que es un Estado del siglo XIX, inexistente hasta 1.861. También es parte de la Península Portugal, que se separó definitivamente por el mal gobierno de los Felipes y con Felipe IV de España y III de Portugal dijeron ¡Hasta aquí hemos llegado!. Pero hay peculiares estatus peninsulares que parecen tan normales y no lo son, por ejemplo la Isla de los Faisanes, en la desembocadura del Bidasoa, entre Irún y Hendaya, 6820 metros cuadrados aproximadamente que son franceses desde agosto a enero y españoles de febrero a julio. ¿Hay algo más absolutamente absurdo? ¡Pues ahí está!. ¿Y qué decir del Principado de Andorra? Un estado soberano, independiente, situado en los Pirineos, con dos Jefes de Estado o Coprincipes, uno el Presidente de la República Francesa, el otro el Obispo de Urgel, diócesis española que comprende parte de Lérida y Gerona y todo el Principado, una rareza donde, además, si se puede hablar de escándalos bancarios, y blanqueos de grandes sumas, buenos contrabandos de tabaco, y demás etcéteras, y a los hechos, las noticias y los Tribunales, desde el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, a la Audiencia Nacional me remito.
Pero, ¡duro y a la cabeza con Gibraltar!, un lugar que le da de comer a un buen número de ciudadanos españoles de una zona depauperada que no levanta, en la que habría que hacer un esfuerzo que no se ha hecho, trabajo directo en el pequeño territorio que ocupa, trabajo al comercio de la zona, inversión en vivienda… Gibraltar es una fuente de ingresos para toda una amplia comarca a la que se trata con impiedad y cualquier rumor que suene a una posible situación desfavorable se recibe con gozo, sin pensar que la repercusión directa e indirecta caerá sobre un área muy extensa y muy desfavorecida ya de por sí de la provincia de Cádiz, extendiéndose, incluso a la parte más occidental de la costa malagueña.
Y todo ahora por el alarmismo del famoso “Brexit”. Un tema sobre el que hay división de opiniones, yo, como siempre, me uno a la minoritaria, tal vez porque nunca me hizo demasiada gracia el complejo español con respecto a Europa, a pesar de haber sido España la que formó Europa, y porque la Unión Europea, su forma de gobernarse, su indiscutible sumisión a la voluntad germana, apuntalada por los franceses, la unión monetaria y toda su parafernalia no son santo de mi devoción.
El Brexit entretiene mucho a los países europeos y a la Comisión y los burócratas de Bruselas, que no cuentan a los ciudadanos, que, además no se sienten europeos, porque nadie les ha formado en la idea de un sentimiento de pertenencia a esa Europa unida, que Gran Bretaña, desde la Conferencia Imperial de 1.930 y el Estatuto de Westminster de 1.931 creó con el de la cooperación internacional en el ámbito político y económico la Commonwealth, que sigue existiendo y que reúne en su seno al doble, prácticamente, de países que la Unión Europea. Países que en su día fueron territorio británico es Commonwealth, incluidos dos países de la UE que son Malta, y lo es Chipre. Pero también pertenecen Canadá, y la emergente y temida India, y Australia, y Sudáfrica, Nueva Zelanda, o Mozambique, que no fue nunca británica. La figura o cabeza de la institución es el Rey, en la actualidad Reina de Inglaterra. La Commonwealth de la que en Bruselas nadie habla abarca 1/3 de la población mundial y si se activa tras el Brexit como es de esperar, podría comprometer bastante la debilitada y fracasada quimera europeísta. Cierto es que mucho de los países son pequeños estados, islas del Caribe, del Océano Indico o Pacífico, precisamente lugares paradisiacos ideales para el turismo, como Jamaica, Bahamas, o Fiji, Maldivas, Mauricio.
Otros países constituyen el continente oceánico, Australia y Nueva Zelanda donde la emigración de europeos en busca del futuro que se cierra en el viejo continente no cesa, y tiene sus puertas abiertas a profesionales de la medicina, ingeniería, técnicos universitarios y mano de obra especializada. En Asia está India, en pleno y desbordante crecimiento con grandes intereses económicos en los mercados europeos y norteamericanos y gran desarrollo industrial…También Pakistán. Y puestos a especular, también habría que saber qué postura tomarían la pequeña Malta, o Chipre, zona griega, ¿cómo compatibilizarían ambos países la pertenencia a las dos organizaciones? ¿no sería más probable, rentable y aconsejable para ellos seguir a Gran Bretaña y abandonar la Unión?.
Todas las especulaciones están muy bien, todo los presagios de las desgracia que han de acarrear a los británicos su salida de la unión Europea me parecen perfectas pero nunca se habla de la Commonwealth, que vive, que tiene unos objetivos muy determinados en el marco económico y político y constituye una sociedad de naciones con 53 miembros con su organización latente y diseminada por todo el mundo: América, Asia, Oceanía, Africa… ¡Y Gibraltar está ahí, no se olvide nadie de eso!.
¿Qué se piensa? Se les tuvo cerrada la frontera por empeño de aquel inefable ministro Castiella, y los gibraltareños sobrevivieron, fueron los trabajadores españoles los que pagaron las consecuencias… ¿Acaso el Brexit va a aprovecharse para aplicar medidas restrictivas a la libre circulación de personas y mercancías?, ¿más dificultades a las que ya el inefable Sr. Margallo se empeñó en imponer?. Volvería a ser una metedura de pata de incalculables consecuencias, un daño irreparable para el Campo de Gibraltar, pero como en el desgobierno de esta España siempre ha primado la política del perro del hortelano, de ni comer, ni dejar que los otros coman, todo es posible, hasta lo más indeseable.
Por eso seguiré escuchando estupideces sobre Gibraltar y me temo no ver nunca resuelto los verdaderos problemas patrios, como, por ejemplo, el de Cataluña.
Manuel Alba
8 oct. 2.019