El Homenaje a “La Más Grande” de otra no menos grande
La Linea.- Crónica de Juan Manuel Ballesta Gómez
Lleno hasta donde las normas sanitarias lo permiten. O sea, lleno total. Con un público ansioso de pasarlo bien y aplaudir, como así lo hizo, con muchas ganas. Yo, por miedo al contagio -no de la alegría de los demás sino del virus maligno- no tomé mi decisión hasta dos días antes de la fecha señalada. Pudo en mí más la llamada del Arte que cualquier otro condicionante. Acudí con casi una hora de antelación, aunque permanecí hasta el último momento en el vestíbulo del Palacio de Congresos de La Línea, lo que me sirvió para observar a las personas que entraban. El ambiente me recordaba al que se vive en los aledaños de una plaza de toros en una tarde de cartel de lujo. La gente hacía acto de presencia y de fervor.
Erika Leiva repasó el repertorio de la homenajeada, a la que idolatra, centrándose en aquellas canciones de más difícil ejecución, pero que, en la portentosa garganta de la linense, brotaban con la facilidad de un sonoro manantial. Si tuviera que elegir -lo que no es fácil- de entre las que más me emocionaron, destacaría “Un clavel”, la del comienzo, y “El himno de Andalucía”. De los vestidos que lució, hubo uno especialmente elegante, el negro, un color que no debe faltar en el baúl de toda tonadillera. No descubro nada nuevo si digo que estamos ante una artista madura, con todo lo que ello implica de seguridad, saber hacer y transmitir. Gana mucho cuando se la ve y se la escucha en directo, porque a pesar de que en unos segundos se pierde el sonido, queda éste en ese cajón de la memoria donde guardamos los recuerdos que no queremos perder. Así permanecerá el de esta velada.
Con el gracejo que da esta tierra, comentó que se alegraba, por las peluquerías, de ver tanta señora bien peinada. También comentó que “actuaba con ventaja porque jugaba en casa”. A veces, el equipo local nos defrauda. No fue éste el caso. Terminado el espectáculo, hizo subir al escenario a una admiradora que la sigue, como se sigue a los buenos toreros, de plaza en plaza.
Siento no saber el nombre del hombre al piano. Seguro que ocupa un lugar prominente entre los de su género. El oficio de pianista acompañante no es cualquier cosa. En este caso, además, no sólo había una perfecta coordinación entre la voz y el instrumento, sino que constituía parte fundamental del hecho artístico. En suma: demostrada técnica, virtuosismo y una sensibilidad manifiesta.
Fueron intercalando la proyección de una semblanza (cuya autoría ignoro) de Rocío Jurado. Me parecieron de calidad la dicción del relator y los versos recitados.
Deseo agradecer el esfuerzo de todas y cada una de las entidades y personas (Ayuntamiento, Fundación La Caixa y Erika Leiva y su equipo) que hicieron posible tal acto, que tenía por finalidad romper el hielo de la pandemia. Éste quedó derretido. Permítame el público asistente, que en su nombre les dé también las gracias.
Lo aquí escrito no es más que la opinión de un aficionado.
Juan Manuel Ballesta Gómez